Su sonrisa me hizo estremecerme.
—¿Ésta es tu forma real? —Musité.
—Solo mi forma humana.
—¿Entonces? ¿Ahora qué? —Pregunté confusa.
—Ahora soy tu espíritu guardián, te protegeré y te ayudaré en todo lo que pueda. Juntas potenciaremos nuestros poderes y nos haremos más fuertes.
Otra vez la misma sensación de una mirada clavada en la nuca me recorrió el cuerpo en forma de escalofrío.
Al girar la cabeza, vi a mi madre desde el marco de la puerta trasera de la cocina por donde momentos antes yo había salido.
Me mirada seria, pero a la vez transmitía una sensación de nostalgia.
Poco a poco Kirara se volvió a transformar en un zorro, yo me levanté del suelo y su cuerpo quedó a la altura de mis rodillas.
Caminé segura hacia mi madre, que me envió una sonrisa a través de la distancia que nos separaba.
Kirara me seguía con paso firme.
Al llegar a mi madre, ella fue la primera en hablar.
—Ya tienes tu propio espíritu guardián —Coronó con suavidad.
Sus manos viajaron a mis mejillas y me sujetó el rostro con ternura, mirándome fijamente suspiró:
—Ya no hay vuelta atrás, mi pequeña bruja.
Como si se tratase de un minuto de silencio, las tres permanecimos en nuestra posición.
—¿Mamá, y ahora qué?
Mi madre entró a la cocina y levantó con delicadeza un precioso vestido.¹
Sus ojos volaron de éste a mí mientras yo seguía admirando la belleza de las telas que sujetaba con mucho mimo.
—Era de tu abuela —Su voz se tornó triste.— Ella sí era una bruja, muy poderosa además, creó su propio Aquelarre y lo trajo hasta aquí —Exhaló lentamente.— Este vestido fue de su presentación, lo guardó para mí pero nunca pude usarlo. Y ahora es para tí —En sus ojos brilló la ilusión.
El vestido era precioso, era de color miel muy claro, con mangas anchas de seda que salían de los lados, la parte de arriba simulaba a un corsé con pequeños pliegues y después de expandía cubierto por una capa de seda.¹
Miré el vestido unos segundos más antes de enfrentar a mi madre con la mirada triste.
—¿Y si este mundo no es para mí? ¿Y si sus reglas no son mis reglas?
—Perteneces a este mundo desde antes de nacer. El error fue intentar ocultarlo —Me entregó el vestido y dio una palmada de alegría— Bien, es hora de preparar todo lo demás. Cámbiate, ponte elegante, la celebración será a la hora de las brujas. Aunque nada impide que primero lo celebres con tus amigos. —Me guiñó un ojo.
Cogí el libro de la mesa y junto con el vestido y mi nueva compañera subí las escaleras a mi cuarto.
Los dejé aparcados encima de mi cama, una fiesta se iba a celebrar.
Entré al baño a maquillarme de forma sútil y me arreglé el pelo rubio con varias trenzas.
Estaba lista.
Bajé las escaleras en busca de mi madre que seguía en la cocina, con algo parecido a una carta.
—Mittet te columba, quae in mundo est occultatum et malefici —Pronunció casi en un susurro.
Y la carta que hace unos segundos estaba escribiendo, desapareció dejando atrás un humo brillante.
—He avisado al mundo de los brujos.
Sin mediar palabra respondí a su sonrisa y salí al porche dispuesta a buscar a Nea, que vivía en la casa de al lado.
Me sentía emocionada y a la vez aturdida como si todo esto hubiese sido un golpe seco en mi cabeza.
La encontré en el porche de al lado, saludándome con énfasis azotando la mano en el aire.
Le devolví el saludo y fui a buscarla.
Los nervios se apoderaban de mí.
Iba a contárselo y no tenía ni idea de cómo podría reaccionar.
Me senté en el escalón junto a ella una vez llegué y suspiré profundamente.
—¿Qué pasa, Nes? ¡Es tu cumple! Esa cara de pato no la puedes poner en tu cumple —Se cruzó de brazos y simuló un puchero.
—Verás, mi madr-
—¡Tengo un regalo para tí! —Me interrumpió.
Y de un brinco se levantó y entró en su casa. Al rato salió con un regalo envuelto en un papel de estrellas y una nota que ponía 'Te quiero'.
Sonreí ante esa imagen, ella me lo entregó dispuesta a que lo abriese cuanto antes.
Mis miedos se disiparon por un momento como una niebla al mediodía.
Rompí el papel que envolvía la sorpresa y cuando pude ver algo de lo que era la miré ilusionada.
—No. Puede. Ser. —Enfaticé emocionada.
—Sí que puede —Respondió Nea orgullosa.
—No, no, no.
Mis ojos volvieron al plástico que envolvía un grueso libro con aspecto antiguo. El título era 'El grimorio de bestias'. Era un libro sobre mitología, y a mí me encantaba.
—Muchas gracias, Nea. Eres la mejor amiga del mundo —La abracé durante unos segundos.
—Sabía que te gustaría —Respondió encantada.
Entonces mi cabeza volvió a la realidad. Y decidí que ella tenía que saber toda la verdad.
Se lo conté lo más ordenado posible y ella escuchó con atención y en silencio.
—Agnes, mi madre también es descendiente de una bruja. Tu abuela trajo a todos aquí. Mi madre me contaba esa historia sobre brujas pero... ¿No lo creía real? Pensaba que era una historia fantasiosa para explicar el porqué vivimos aquí y porque mi padre no.
Al igual que yo, Nea se había criado sin padre. A mí nunca me había afectado, no pregunté por qué ni le di mayor importancia. Sin embargo, con Nea echaba en falta una figura que aunque nunca había estado, la necesitaba.
—Pues ya sabes que la historia de tu madre es real —Intenté consolarla.
—Ohhh, que rollo —Levantó las manos y las dejó caer de forma dramática.— ¿Y yo no tengo poderes?¿Eso quién lo elige?
Las dos echamos a reír, y le propuse venir a mi casa a conocer a Kirara.
Como mi fiesta de cumpleaños era en unas horas, ella aceptó.
Entramos con ligereza en casa y subimos las escaleras casi de tres en tres. Kirara dormía echa un ovillo sobre mi cama.
Editado: 25.07.2020