Una vez en la silla, se acercó uno de ellos con un sensor que comenzó con su ruido molesto una vez que llegó a mi brazo izquierdo. Ese mismo ruido se repitió en mi cabeza, muy cerca de mi nuca.
El segundo hombre se acercó y con un equipo muy especial que parecían unas pinzas pequeñas, me extrajeron aquello que había ocasionado el ruido.
Al parecer tenía un par de chips rastreadores. Después de quitarmelos, el hombre los tiró al suelo y los rompió con un pisotón. Después de ver aquello, me pregunté ¿Qué otros misterios me encantaría en aquel lugar?
Me retiraron el rastreador a tiempo. Jamás me imaginé que alguien se hubiera atrevido a ponerme algo así. De inmediato pensé que Luis había sido el responsable en su intento por capturarme. Me molesté mucho con él solo de pensarlo.
Cuál sería mi sorpresa al resolver el misterio.
—Ahora podemos hablar como te lo prometí.—Me dijo el hombre rubio al recibir la confirmación de que no había más chips.—Podemos salir y responderé todas tus dudas.
Yo estaba tan confundida y harta que no tenía más tiempo para los juegos, ni siquiera quería quedarme ahí, y así lo expresé.
—Lo que quiero es irme de aquí.—Dije con mi tono retador.—¡No quiero ser prisionera de nadie!
—El termino prisión es mucho más profundo de lo que conoces realmente.—Comenzó a caminar hacia mi para darme su mano.—De hecho, ahora mismo estás en una prisión y no me refiero a esta.
Se acercó y me dió la mano para ayudarme a levantarme. Esta vez lo hizo con mucha delicadeza, era un trato muy distinto al que había tenido hasta ese momento.
Bajé de la camilla y miré a todos los que ahí estaban. En total había cinco personas, los dos técnicos que estaban desde que llegué, el hombre rubio que me intentaba explicar y dos de sus hombres que le cuidaban.
Eran demasiados como para intentar cualquier cosa. Ni por la fuerza y tampoco intentar algún otro recurso, todo fracasaría, así que intenté seguir el plan.
—¿Por qué me trajeron aquí?—Pregunté con el tono más amable que pude.—¿Es un secuestro?
Esas palabras me recordaron a la primera vez que me llevaron ante Esteban. Desde ese día parecía mucho más sencillo que todos olvidaran mi libertad y me secuestran cada vez que se les antojaba.
—No estás secuestrada.—Dijo con un toque de soberbia.—Sin embargo te voy a rogar que no te vayas sin escuchar el porqué estás aquí. Se trata de tu padre...
Sus palabras retumbaron en mis oídos con tan solo recordar a mi padre.
Era una nueva incógnita el saber qué relación tenía mi padre con esa organización. Era el momento para saberlo y estaba a punto de recibir respuesta.
Me quedé quieta y con mi mirada le indiqué que deseaba saberlo.
El hombre me llevó tomándome de la mano. Salimos por esa pequeña puerta de metal para recibir los rayos del sol en mis ojos y todo mi cuerpo.
Caminamos lentamente por la calle. Solo así se me ocurría denominar a ese lugar.
Era un lugar clandestino al aire libre. Había varias chozas montadas de imprevisto. Un campamento rebelde, esa sería la denominación que se le daría en la actualidad.
Podían verse niños jugando, mujeres lavando ropa, personas moviéndose por todos lados como si fuera un barrio de la ciudad. Los hombres que vigilaban estaban en cada esquina con varias armas de largo alcance. Ya me estaba acostumbrando a mirar ese tipo de cosas como decoración. Anteriormente, cuando lo ví por primera vez, el nerviosismo se apoderó de mi creyendo que en mi vida jamás pasarían ese tipo de cosas.
Pero ahora ya era algo tan común que estaba pensando en comprarme una propia para defenderme. Era un pensamiento bromista pues aunque lo hiciera, no me creía con el corazón o sangre fría para detonar algo así.
—Todas estas personas que ves aquí son unos guerreros.—Me dijo con tono suave interrumpiendo mis pensamientos.—No solo me refiero a guerreros que luchan en guerras. Son del tipo que toman la batalla de la vida día a día y que se esfuerzan por lograr sus metas aunque todo el mundo esté en su contra.
Mientras hablaba, pude ver con otros ojos a esas personas. Unos ojos de valor y de admiración pues estaban en condiciones a las que yo consideraría difícil, pero ellos estaban muy contentos.
—Estas personas son lo único que queda de una revuelta para tumbar al sistema y al gobierno.—Continuó hablando con mucha seriedad.—Son y serán héroes para un país que no los aprecia. Peor aún, que los considera menos.
No entendía el por qué me contaba todo eso ni a qué quería llegar. Para mí claramente eran los malos y no por lo que hicieran socialmente. Lo eran porque me habían privado de mi libertad y mantenido en un lugar espantoso.
—¿Qué sabe de mi padre?—Pregunté cortando su conversación intentado llegar al punto de todo eso.—Me dijo que no podía irme sin saber de él, ¿Qué es eso que necesito saber?
—Tu padre es un héroe como todos los que ves aquí.—Su tono de voz era de orgullo. En verdad lo apreciaba.—Digo "es" porque aunque lo hayan matado, sigue estando con nosotros.
Nuevamente me dió escalofríos al escuchar que lo habían matado. Pero en esta ocasión no deseaba evadir más el tema, necesitaba resolverlo de una vez por todas.
—¿Quién lo mató?—Pregunté con voz alterada.
—Lo mataron esos que consideras buenos.—En ese momento su tono de voz me desesperó.
—¿Quiénes son?—Pregunté con más autoridad y sin nada de temor.—No quiero más historias ni reflexiones. Hable sin rodeos.
El hombre se me quedó mirando, quizá lo había ofendido por su forma de llevar la conversación o tal vez, se había admirado por mi forma de retarlo.
—Las personas que lo mataron pertenecen al gobierno.—Me miró a los ojos.—Más específico, trabajan para el presidente Esteban.