Bella terminó la llamada, el silencio del teléfono contrastando con el latido acelerado de su corazón. Sintió el peso de la mirada de Demon, una fuerza casi física desde el otro lado de la sala. No había duda de que él sabía, o al menos intuía, quién estaba al otro lado de la línea.
Ignorando las miradas curiosas del resto del equipo, caminó con paso decidido hasta la cabecera de la mesa. Se detuvo frente a Demon, manteniendo su contacto visual. No iba a ocultarle nada. Su pacto se basaba en la utilidad mutua, y el secretismo era una debilidad que no podía permitirse.
—Era Jake —dijo, su voz clara y sin vacilaciones—. Me ha ofrecido información.
La expresión de Demon no cambió, pero Bella notó cómo sus dedos, que descansaban sobre la mesa de obsidiana, se tensaron casi imperceptiblemente.
—¿A cambio de qué? —preguntó, su tono gélido.
—Una cena. A solas.
Rhys, el jefe de seguridad, soltó un bufido de desdén. Lena y Marcus intercambiaron una mirada incómoda. Solo Kael parecía ajeno, aunque sus dedos se habían detenido sobre el teclado.
—La información —continuó Bella, ignorando a los demás y centrándose únicamente en Demon— es sobre un cargamento de telas de un proveedor italiano exclusivo, destinado a la nueva colección de Isabella. Sugirió que si ese cargamento se "retrasara", sería un golpe devastador para la producción de Vero.
El silencio se apoderó de la sala. La información era, como Bella había sospechado, oro puro. Un ataque directo y paralizante.
Demon se reclinó en su silla, sus ojos negros nunca abandonaron los de ella. Estaba evaluándola, no por la información, sino por su reacción, por su decisión de compartirla.
—¿Y qué le has respondido? —preguntó Demon.
—Le he dicho que me lo pensaría.
Una lenta y fría sonrisa se dibujó en los labios de Demon. Era una sonrisa que no prometía nada bueno para sus enemigos. Se levantó, su imponente figura proyectando una sombra sobre la mesa.
—Bien hecho, Bella. —Se acercó a ella y, ante la mirada atónita de su equipo, le colocó una mano en la parte baja de la espalda, un gesto inequívocamente posesivo. El contacto envió una corriente eléctrica a través de la tela de su vestido—. Has demostrado dos cosas. Primero, que eres lo suficientemente inteligente como para reconocer una ventaja táctica. Y segundo, que eres lo suficientemente leal como para traerla ante mí.
Se giró hacia su equipo, su mano todavía en la espalda de Bella, marcando su territorio.
—Rhys, quiero que localices ese cargamento. Quiero saber su ruta, su horario, sus medidas de seguridad. No vamos a "retrasarlo". Vamos a comprarlo. Todo. Le pagaremos al proveedor el doble, el triple si es necesario. Quiero que Isabella reciba una notificación de que su pedido ha sido cancelado porque un "comprador anónimo" ha adquirido toda la producción de la temporada.
Marcus sonrió. —La humillación será exquisita. Y nos haremos con telas de primera calidad.
—Exacto. —Demon volvió a mirar a Bella—. En cuanto a Jake... rechazarás su oferta. Lena te redactará un mensaje. Corto, profesional y definitivo. Dejarás claro que cualquier comunicación futura debe pasar por mi oficina.
La orden era absoluta. No era una sugerencia. Era una prueba. Estaba estableciendo los límites de su relación, no solo para Jake, sino para ella.
—Entendido —respondió Bella, sintiendo el calor de su mano a través de la tela. Era una sensación extraña, una mezcla de sentirse controlada y protegida.
—El resto de ustedes —continuó Demon, dirigiéndose al equipo—, ejecuten el plan mediático como lo discutimos. Quiero que Vero esté de rodillas para el final de la semana. La reunión ha terminado.
El equipo se dispersó con una eficiencia renovada, dejando a Bella y Demon solos en la sala de guerra. Él no retiró su mano.
—Has superado tu primera prueba, Bella —dijo, su voz más baja ahora, más personal—. Pero habrá más. Jake no se rinde fácilmente.
—No soy una de sus posesiones —replicó Bella, un atisbo de desafío en su voz, aunque no hizo ningún movimiento para apartarse de su toque.
—No —convino Demon, y su pulgar trazó un círculo lento y posesivo en su espalda—. Eres mía. Hay una diferencia.
La miró intensamente, y por un momento, el magnate despiadado desapareció, dejando a un hombre cuya mirada contenía una oscuridad y una soledad que resonaban con las de ella. Su pacto era un negocio, sí, pero estaba forjado en algo más profundo: un reconocimiento mutuo de las cicatrices que ambos llevaban.
—Sube al ático —ordenó, su voz volviendo a ser la del comandante—. Esta noche cenaremos juntos. Tenemos que celebrar nuestra primera victoria.
No esperó una respuesta. Se giró y salió de la sala, dejándola con el eco de su toque en la piel y la certeza de que su relación era un campo de batalla tan complejo y peligroso como la guerra que estaban librando contra Vero.
***
Esa noche, el inmenso comedor del ático no parecía tan frío. Demon había hecho que prepararan la cena en una mesa más pequeña, situada junto al ventanal, con la ciudad de noche como un tapiz de diamantes a sus pies. Había velas, dos copas de vino y una atmósfera de intimidad deliberada que puso a Bella en alerta.
Llevaba un sencillo vestido de seda negro que había encontrado en el vestidor. Demon la observó mientras se sentaba, sus ojos apreciando cómo la tela se adhería a su figura.
—El plan mediático ha sido un éxito rotundo —dijo Demon, sirviéndole vino—. El artículo sobre ti es la noticia principal en todas las plataformas de moda. El comunicado de Vero, filtrado justo después, los ha hecho parecer unos matones. Lombardi está intentando controlar los daños, pero es como intentar apagar un incendio con un vaso de agua.
—¿Y el cargamento? —preguntó Bella.
—Rhys ya ha contactado con el proveedor italiano. Se ha mostrado... muy receptivo a nuestra oferta. Isabella recibirá las malas noticias mañana por la mañana.
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Editado: 12.09.2025