Cuando llegué a ella, lo primero que hice fue abrazarla, girarla y comunicarme con el secretario a manera de señas. Él entendió perfectamente lo que estaba pasando y decidió delegar su misión actual para cerciorarse de que Miriam no saliera de aquella habitación hasta que yo lo solucionara.
Cuando lo ví marchar me sentí más tranquilo y la abracé de una forma más amorosa, como ella se lo merecía. No tardé mucho en darme cuenta que donde estábamos podía verse la ventana de la habitación donde Míriam estaba.
En buena hora le había otorgado la mejor habitación con una vista ideal hacia el terreno.
—¿Por qué estás aquí mi amor?—Le pregunté dulcemente para no levantar sospechas.—¿No sabes la situación en la que estamos?
—Por ti yo tomaría todos los riesgos.—Me dijo dejándome helado. ¿Qué podía yo contra decirle en aquella acción romántica?—Además tú mismo me dijiste que la batalla había terminado ¿no es así?
—La batalla terminó pero el peligro continúa.—Respondí pensativo.—Aún hay muchas cosas que hacer y no es bueno que estés paseando por el país tu sola.
Traté de ser lo menos autoritario posible, lo menos que necesitaba era reclamarle pues eso la haría molestar, además estaba muy nervioso mirando hacia la ventana para evitar que me vieran.
—¿Por qué miras tanto hacia la ventana?—Me preguntó al verme.—¿Está pasando algo allá arriba?
Tuve que regresar la mirada hacia mi novia, los nervios me estaban matando y yo estaba cometiendo errores. Después de pensar rápidamente en una excusa le dije.
—No pasa nada, solo estoy buscando al secretario.—Traté de sonar lo más convincente que pude.—Estamos por irnos de aquí, fue una suerte que llegaras a tiempo.
—No cabe duda que el destino nos quiere juntos.—Dijo ella mientras se acercaba a darme un beso.—Aún tenemos tiempo entonces, podemos ir a una de las habitaciones y demostrarme cuánto me extrañaste.
La propuesta me puso muy nervioso, no tanto por estar en la intimidad con ella, yo lo deseaba también. Me puse así porque el rechazarla no era buena idea pero tampoco podía ir a la habitación de al lado si Miram estaba ahí, sería una perdición.
Lo único que podía salvarme en ese momento era que se acelera todo y nos fuéramos de ahí en ese mismo momento.
Afortunadamente para mí no tuve que esperar mucho tiempo pues el secretario me llegó con la notificación de que todo estaba en orden para salir de ahí.
Me guiñó el ojo haciéndome ver que el asunto con Miriam estaba resuelto. Lo único que pudimos hacer fue caminar hacia los autos para salir de ahí.
Estábamos platicando, di las últimas instrucciones y me distraje un segundo, tiempo que bastó para que ella entrara a la casa. Cuando volteé ya iba rumbo a la puerta. Tenía que correr para alcanzarla pero no sabía cómo detenerla, aún así mi instinto me hizo ir hacia allá.
Corrí y al alcanzarla la detuve del brazo.
—¿A dónde vas mi amor?—Ella se detuvo sorprendida por verme ahí.—Acabamos de decir que nos tenemos que ir.
—Lo sé, solo necesitaba ir al baño.—Dijo para mí beneficio.
La acompañé para guiarla, el recorrido era muy riesgoso pues teníamos que subir y estar muy cerca de donde Míriam estaba.
Entró al baño y de inmediato corrí hacia la habitación de la invitada para pedirle que no saliera. Pero a mitad del camino me detuve pues si me veía podría ser peor.
¿Qué hacen las mujeres que se tardan tanto? No lo sé pero sin duda para mí era una eternidad esperar afuera.
Después de unos segundos ella salió del baño y la jalé muy fuerte hacia las escaleras. Mi argumento fue que se nos hacía tarde para irnos de ahí.
Ella lo entendió y se dejó llevar por mi para salir de la casa y dirigirnos hacia donde los autos estaban.
Ya solo faltabamos nosotros para que se pudiera dar salida.
—Señor presidente, debemos irnos.—Se acercó el secretario para abrirme la puerta.—El gobernador nos espera en el centro.
Justo cuando me disponía a subir se atravesó lo que menos deseaba.
—¿Quién es esa mujer que está arriba?—Mi novia preguntó muy intrigada.
Con mucho pesar en mi ser giré la cabeza para corroborar lo que ella estaba viendo... efectivamente Miriam se estaba asomando por la ventana de aquella habitación quedando a la vista de todos. Cerré mis ojos y presioné los puños, no podía creer que estando tan cerca se me estuviera viniendo abajo nuevamente el plan.
Tuve que improvisar una respuesta rápida, debía hacerlo o estaría en severos problemas.
—Es una mujer que rescatamos del campamento rebelde.—Fue lo primero que se me ocurrió decir.—Aparentemente estaba cautiva y la ayudamos.
—¿Y por qué la van a dejar aquí?—Su lado humanitario se estaba asomando.—No deben dejarla aquí sola, en medio de la nada.
—Se quedara porque vamos a rumbos totalmente separados.—Le dije con la intención de cerrar el tema.—Me dejaremos un auto para que pueda irse de aquí.
—Eso si es muy noble de tu parte.—Me dijo sorprendida por lo que le contaba.—Me gustaría hablar con ella y ayudarla.
La atención que me provocaba su necedad era demasiada. No sabía cómo detener aquella oferta que realizaba, en buena hora se fue a cruzar en mi camino.
—Mi amor por favor, es hora de irnos. Ese asunto está solucionado. No podemos esperar más.—Le insistí para salir de ahí.—Por favor sube al carro.
—Espera, espera, estoy segura que se puede detener algunos minutos.—Dijo ella con una gran sonrisa.—Si voy a hacer la primera dama debo de comenzar a tener este tipo de detalles con las personas. Debemos cuidar a nuestro país.
—Su actitud es muy noble señora.—El secretario intervino en mi defensa.—Esa mujer se quedará al cuidado del gobierno, no hay necesidad de intervenir.
—Asi es mi amor, ya habrá tiempo para que hagas lo que deseas.—La tomé de la mano para subirla con fuerza.—Podemos acelerar nuestra boda para que seas la primera dama.
Por primera vez dí en el clavo. Al usar esas palabras logré captar totalmente su atención y ella se convenció. Giró su cabeza, subió al auto y poco faltó para que me diera un beso, afortunadamente lo pude evitar girandome discretamente.