Afortunadamente para mí y mi mente llegamos a nuestro destino. La camioneta pasó por unas rejas y entró en un camino que parecía como una granja, enfrente había una enorme casa de color blanco, no se veía tan lujosa ni protegida como en las que había estado antes con Esteban, pero sin duda esta también le pertenecía. Lo supe porque cuando me levanté para ver el camino, lo ví en la entrada principal esperándonos.
Me bajaron de la camioneta presionandome por ambas manos. Me llevaron enfrente del querido presidente, quien mostró una actitud muy amable.
—¡Miriam querida!—Dijo acercándose a mi para tomarme de los hombres, tenía la intención de darme un abrazo.—¡Me alegro mucho de que estés bien!
Yo no le contesté y tampoco retrocedí, aunque quería hacerlo. Lo evité porque sus hombres estaban detrás de mí, no tenía espacio suficiente para dar ni un paso hacia atrás, pero mis manos las mantuve abajo y mi mirada penetrante en su rostro.
Él notó que lo estaba viendo con odio y desprecio, así que intentó dulcificar las cosas preguntándome amablemente.
—¿Cómo estás?, ¿qué ha pasado?—Usó un tono de desconcierto, como si no supiera lo que habia pasado.—Lo último que supe fue que te perdiste en el aeropuerto.
Al mencionar esas palabras me hizo recordar toda la travesía que había vivido desde mi encuentro con Luis hasta el secuestro de los rebeldes. Balaceras, peligro, fuego, todas las escenas traumáticas e incluso enterarme que él había sido el autor intelectual de la muerte de mi padre.
Sabiendo eso no pude más y exploté con lágrimas en mis ojos gritándole.
—¡Eres un maldito mentiroso!
Sus hombres me habían soltado pensando que todo estaría bien. Aproveché ese momento para darle una cachetada a intentar golpearlo pero sus guardias nadamente intervinieron para sostenerme y evitar las agresiones.
Solo pude darle una cachetada, desafortunadamente no pude sacar todo mi rencor y coraje con ese golpe.
Él se sorprendió pero no retrocedió, me siguió viendo con ternura como si comprendiera todo lo que yo había pasado.
Era un excelente actor, un bastardo, incluso tenía la demencia de hacerse la víctima en un momento así.
A pesar de que me sostuvieron yo necesitaba seguir sacando mi ira y lo hice de forma verbal.
—¡Eres un asesino!—Lo miré con odio directamente a sus ojos.—¡Lo vas a pagar, te lo prometo!
Sus hombres intentaron jalarme hacia atrás para alejarme de él. Ahora yo era la peligrosa o al menos así lo hacían ver.
No se daban cuenta que ellos eran unos asesinos que desaparecieran gente a su conveniencia.
Esteban se quedó parado en esa posición y caminó hacia adelante para entrar en un rango en el que su voz pudiera ser lo suficientemente clara para seguir conversando conmigo.
—No se que ideas te habrán metido esos hombres.—Me dijo para tratando de perturbar mi mente.—Pero te aseguro que nada es verdad. Debes relajarte, ahora estás a salvo.
—¿A salvo? Justo has dicho que no sabes dónde estaba.—No me intimidé para nada y le seguí retando.—Y has mencionado a esos hombres, tus enemigos...los amigos de mi padre...¡Al que mataste!
Esteban se quedó en silencio, lo había acorralado y era claro que no tenía cómo contrarrestar mi reclamo.
Pude ver en sus ojos un poco de sorpresa, algo de lo que dije él lo desconocía y le acababa de dar nueva información. Aún así, por más que fingía haber sido noble y bondadoso, sabía que era el culpable de todos los males que me habían ocasionado, así que no iba a retroceder en mi forma de hablarle ni en verlo como el enemigo potencial que era.
—Él único mentiroso aquí eres tú.—Continúe sacando mi rabia.—Mr buscaste después de tanto tiempo solo porque necesitabas encontrar a mi padre.
Esteban poco a poco cambiaba su semblante, pasó de uno hipócrita a uno en el que aceptaba todo... su verdadero yo estaba a punto de salir.
—Tú y yo tenemos mucho de que hablar.—Me dijo con tono seco. Luego extendió su mano para indicarme que debíamos entrar.—Pero ven y come algo primero.
Me tomó de la mano para invitarme a avanzar pero inmediatamente me safé para seguir con mi actitud ofensiva. Con mi mano recién liberada intenté darle un puñetazo pero esta vez sí lo esquivó.
—¡Yo no quiero nada de ti!—Le grité desesperada.—¡Y tú tampoco tendrás nada de mi!, ¡No te daré las coordenadas, prefiero ir a la tumba que ayudarte!
De pronto, Esteban tomó una actitud que me preocupó y me dió un poco de miedo. Nunca la había visto así, sus ojos se hicieron grandes, su ceño se frunció y su tono de voz cambió a uno desesperado, parecía que incluso se podía quebrar en llanto en cualquier momento.
—¡Miriam por favor, no tengo tiempo para esto!—Me retó mirándome como un padre regañando a su hijo.—En este momento hay una guerra en el país además de varias situaciones a las que me tengo que enfrentar. No me puedo dar el lujo de perder el tiempo en tus berrinches. Hablemos y después tomas tu decisión.
No cabe duda que aquel ya no era el Esteban que había conocido en la prepa. Había perdido su timidez y ahora era un hombre decidido con muchas responsabilidades. Estaba cargando el peso de un país entero y a mi parecer, lo estaba haciendo de buena manera. Era normal que viera por sus intereses primero pero así no era él... sí, aquel Esteban que prefería quedarse sin algo para entregármelo amigo a un compañero, había desaparecido.
No me quedó más remedio que aceptar. Sin importar cuanto lo odiara, no tenía la forma de acabarlo en ese momento.
Influyó en mi decisión el como me pidió las cosas. Se veía frustrado y no era para menos, me imaginé que lidiar con una guerra y que todo un ejército quiera ir tras tu cabeza, no era fácil. Además no perdía nada al escuchar su versión, quizá él me propondría algo de interés.
Lo que más agobió a mi cabeza fue que yo sí me había ilusionado con él, más allá de su puesto y posición seguía viendo a ese chico sencillo que me pretendía en la prepa. Una persona que en ese momento no valoré y que ahora me podría traer el amor que tanto hubiese deseado y tener en una relación.