Me impresionó la eficacia del secretario para reunir esa información en tan poco tiempo. Sin duda el uso de la tecnología era un gran beneficio o un perjuicio según a quien le corresponda.
La base de datos con la que contaba así como el reconocimiento facial, eran muy buenos.
—Junto con él hemos capturado a uno de sus generales.—Contonúo con el reporte.—Su moral ha bajado pero no por el ataque que hicimos. Según su general, la moral decayó porque su plan se basaba en adquirir el maletín rojo y la única persona que podría encontrarlo, desapareció.
—¿Ellos desconcen que Miriam escapó?—Pregunté intrigado.
—Si, la fueron a buscar durante el bombardeo pero la habitación ya no existía.—Me contestó igual de contento que yo.—Solo asumieron que el fuego la consumió
Esa había sido una magnífica noticia para mí, pues el enemigo había perdido todo en ese ataque.
Su arma secreta era Miriam junto a ella el desprestigio social que traería encontrar el maletín rojo. Ahora ellos la creían muerta así como sus esperanzas de ganar la guerra.
Sabían que eran inferiores en la cuestión militar, pero con eso habrían podido dar la vuelta a la batalla.
No los culpo, de estar en sus zapatos, hubiera pensado en la misma estrategia pues solo un golpe de esos acabaría con todo un país y un gobierno.
Ahora ellos estaban totalmente desmoralizados, creían que su victoria estaba terminada y yo tenía entre mis manos al principal opositor. Podía culparlo de crímenes de guerra, entre otras cosas que más adelante resolvería.
Así de fácil y sencillo se había terminado todo, ahora mi único enemigo era el resto del gobierno quienes ya se habían enterado de lo del maletín rojo. Fue un descuido de mi parte pero bien lo podría disfrazar con el conflicto de aquella guerra. Sí sabía jugar mis cartas podía ser un ganar, ganar para mí.
No había vuelta atrás, debía permanecer fuerte ante aquella situación, algo de lo que debía presumir en todo mi gobierno.
El secretario salió de la habitación después de notificar que ya lo único que restaba era reunirme yo mismo con aquellos hombres y extraer el resto de información para conocer los otros puntos de resistencia, su número, las armas y demás detalles que nos ayudarian a exterminarlos por completo. Gracias a su baja moral, no se rehusarían a cooperar.
Salí de ahí y caminamos por el campamento, al hacerlo pude notar que nuestros hombres estaban algo alegres, el tema de la victoria les había ocasionado esa sensación. Los comprendía perfectamente, pues después de eso podrían regresar todos a casa sin ningún rasguño. Aunque la guerra no había terminado, podíamos presumir que lo más difícil ya había pasado.
Me llevaron a donde tenían a los prisioneros y ahí fue que pude conocer a Sergio. Al mirarlo pude ver a un hombre de 50 años, con cabello blanco, delgado, su mirada decaída, con una camisa blanca y unas bermudas verdes, sus pies están protegidos por unas botas de casquillo.
A simple vista no me pareció la gran mente maestra que me había puesto en esa situación, pero las apariencias engañan. Yo mismo había intentado esa estrategia para parecer algo que no era con Miriam, mi novia y el resto de gobernadores. Las máscaras son muy útiles para moverte en la sociedad, por eso todos debemos llevar una.
Estaba acompañado de otras tres personas, una de ellas era su general mientras que los otros dos eran soldados que tenía la misma expresión en su cara y que gracias a ellos habíamos podido obtener la información que necesitábamos. Pedí que se les diera un trato justo y humanitario, eso incluía a darles de comer y beber. No solo lo ordené por esa cuestión, sino que los necesitamos vivos para que siguieran cooperando.
Me acerqué a una distancia considerable para poder hablar con Sergio. Desde ahí comencé a cuestionarlo acerca de sus acciones, pero no en forma de reclamo, fue haciendo una plática. Me interesaba conocer su forma de pensar para así evitar en un futuro que otras personas hicieran lo mismo que él. Ya que aunque perdiera la guerra, para muchos sería un héroe que motivaría a otros más.
Él no quiso hablar mucho, se notaba su odio a pesar de que no me conocía. Pude ver que no era un resentimiento contra mí o mi persona, sino contra lo que yo representaba que era al gobierno y la máxima autoridad del país.
Si pudiéramos reflexionar, yo nunca le había hecho algo a él directamente.
Se quejaba de la forma en que el sistema había destruido su vida, una de la cual yo no era consciente hasta ese momento. Aún así me pareció una forma enriquecedora de fluir en aquel momento. Sus acciones me habían hecho ver que en cualquier momento el país podría sufrir.
Cuando lo ví, no sentí ningún tipo de rencor, esto se había desvanecido junto con las llamas del campamento. Previamente tenía mucho coraje por eso ordené el ataque. Hubo un momento en el que nos miramos a los ojos, fue como si ambos nos perdonaramos por nuestras acciones pues no nos conocíamos y ahora que lo hacíamos pudimos entendernos.
Los prisioneros fueron llevados a sus respectivas celdas. Con ellos capturados, lo único que quedaba era regresar a la capital. Desde ahí exhibir que los líderes enemigos habían caído y que pagarían por sus crímenes. Era el momento justo para retirarnos. Al menos yo ya no tenía nada que hacer ahí, el resto lo podían hacer el general y sus hombres que era terminar con los campamentos enemigos restantes. Si es que estos no se retiraban antes.
También era importante dar este aviso para que el fuego se detuviera y para que los ciudadanos estuvieran más calmados.
Había un tema todavía por resolver, el hecho de que Miriam y Omar aún estaban en terreno enemigo.
—El joven Omar se acaba de comunicar señor.—Me dijo el secretario al oído.—Dice que han estado dando vueltas, necesita un punto a donde llevarla antes de que se dé cuenta.
—Si, creo que esa mujer ya no es tan necesaria.—Le respondí analizando todo.