La Novia Del Presidente

Capitulo 34

—¿Dónde estoy?, ¿por qué me tienen aquí?—Estaba tan harta y desesperada que por fin rompí el silencio, ya no me importaba nada.—¡¿Qué les sucede?!, ¡Esto es inhumano!

Habían pasado más de cuatro horas, o al menos eso calculé desde que llegué ahí, en un cuarto que olía a popo. Era como un chiquero, un lugar donde se crían animales de granja como puercos o gallinas.

Mis pies estaban en contacto directo con el lodo. La única rigidez que habían probado mis pies, fue una roca muy afilada que estaba en la esquina de aquel lugar. Cuando quise descansar, puse mis pies en ella y eso me ocasionó una cortada.

La suciedad podía resistirla, incluso el mal olor podía superarlo. Con lo que ya no podía era con el intenso calor que hacía. Sudé por horas, saqué hasta el último gramo de grasa, puedo jurarlo. Podía sentir las gotas escurriendo sobre mi piel. No sabía que tenía tanta agua adentro.

Justo cuando creí que ya no podía más, detoné con algo aún peor… había cucarachas en varios sectores del lugar.

Me puse en el centro de la habitación, estaba aterrada al ver a esos insectos. Noté que solo se movían en las esquinas, quizá ellas también querían salir de ahí o simplemente la temperatura estaba mejor en ese sector.

Pasé mucho tiempo cuidando que no se acercaran a mi y de ser el caso correr hacia otro lado. El susto que me dieron fue suficiente para recuperarme y sentir de nuevo ganas de gritar, arañar, suplicar salir de ahí. Minutos antes había pensado que me desmayaría y eso no me lo podía permitir. No caería en esas condiciones, no sabiendo que esos insectos podían subirse a mí.

—¡Sáquenme de aquí por favor!—Suplicaba mientras me sumergía en el lodo procurando no caer.—¡Hago lo que me pidan, pero déjenme salir!

Mi voz estaba ya rasposa de tanto grito. Al inicio me prometí no decir nada pensando que con ese tipo de hombres me iría mejor si no me resistía. Pero ahora con toda esa desesperación ya me daba igual.

Me martiricé gritándome que había sido una muy mala idea ir a Guadalajara, incluso culpé a mi padre por aquella desgracia en mi vida. Después culpé a Luis por raptarme y no defenderme como debía. Por último culpé a Esteban, ese hombre que me convenció de ir ahí y que no me acompañó como debía haber sido. "Mis hombres te llevarán conmigo en la ciudad" Repetí sus palabras con burla y coraje. No debía hacerle caso.

Culpé a todos excepto a mi misma, y de todos, yo tenía más culpa pues fueron mis decisiones. Quería ser la primera dama y quería ser una hija engreída. Quizá era un castigo divino por mi soberbia y por ser tan mala hija.

Si existía el infierno, seguramente lo estaba viviendo en ese momento. De otra forma no me explicababa mi mala suerte.

Casi como si el destino o Dios me escucharan. Se abrió la puerta que me había mantenido encerrada ahí. Vi como entró un poco de luz a la habitación y eso me motivó mucho. Tal vez, al fin podría salir de ahí.

En esos pocos segundos me arrepentí de todas mis acusaciones a las personas, principalmente a Esteban quien probablemente entraría ahí para salvarme.

Y también con el fantasma de mi padre que a esas alturas, me imaginaba que entraría ahí solucionando sus remordimientos para salvarme.

Mi última opción era ver a Luis, creyendo que ese bastardo iría por mi con la intención de capturarme de nuevo, aunque fuera así, prefería estar con él y no en ese lugar que me encontraba.

Al final no fue ninguna de esas tres opciones. Entraron tres hombres, los tres tenían camisa de manga corta. El del centro era un hombre rubio con cabello corto.

Este fue el encargado de acercarse a mi para hablar.

—Hola Miram ¿Cómo estás?—Mantuvo cierta distancia, era como si no quisiera acercarse del todo por la suciedad.—Siento mucho esto pero era necesario.

—¿Necesario para qué?—Pregunté en modo retador.

—Acompáñanos y lo sabrás.

El hombre se veía muy limpio y sin intención de hacerme daño. Me dió un poco de confianza avanzar sin empujones o sin que me obligaran. Además de querer salir corriendo de ahí.

Caminamos hacia la entrada y ahí se detuvo nuevamente para hablarme.

—Después de cruzar esta puerta.—Me dijo con mucho suspenso.—Solo tendremos muy pocos minutos para una última cosa, te pido paciencia y comprensión pues después de eso podrás hacer las preguntas que necesites.

El hombre me asustó a tal grado que no sabía si salir o quedarme con ese olor. Parecía que las cosas si podían empeorar.

Salimos de ahí, la luz del sol me lastimó los ojos. No pude mirar bien el lugar, solo distinguí mucho pasto.

Me llevaron a otro lado no muy lejos de ahí, lo hicieron como si les urgiera, así que llegamos muy rápido.

Era un lugar muy diferente al que habíamos estado. Se parecía más a un laboratorio clandestino que a otra cosa.

Había muchos instrumentos de computación, la tecnología parecía muy avanzada pero el lugar no ayudaba mucho.

Las paredes eran de cemento y madera mientras que los techos eran de lámina. Era como si hubieran querido improvisar esa construcción.

Había un par de personas ahí que parecían ser los encargados.

Al llegar, ellos me recibieron. Me dieron una atención más digna aunque no hablaron mucho.

Me llevaron a una silla muy similar a la que usan los dentistas. Me pidieron amablemente que me sentara ahí. Aunque lo hicieron de manera educada, el no saber que pasaría me hizo sentir mucho temor.



#1359 en Novela romántica
#465 en Otros
#88 en Acción

En el texto hay: acción drama romance

Editado: 22.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.