Pasamos los siguientes minutos de una manera increíble. Conversamos de mi trabajo, de algunos chismes y todo muy normal. Después de eso no pude evitar ver en sus ojos que no estaba tan bien como intentaba disimular. No quería preguntarle pues sabía que al hacerlo ella rompería en llanto y toda nuestra tranquila mañana iba a terminar.
Me aguanté lo más que pude pero al final supe que debíamos hablar de eso por mucho que lo quisiéramos evitar.
—Mamá, ¿Está todo bien?—Bajé un poco de voz para hacerlo con tacto.
—Si hija ¿Por qué no lo estaría?—Me preguntó como si de alguna forma no conociera sus sentimientos.
Tomé su mano para seguir la conversación.
—Está bien si hablamos de lo ocurrido. ¿Cómo te sientes?
Me volteó a ver muy fijamente, por más que quería resistir ya no pudo y se soltó en llanto. Traté de tranquilizarla pero no pude, en ese momento caí en realidad de lo que pasaba y me sentí mal.
Mi madre hizo lo que no quería ver pero que era inevitable. Lloró como nunca antes, sacó su frustración, tristeza y enojo al mismo tiempo.
—Tengo mucho miedo de no volver a ver a tu padre.—Me contó con gran desesperación.—Se escuchaba muy preocupado, sin duda algo le va a pasar.
Yo no dije nada, solo le tomé de la mano para darle fuerzas. En mi opinión mi padre lo había vuelto a hacer pero no iba discutir eso con mi madre.
—Colgó diciendo que tenía que irse de ahí.—Continúo su relato una vez que se calmó un poco.—Dijo que ese lugar nadie lo debería encontrar, solo tú.
—Tranquila mamá, volverás a ver a mi papá.—Le dije para consolarla.—Yo iré a ese lugar.
Mi madre se quedó más tranquila con esas palabras, le dí esperanza y eso es lo que deseaba. Obviamente no estaba en mis planes ir allí. No tenía la intención de involucrarme con las tonterías de mi padre.
Terminamos de desayunar y me fui a mi trabajo. Esa llamada de mi progenitor había ocupado mi mente y no me dejaba pensar en lo verdaderamente importante que era mi cena con Esteban.
Claro que no fue una gran cena como me hubiera esperado pero al menos cumplió la función de ser única y especial.
Conforme el día pasó y me concentré más en eso. El destino me premió al recibir un mensaje de mi nuevo amor. Abrí mi celular y decía.
"Hola hermosa Miriam. Esta línea es segura así que podemos escribirnos. Disculpa si no puedo contestar muy seguido pero entenderás que el trabajo y mis funciones me dejan poco tiempo. No debes dudar ni un momento en que no estoy pensando en tí. Ten lindo día "
Fue muy emocionante recibirlo. Me dió la impresión que le importaba, que hacía lo posible por saber de mi. Se tomó el tiempo de escribir algo lindo y romántico, pero al mismo tiempo me rectificó el hecho que lo nuestro sería muy difícil y raro. Sonaba como si nos escondieramos. Podía ser un poco excitante pero a la vez irritante pues era un hombre al que me gustaría presumir.
Que tonta fui en la prepa por rechazarlo, pero era joven y mis intereses eran otros. Tipos como Roberto eran lo que me atraía. Atrevidos, guapos, de buen cuerpo, aventureros, que le aportaran algo a mi aburrida vida.
Ya entendí que nada de eso necesito. Lo tuve que aprender a la mala pues con ninguno me fue bien. Roberto fue la última persona de ese perfíl. Gracias a él me quise dar un tiempo a solas y estaba funcionando, hasta que apreció el querido presidente.
En mi trabajo no me pude concentrar mucho. Con todas estas cosas en mi cabeza era muy difícil.
Mi amiga Berenice lo notó. Yo no era muy social pero con ella me llevé muy bien desde el primer día. Gracias a eso rompí el estatus de antisocial que tenía por el de selectiva.
Llevábamos dos años trabajando juntas, eso nos dió el poder de conocernos mejor mutuamente y poder distinguir cuando algo pasaba.
Tuve una pequeña conversación con ella, solo le dije que un ex compañero había aparecido a mi vida pidiéndome una oportunidad.
Me aconsejó lo mismo que yo había estado haciendo. Darle una oportunidad y no preocuparme por el pasado. Total, si él me estaba buscando era por algo y significaca que no lo traté tan mal y si lo hice había funcionado.
También me dijo que no me cerrara del todo a otras opciones. Claro que ella no sabía que era el presidente de quién hablábamos y hasta donde había podido ver, él me podía investigar sin problema. Pensar en otro hombre no creía que fuera una buena opción.
No tenía muchas opciones pero dicen por ahí que cuando menos buscas ahí aparecen.
Terminé mi día y lo único que deseaba era irme a la casa. No habia tenido una buena noche por los sueños raros y deseaba recuperarme.
Al llegar entré como siempre después de estacionar mi coche en la calle. Ya no me preocupaba hacerlo como al inicio, ahora solo confiaba en que no le pasaría nada. Culpa nuestra por tener una casa sin estacionamiento.
Entré y mi mamá ya estaba viendo su novela. Un único entretenimiento para ella lo cual me hizo meditar el invitarla a salir un día.
Me acerqué a ella, le dí un beso y me disponía a ir a la cocina cuando tocaron la puerta.
Con un poco de molestia dí la media vuelta y me dirigí a la puerta para abrir.
Al hacerlo noté que eran dos policías y un hombre de traje justo enfrente de ellos. Eso me distorsionó la mente un poco y me dió un mal presentimiento.
—¿Es el hogar de la señora María Zamora?—Preguntaron con voz seria por el nombre de mi madre.
—¿Quién la busca?—Pregunté tratando de hacerme la interesante yo también.
—Buenas noches señorita.—Me respondió el hombre de traje tranquilamente.—Somos del departamento de policía y tenemos un mensaje para ella.
Dudé por un momento entre dejarlos pasar, hablarle a mi madre o pedir que el recado me lo dieran a mí.
Al final me decidí por la última opción la cual me pareció la más segura.
—Si ella no está en casa con gusto le dejaremos el recado.—Me respondió intentando mirar hacia dentro.—De lo contrario me temo que ella debe escucharlo pues son malas noticias y necesitamos ayudar en lo que nos sea posible.