La Obsesión Del Diablo

El Primer Día del Resto de tu Guerra

Bella se despertó con la luz del sol. No era la luz suave y filtrada de su antiguo apartamento, sino un resplandor brillante y nítido que inundaba la suite a través de los inmensos ventanales. Por un instante, desorientada, pensó que todo había sido una pesadilla: la traición, el despido, el bar, el hombre oscuro...

Pero entonces vio el traje de Demon, perfectamente colgado en la puerta del vestidor, y el olor a café recién hecho llegó hasta ella. La realidad la golpeó. No era una pesadilla. Era su nueva vida.

Se levantó y encontró un conjunto de ropa cuidadosamente dispuesto sobre un sillón: un vestido de tubo de cachemira gris, elegante y sobrio, acompañado de unos tacones de aguja negros y un delicado collar de diamantes. Era un uniforme. Una armadura. El atuendo de la futura señora Gardner.

Después de vestirse, sintiéndose como una actriz a punto de salir a escena, bajó las escaleras. Demon la esperaba en la mesa del comedor, un bloque de mármol negro pulido. Llevaba una camisa blanca impecable, arremangada hasta los codos, revelando unos antebrazos fuertes y un reloj de lujo que probablemente costaba más que su salario anual en Vero. Estaba leyendo unos documentos en una tablet, pero levantó la vista en cuanto ella apareció.

Sus ojos negros la escanearon de arriba abajo, una mirada analítica que no se perdía ningún detalle. Asintió levemente, un gesto de aprobación.

—Buenos días, Bella. Siéntate.

Sobre la mesa había un desayuno completo: frutas exóticas, pasteles recién horneados, zumo de naranja recién exprimido. Era un festín para una persona, pero Bella apenas tenía apetito. Se sentó frente a él, la distancia entre ellos en la enorme mesa parecía un abismo.

—Hoy tenemos tres puntos en la agenda —dijo Demon, dejando la tablet a un lado y dedicándole toda su atención—. Primero, nuestro abogado llegará en una hora para formalizar nuestro acuerdo. Segundo, te presentaré a mi equipo y te pondrás al día sobre la situación actual de Vero. Y tercero, comenzaremos a sembrar la primera semilla de la duda en el mercado.

—¿Tu equipo? —preguntó Bella.

—Nadie construye un imperio solo. Tengo un pequeño y muy leal equipo de especialistas. Analistas financieros, expertos en adquisiciones, investigadores... Ellos serán tus recursos. Úsalos.

Justo en ese momento, un hombre de mediana edad con un traje impecable y un maletín de cuero entró en el ático, moviéndose con la familiaridad de quien ha estado allí muchas veces.

—Buenos días, señor Gardner.

—Arthur, esta es mi prometida, Bella Lombardi. Bella, este es Arthur Vance, mi abogado personal y jefe de mi departamento legal.

Arthur le dedicó a Bella una sonrisa cortés pero impenetrable. —Un placer, señorita Lombardi. Si están listos, podemos proceder.

Deslizó sobre la mesa una carpeta de cuero. Dentro, había un documento impreso en papel grueso y de alta calidad: "Acuerdo Prenupcial y de Asociación". Bella comenzó a leerlo. Era un laberinto de cláusulas legales, pero la esencia era clara. Ella recibiría el respaldo total del imperio Gardner. A cambio, se comprometía a una lealtad absoluta. Su vida, sus acciones y su futuro estaban ahora irrevocablemente ligados a Demon. Había una cláusula de confidencialidad tan férrea que la hacía sentir un escalofrío. Revelar cualquier aspecto de los negocios o la vida personal de Demon conllevaba penalizaciones que iban más allá de lo financiero.

—Es un documento estándar —dijo Demon, observando su rostro mientras leía—. Protege a ambas partes.

Bella sabía que, en realidad, lo protegía a él. Pero no le importaba. Tomó la pluma de oro que Arthur le ofrecía y, con la mano firme, firmó su nombre en la línea de puntos. El trazo de la tinta sobre el papel pareció sellar su destino con un sonido definitivo.

*Hecho*.

—Excelente —dijo Arthur, recogiendo los documentos—. Felicidades a ambos. Señor Gardner, la información que solicitó sobre Vero está cargada en sus servidores.

Una vez que el abogado se fue, Demon guio a Bella a una oficina dentro del ático que parecía el centro de mando de una agencia de espionaje. Una pared entera era una pantalla, mostrando en ese momento gráficos, cifras y noticias en tiempo real.

—Vero es más vulnerable de lo que crees —comenzó Demon, ampliando un gráfico que mostraba la caída de las acciones de la empresa en los últimos meses—. Tu padre adoptivo ha estado tomando malas decisiones, pidiendo préstamos contra el valor de la empresa para financiar la expansión de Isabella, que ha sido un fracaso. La colección de primavera, la que tú diseñaste, era su única esperanza para estabilizarse.

Hizo una pausa, sus ojos encontrando los de ella. —Y ahora, la diseñadora estrella se ha ido en medio de un escándalo.

Bella sintió una punzada de amarga satisfacción. —¿Cuál es el plan?

—El plan es el caos —respondió Demon con una sonrisa depredadora—. El mercado odia la incertidumbre. Vamos a darles una dosis letal. Mi equipo de relaciones públicas ya está filtrando "preocupaciones anónimas" de "fuentes internas" a los principales blogs de moda y finanzas. Hablarán de una "crisis creativa" en Vero, de la "pérdida de su mayor activo". Para el mediodía, el nombre de Bella Lombardi estará en boca de todos, pero no como una traidora, sino como una mártir. La genio incomprendida que fue expulsada.

La pantalla cambió, mostrando un borrador de un artículo de prensa. El titular decía: **"El Alma de Vero se Marcha: ¿Puede la Casa de Moda Sobrevivir a la Partida de Bella Lombardi?"**

Bella lo miró, asombrada por la velocidad y la crueldad de la estrategia. Estaba acostumbrada a luchar con telas y diseños, no con la percepción del mercado y la manipulación de los medios.

—Esto es solo el principio —dijo Demon, su voz baja y prometedora—. Para cuando terminemos, Isabella deseará no haberte conocido nunca. Y el señor Lombardi te suplicará que vuelvas. Pero será demasiado tarde. Porque para entonces, Vero será nuestro.




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