Me quedé sola en la mesa algunos minutos. Tiempo que me sirvió para reflexionar sobre lo que hacía ahí. Miraba por todos lados contemplando el lugar. Me sorprendió que no hiciera tanto frío, estando en el bosque sería lo normal. Pero al analizar de manera visual pude ver que había calefacción por todos lados. Sin duda pensaron en todo para instalarse ahí.
Después de ver ese detalle, giré a mi cabeza hacia la izquierda porque los guardias se movieron hacia esa dirección. Intuí que el presidente estaba por llegar y esa era la dirección en la que le vería llegar.
A los pocos segundos corroboré que era él, venía llegando de la misma dirección por la que yo llegué minutos antes. Se bajó de su carro y camino hacia mi.
—¡Hola hermosa Miriam, qué bueno que veniste!—Me saludó muy cordialmente en cuanto llegó.—Gracias por estar aquí el día de hoy.
Tomó mi mano dándole un beso como todo un caballero. Algo que sin duda hablaba bien de él.
Se sentó en la otra silla quedando justo enfrente de mi. Se veía muy ajetreado, me imaginé que la agenda del presidente daba mucho trabajo.
De inmediato se acercó el mesero y le llevó un vaso con agua para ayudar con esa sed que tenía.
—Gracias Luis.—Le dijo al recibirlo.—¿Qué nos traeras hoy? Necesitamos algo más de acuerdo a la cena.
—La señorita no ha pedido nada, así que estoy abierto a lo que necesiten.
—Muy mal Miriam. Esta noche es para que la disfrutes.—Me dijo con una gran sonrisa.—Asi que no escatimes en pedir.
—Te agradezco mucho.—Le respondí aún nerviosa.—Pues creo que me sentiré bien si pido lo mismo que tú.
—No deberías subestimarme.—Me respondió con bastante carisma.—Yo soy de gustos bastante fuertes.—Giró su cabeza para hablar nuevamente con Luis quien era el mesero que nos estaba atendiendo.—¿Qué te parece si nos traes algo de coctelería para empezar? Esta primera ronda te la dejaré a ti para que nos sorprendas.
—Será un honor señor.—Luis juntó sus manos para retribuir la indicación.—Iré por ellas inmediatamente.
—¿Qué hay de la cena?, ¿ya está en proceso?
—Los cocineros ya están por terminar señor. Pronto estará aquí.
—¡Excelente!
Parecía como si quisiera todo a prisa. Quizá su jornada le hizo entrar en un ritmo en el que ya era necesario estar en todo con rapidez.
—¿Cómo has estado?—Me preguntó mirándome a los ojos.—Tu hermosura ha ido en aumento por lo que veo.
—Creo que la vida me ha tratado bien.—Dije sin modestia pero con carisma.—Auque por lo que veo, no tanto como a ti.
—Esto es más esfuerzo y suerte que obra de la vida.—Me respondió sin quitarme los ojos de encima.—La vida me ha premiado más al dejarme verte nuevamente. Mira que fue difícil encontrarte.
Pude notar en él, un tono de adulación verbal que utilizan las personas que saben usar las palabras. Seguramente en la política había aprendido algo de "verbo" pues vivía de las palabras y eso mismo estaba aplicando conmigo. Me sentí halaga pues no estaba mal escuchar buenas palabras hacia ti de vez en cuando.
—Por cierto, perdona la incomodidad que pudiera generar esta situación y la forma en la que te han traído hasta aquí.—Me dijo tomando mi mano sin temor alguno. Estaba yendo tan acelerado que hacerlo fue muy normal para él.—El tener la privacidad es uno de los principales factores en mi vida.
—Entiendo, no es incómodo no te preocupes. Solo es raro.—Le dije sin soltar mis manos, sentir su calidez era muy agradable.
—Así me pasó al inicio de todo esto.—Me soltó y se recargó en la silla.—Pero sin darme cuenta ya me había acostumbrado a todo eso. Ahora sería difícil dejar de hacerlo.
—Tampoco creo que eso sea algo con lo que no se pueda lidiar.—Dije para verme comprensiva en todo aquello.
—Que bueno que lo digas.—Me dijo emocionado.—Por un tiempo esta será la forma en la que nos veremos. Claro, si aceptas que los sigamos viendo.
Yo no dije una respuesta, solo reí intentando que se entendiera como algo afirmativo. Aunque mi estilo era mucho más calmado, no pretendía perder esa oportunidad.
La noche fue muy linda, con ella evité pensar el hecho que estábamos en una casa escondida del gobierno, a la mirada de la nada.
Los alimentos fueron muy ricos, la dosis correcta, el servicio excelente y el ambiente adecuado.
Nuestra conversación fue fluida, conversamos de varias cosas importantes, muchas de ellas remontando a nuestra etapa de la prepa. Fue un tiempo corto, el resto hablamos de nuestras vidas y trabajo, tema en el que claramente me superaba. Aún así cuando le conté de mi, se mostró muy atento y respetuoso. Hizo preguntas de interés lo que me hizo darme cuenta que me seguía la plática.
Yo hice lo mismo con él, me interesé en sus temas y pregunté lo que creí correcto. Al final los tabús se rompieron y me sentí muy bien a su lado. Con esta convivencia desapareció del todo el hecho de sentirme inútil y no perteneciente a su liga.
Era muy gracioso, al menos más que cuando lo conocí. Pasó de ser el chico tímido a alguien con una facilidad impresionante de palabras. Incluso más que yo, me consideraba muy social.
Estuve cerca de dos horas en esa mesa con él. Un violinista en vivo, cenando al aire libre, comida de primera, un acompañante especial y una plática amena. Todo eso casi me hizo olvidar que estábamos siendo vigilados constantemente por hombres armados que recorrían el perímetro sin cesar. Llamadas e interrupciones por parte de sus hombres para asuntos importantes. Yo me mostré comprensiva, sería absurdo querer al presidente solo para mí. Con ese tiempo que se tomó para convivir conmigo, me dí por bien servida.
Después de esas dos horas, la noche terminó. Fue muy pronto pues yo me quería seguir divirtiendo pero entendí que no fue posible.
—Tendrás que disculparme nuevamente.—Me dijo tomando mis manos nuevamente y acercándose a mi.—No te imaginas cuánto tiempo deseé tenerte así de cerca, mirar tus ojos hermosos y decirte a la cara lo bien que la pasé contigo.