La nueva yo

Capítulo 8: Solo soy una extraña

—Shh, detente! —habló Cristhofer con autoridad, una que ya no tenía sobre mí, lo miré con soberbia. —Vayamos a mi despacho, tengamos una conversación de adultos como corresponde, solos tú y yo, sin los pequeños—los ojos de Aurora se abrieron como platos.

—Está bien—respondí mirando a los pequeños y agachándome frente a ellos.

—Miguel, Mía han crecido tanto mis amores—dije a punto de llorar tomando una manito de cada niño, ellos me observaron confundidos, soli tenían cinco añitos y nunca me habían visto, tampoco nadie les había hablado de mí.

—Usted me conoce—preguntó el niño observándome fijamente. Amboa tenían los mismos ojos de su padre.

—Sí, yo soy....

—Es su tía y vivirá en esta casa junto a nosotros—se adelantó a dwcir Cristhofer

—Es mentira soy...

—¿Quieres el bien de los niños verdad o únicamente quieres acabar con nosotros—me quedé en silencio, abracé a los pequeños que estaban muy confundidos, sintiendo nuevamente después de tanto tiempo el olor de mis hijos, la calidez de sus abrazos aunque no me conocieran. Quería que supieran la verdad pero sin dañarlos.

—Sígueme—dijo Cris y yo caminé tras él a su despacho.

—Niños ahora vuelvo—dijo Aurora.

—No, tu cuida de los niños, hablaremos solo nosotros dos—agregó él, con autoridad, ella solo obedeció mostrándose sumisa.

—Son mis hijos, sabran la verdad, y ustedes dos se largarán de aquí—exclamé cuando entramos al despacho.

—Meli, déjame explicar lo que pasó ese día, déjame explicar por qué sigo con Aurora. Yo te amo solo a ti—exclamó cínicamente.

—No me hagas reír, no quiero escuchar nada de ti, te quiero lejos de mi vida y de la vida de mis hijos.

—Me temo que eso se te hará muy difícil lograrlo, al menos no por ahora. Cuando estabas en coma solicité la custodia total de los gemelos para evitar que tu madre interviniera y me los quisiera quitar.—explicò, sus palabras me hacían odiarlo más.

—Si vas ahora y le dices a esos niños que ni te conocen que eres su madre ellos no te creerán, solo los afectarás psicológicamente, es una noticia demasiado fuerte para dos niños que solo tienen cinco años, primero deberías ganarte au cariño, deberíamos buscar algún psicólogo y luego que ya te quieran decirle la verdad y ver si el juez te da una audiencia para reclamar la custodia compartida...

—Total—lo interrumpí.

—Ni te pienses que te dejaré llevarte a mis hijos tan fácilmente—agregó.—Mientras eso sucede podemos convivir todos en esta casa.

—No quiero aquí a tu amante—pronuncié.

—Haré que se vaya. Melissa démonos una nueva oportunidad, solo te pido una oportunidad por los niños—se acercó a mí—siempre te amé y lo sabes. Era mi mujer. Aurora te tenía envidia. Me sedujo estando borracho y me amenazó con que si no nos seguíamos viendo divulgaría unas fotos mías estando desnudo en su cama. Primero te las enviaría a ti y luego a todos y destruiría mi vida, nuestra vida y nuestra familia.

—Hay por favor Cristhofer y espera que sea tan tonta como para creerte eso—me crucé de brazos y él se arrodilló ante mí.

—Volvamos a estar juntos, siquiera por los niños. Solo piensa no te puedes quedar sola con ellos, no te conocen, eres una extraña para ellos, no sabes su color preferido, ni que juegos les gusta, ni su comida o postre favorito, ni los medicamentos que toman cuando están enfermos, ni cómo se duermen o el nombre de sus amigos. Han pasado cinco años y en cinco años pasan demasiadas cosas—exclamó y había cierto grado de razòn en lo que decía, no sabía absolutamente nada de mis hijos, ni ellos de mú, lo mejor era ganarme su cariño y su confianza antes que me vieran como el enemigo y pensaran que solo era quien los estaba separando de sus supuestos padres.

—¡Ya basta! Las cosas serán de la siguiente manera: tu te quedarás mientras los niños se adaptan a mí para no hacer tan abrupto el cambio y esa mujerzuela se irá de mi casa. —terminé diciendo.

—Te juro Melissa que volveré a ganarme tu amor—dijo y me reí, este hombre si que era un mentiroso y manipulador de primera, ahora entiendo como pude vivir tantos años engañada, creyendo ciegamente en él, pensando que tenía al esposo perfecto. Pero ya lo conocía demasiado bien. Nada de lo que había hecho tenía perdón. No iba a ser de nuevo la tonta que caía en sus trampas...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.