El mundo de la alta moda es una bestia voluble. Se alimenta de belleza y glamour, pero su verdadera moneda es el rumor. Y esa mañana, el rumor era un festín.
Para las diez de la mañana, el nombre de Bella Lombardi era la comidilla de todos los blogs, revistas online y foros de la industria. Los artículos, cuidadosamente orquestados por el equipo de Demon, no la pintaban como una empleada despedida por incompetencia, sino como el alma creativa de Vero, una visionaria expulsada por la envidia de su celosa hermanastra y la ceguera de un padre necio. Las "fuentes anónimas" hablaban de un "ambiente tóxico", de un "talento sofocado". La narrativa era perfecta: Bella era la víctima, la genio mártir.
En la sede de Vero, el pánico era un incendio fuera de control.
Isabella entró furiosa en el despacho de su padre, arrojando una tablet sobre el escritorio de caoba. La pantalla mostraba una docena de titulares, todos con la foto de Bella.
—¡¿Has visto esto?! —gritó, su voz despojada de su habitual dulzura fingida—. ¡La están convirtiendo en una santa! ¡Y a nosotros en los villanos! ¡Se supone que debía desaparecer, papá! ¡No convertirse en la comidilla de la ciudad!
El señor Lombardi, con el rostro pálido y los ojos inyectados en sangre, se masajeaba las sienes. El teléfono de su escritorio no había dejado de sonar: inversores nerviosos, periodistas carroñeros, jefes de departamento exigiendo respuestas. Las acciones de Vero estaban en caída libre, desplomándose con cada nuevo artículo.
—¡Haz algo! —exigió Isabella—. ¡Saca un comunicado! ¡Diles la verdad! ¡Que la despedimos por traidora!
—¿Y quién nos va a creer ahora? —replicó Lombardi, su voz ronca por la desesperación—. ¡Pareceríamos desesperados, intentando manchar el nombre de la mujer a la que acabamos de echar! ¡Nos has metido en un desastre, Isabella! ¡Tu estúpida envidia nos va a costar el imperio!
—¿Mi envidia? —Isabella soltó una risa incrédula y cruel—. ¡Tú fuiste quien firmó su despido! ¡Tú, que nunca soportaste que la adoptada tuviera más talento que tu propia sangre!
La acusación flotó en el aire, venenosa y certera. Por primera vez, padre e hija se vieron no como cómplices, sino como lo que realmente eran: dos personas egoístas atrapadas en el barco que ellos mismos habían hundido. La victoria de Isabella, que la noche anterior le había sabido tan dulce, ahora tenía el sabor amargo de la ceniza.
***
Mientras el imperio Vero temblaba, en otro rascacielos de la ciudad, la noticia del compromiso de Demon Gardner llegaba de una forma mucho más personal.
Jake Gardner era la antítesis de su hermano. Donde Demon era oscuridad, Jake era una luz deslumbrante y peligrosa. Compartían los mismos rasgos afilados, la misma altura imponente, pero ahí terminaban las similitudes. El cabello de Jake era de un blanco puro, tan níveo como el de Bella, un rasgo genético que en su familia a veces se saltaba una generación. Sus ojos, a diferencia de los pozos negros de Demon, eran de un gris tormentoso, llenos de una arrogancia burlona y un encanto depredador. Si Demon era un rey silencioso en su trono, Jake era el príncipe rebelde que disfrutaba del caos.
Estaba en medio de una reunión con arquitectos, discutiendo un nuevo proyecto inmobiliario, cuando su teléfono vibró con una alerta de noticias. El nombre "Gardner" captó su atención. Abrió el enlace.
**"El Magnate Misterioso Demon Gardner se Compromete con la Diseñadora Caída en Desgracia Bella Lombardi"**
El artículo era breve, citando una "confirmación oficial de la oficina del señor Gardner". Incluía una foto de Bella, una imagen profesional de sus días en Vero donde sus ojos miel brillaban con inteligencia.
Jake sintió una sonrisa lenta y genuina extenderse por su rostro. Se reclinó en su silla, ignorando a los arquitectos que lo miraban confundidos.
—Vaya, vaya, hermanito... —murmuró para sí mismo—. Así que finalmente has encontrado un juguete nuevo. Y uno roto, además. Qué interesante.
Su mente se puso a trabajar a toda velocidad. Demon no hacía nada sin un motivo. Un compromiso repentino con una diseñadora desconocida y envuelta en un escándalo... era una jugada de poder. Una pieza en un juego más grande. Y la mujer... Bella Lombardi. Había algo en su rostro, una mezcla de fragilidad y fuerza, que despertó su interés.
Se levantó abruptamente. —Caballeros, la reunión ha terminado. Ha surgido algo... familiar.
Sin más explicaciones, salió de la sala y se dirigió directamente al ático de su hermano. No necesitaba una invitación. La familia Gardner no se regía por esas formalidades.
Llegó al ático justo cuando Bella y Demon terminaban de revisar los informes del mercado. El ascensor se abrió y Jake entró con una sonrisa encantadora y una energía que cambió por completo la atmósfera de la habitación.
—Hermano —dijo, su voz con un tono burlón—. Oigo campanas de boda. ¿No pensabas invitar a tu hermano pequeño a conocer a la novia?
Los ojos de Demon se endurecieron al ver a Jake. Una tensión palpable, la de dos depredadores alfa en el mismo territorio, llenó el espacio.
Bella se giró y se quedó sin aliento. El hombre que acababa de entrar era casi idéntico a Demon, pero a la vez, su opuesto perfecto. Su cabello blanco, del mismo tono que el suyo, era un shock. Sus ojos grises se posaron en ella, recorriéndola de pies a cabeza con una audacia que la hizo sentirse desnuda.
—Así que tú eres Bella —dijo Jake, ignorando por completo a Demon y acercándose a ella. Le tomó la mano y se la llevó a los labios, depositando un beso suave sobre sus nudillos, sin apartar sus ojos grises de los de ella—. Un placer. Eres mucho más hermosa de lo que las fotos te hacen justicia. Veo que a mi hermano le gustan los cisnes blancos.
Bella retiró la mano, sintiendo la advertencia silenciosa en la rigidez de la postura de Demon.
—Jake —la voz de Demon era un gruñido bajo y peligroso—. Bella es mi prometida. Trátala con respeto.
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Editado: 12.09.2025