Tres días pasaron, mismos en los que no puedo decir que disfruté el tiempo ni mucho menos que la desesperación no se apoderó de mí.
Fue el tiempo que pude resistir las presiones de Sergio. Aparentemente la batalla que luchaba se le había ido de las manos y descifrar el código para descubrir lo que mi padre había dejado era su única salvación.
Durante aquellos días, sólo escuchaba amenazas y comentarios malos hacia el gobierno y sus representantes. Las ocasiones en las que salí a pasear, la gente hacia reuniones como si estuviesen manifestandose. Subían pancartas y banderas en las que expresaban su odio y desconformidad contra ellos, era como un tipo de motivación para seguir su causa.
Las personas que me veían intentaban contagiarme esos sentimientos para que me uniera de corazón a ellos, sinceramente no me faltaban motivos para odiar al presidente y ya los que estaban con él. No me consideraba una persona extremista ni de las que se manifiestan. Nunca me gustó la política y la forma en la que el gobierno estaba llevando al país, pero prefería abstenerme de todo eso y seguir con mi vida fingiendo que nada ocurría.
Mi motivo para odiarlo era diferente, algo más personal. Se trataba del hecho de que Esteban me había declarado la guerra con sus acciones.
También tuve el tiempo para reflexionar sobre la posibilidad de unirme a ellos. Aunque mi prioridad era regresar a casa para cuidar a mi madre y que ella pudiera estar bien, en mi había nacido el sentimiento de venganza. Pero lograr algo así por mi cuenta sería casi imposible, no podría ir y reclamarle Esteban, darle una cachetada y darme por bien servida, además de que eso me costaría probablemente la cárcel... "el querido presidente estaba muy bien vigilado y protegido"
No, tenía que hacer algo más, y sin duda aquel grupo podría ofrecerme una oportunidad para vengarme.
Mis opciones eran muy reducidas, realmente ese grupo era tan extremista que unirme a ellos significaba renunciar a mis ideales totalmente. La otra opción era encontrar aquello que buscaban con tanta desesperación y darle un uso propio, esa opción sonaba un poco más compleja pero era lo mejor que podía hacer. Para lograrlo, primero tenía que salir de ahí, algo que no sería para nada sencillo y menos en ese momento que Sergio regresaba con algunos de sus hombres clavándome la mirada desde que me vió.
—¡Ahí estás!—Me dijo acercándose a mi rápidamente.—Necesitamos más datos, el lugar que nos diste es muy estrecho. En las coordenadas exactas no hay nada, estamos buscando por todo el perímetro pero podemos tardar días en encontrar.
Me puse muy nerviosa, aparentemente él no se había dado cuenta qué lo habían mandado a unas coordenadas falsas. Seguía creyendo que yo le iba ayudar a encontrar el lugar. No supe que contestarle, me quedé seca pues cuando hice ese plan fue pensando que lograría escapar antes de que se dieran cuenta. Pero ahora con mi sed de venganza, me había quedado ahí y sin ideas.
—¿Dejó escrito algún lugar, otra pista?—Seguía insistiendo.—O quizá te equivocaste.
—Voy a revisarlo inmediatamente.—Le dije con voz optimista.—Veré si se me escapó algo.
Afortunadamente no sabían que el código era bastante sencillo, quizá ellos se imaginaban un sistema complejo en el que las ideas podrían confundirse. Yo no iba a evitar que él pensara lo contrario.
Con un poco de dudas me dejó ir nuevamente a la habitación. Respiré en cuanto pude entrar y cerrar la puerta, dejé de sentirme vigilada y con aquella privacidad que se había convertido en un refugio me relajé.
"¿Qué hago?, ¿qué hago?
Comencé a pensar mientras caminaba por toda la habitación, era el momento ideal para tomar una decisión. No podía seguir dejando que el tiempo pasara, tenía que actuar rápido.
De pronto y provocándome un susto, alguien llamó a mi puerta. Mi peor temor era que Sergio me hubiese seguido para verme trabajar, eso hubiera complicado las cosas, así que rápidamente pensé en algún pretexto para decirle.
Abrí la puerta intentando lucir lo más normal y relajada posible, esto se convirtió en una realidad cuando vi que quién había tocado era Omar, aquel joven rebelde que iba a endulzarme mis días.
—¡Hola! ¿Cómo estás?—Me saludó tan alegre como siempre.—¿Qué estás haciendo?
Esa vez lo recibí con una mirada de molestia. No porque su compañía me hiciera mal, si no por el susto que me metió.
—Estoy un poco estresada.—Le respondí una vez que le dí la espalda.
—Pues traigo noticias que tal vez te animen.—Me dijo pensando que podría haber algo que me levantara el ánimo… no sabía nada.
—¿Cuáles son esas noticias?—Le pregunté por cortesía.
—¡Vamos ganando la guerra, dentro de poco tiempo el gobierno caerá!
Cuando dijo esas palabras me giré para verlo a los ojos. ¿Qué podía tener de bueno una guerra? Me pregunté.
Aún con todo mi deseo de venganza no deseaba que eso pasara, que gente saliera lastimada, y menos que un joven se sintiera feliz por una batalla. Me hacía sentir un poco mal.
Le había llamado guerra, para mí eso es un conflicto armado muy grande en el que dos grupos se enfrentan hasta destruirse.
Quizá afuera de esa fortaleza estaban pasando cosas más allá de mi imaginación. Yo creía que solo eran ataques y manifestaciones como las que había presenciado antes, pero sus palabras me abrieron los ojos, el evento bélico era mucho más grande de lo que yo me había imaginado.
Se había desatado una guerra por lo que mi padre había escondido. Esa así era la reina de las intensidades, así que no me quedó más duda, tenía que irme de ahí y descubrir yo misma lo que todos querían.
—Omar, necesito tu ayuda.—Le dije mirándolo a los ojos.
—Claro que si, dígame ¿Cómo le puedo ayudar?
La nobleza y amabilidad que mostraba Incluso en sus ojos, era tanta qué no entendía como una persona así podía estar orgulloso de una guerra.
—Necesito escapar de aquí.—Le dije muy seria.—Eres la única persona en la que puedo confiar, ayúdame por favor.