La obsesión del millonario

Me atraes, más de lo que debería.

El evento social de la empresa era más una exhibición de poder que una celebración. Clara no tenía intención de asistir, pero Donovan había insistido en que su presencia era necesaria.

—Es un evento importante —le había dicho en la tarde del día anterior, con su tono calmado pero autoritario—. Quiero que me acompañes.

Clara había aceptado con una mezcla de resignación y ansiedad. No estaba acostumbrada a ese tipo de reuniones, y la idea de interactuar con desconocidos la llenaba de nervios.

El salón estaba lleno de gente elegante, con copas de champán brillando bajo las luces de araña. Donovan caminaba a su lado con naturalidad, como si perteneciera completamente a ese mundo. Clara, en cambio, se sentía como un pez fuera del agua, insegura y tensa.

—Relájate —le dijo Donovan al notar su incomodidad, inclinándose ligeramente hacia ella—. No muerden.

Clara forzó una sonrisa, pero su corazón latía con fuerza. Donovan se detuvo varias veces para hablar con socios y empleados, presentándola como parte de su equipo. Aunque su tono era profesional, Clara no pudo evitar notar que parecía estar atento a ella, como si cuidara que no se sintiera abrumada.

Mientras ellos hablaban de negocios, uno de los hombres, visiblemente animado por el alcohol, se acercó a Clara.

—¿Y tú quién eres, preciosa? —dijo con una sonrisa que la hizo retroceder un paso.

Antes de que pudiera responder, Donovan interrumpió con un tono firme.

—Es mi acompañante —dijo, colocando una mano protectora en la parte baja de su espalda—. ¿Por qué no volvemos al tema de conversación?

El hombre pareció captar el mensaje y se retiró con una risita nerviosa, pero Clara no pudo evitar sentirse agradecida por la intervención.

—Gracias —murmuró, mirando a Donovan.

—Siempre —respondió él, casi sin mirarla, como si fuera algo que no necesitara discusión.

Fue durante una de estas conversaciones cuando el nombre de Elliot salió a relucir.

—¿Y tu hermano, Donovan? —preguntó uno de los ejecutivos—. No lo he visto en un tiempo.

—Está aquí en alguna parte —respondió Donovan con desdén apenas disimulado—. Probablemente haciendo su gran entrada.

Clara sintió un escalofrío recorrer su columna. Antes de que pudiera procesar del todo lo que sentía, una voz familiar la paralizó.

—Donovan, siempre tan encantador.

Elliot había llegado. Su sonrisa arrogante y su porte despreocupado eran inconfundibles. Clara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, y sus manos comenzaron a temblar.

Clara se giró lentamente, sintiendo que el mundo se cerraba a su alrededor. Allí estaba él, con una sonrisa que parecía inocente para los demás, pero que ella sabía que era todo menos eso.

—Clara, ¿verdad? —dijo Elliot con un tono falsamente cortés.

Ella asintió, incapaz de encontrar las palabras.

—Un placer verte aquí.

Donovan no pareció notar la tensión que se apoderó de Clara, ya que su atención estaba dividida entre los socios y la creciente incomodidad de compartir el espacio con Elliot.

—Clara, ¿podrías ir por algo de beber? —preguntó Donovan con suavidad, como si notara que necesitaba un respiro.

Ella asintió rápidamente, aprovechando la oportunidad para alejarse. Pero cuando estaba sola junto a la mesa de bebidas, Elliot apareció a su lado.

—Clara —susurró, su tono bajo y amenazador—. Sabía que eventualmente volveríamos a vernos.

Clara sintió cómo el aire abandonaba sus pulmones.

—Por favor, aléjate de mí —dijo, su voz apenas un susurro.

—¿Por qué tan fría? —preguntó, acercándose más—. Vamos, sabemos que lo que pasó fue tan nuestro secreto como placentero.

Ella quiso gritar, pero el miedo la paralizó. Elliot levantó una mano, acariciando un mechón suelto de su cabello, y luego se inclinó hacia ella, intentando besarla. Clara reaccionó con rapidez, empujándolo y escapando antes de que pudiera hacer algo más.

Con el corazón latiendo con fuerza, buscó a Donovan. Lo encontró cerca de la entrada, conversando con otro grupo.

—Necesito irme —dijo rápidamente, interrumpiendo la conversación.

Donovan se giró hacia ella, su expresión pasando de confusión a preocupación en segundos.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?

—Solo... vámonos, por favor —dijo, su voz quebrándose.

Él no necesitó más explicaciones. Sin decir nada, la tomó del brazo y la condujo hacia la salida.

Ya en el auto, Donovan manejaba en silencio, pero su mirada lanzaba destellos de preocupación cada vez que la veía por el rabillo del ojo.

—Clara, dime qué pasó —pidió finalmente, con una voz suave pero firme.

Ella negó con la cabeza, mirando hacia la ventana.

—No es importante.

—Claro que lo es. Algo te alteró, y quiero saber qué fue.

Clara cerró los ojos, luchando contra las lágrimas.

—No entenderías.

—Intenta explicarme —insistió él—. Quiero ayudarte.

La voz de Clara tembló mientras hablaba, cada palabra como una daga en su pecho.

—¿Por qué te importa tanto? —preguntó, girándose hacia él con enojo—. ¿Por qué siempre intentas arreglar todo? No puedes. No puedes arreglarme.

Donovan frenó el auto suavemente a un lado de la carretera, apagando el motor. Se giró hacia ella, con su rostro lleno de confusión.

—No quiero arreglarte, Clara. Quiero entenderte.

Ella lo miró, y por primera vez, dejó que parte de su vulnerabilidad se filtrara en sus palabras.

—Hubo alguien... alguien que me hizo daño. Que destruyó mi confianza, que me convirtió en alguien que apenas reconozco.

Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, y cuando se dio cuenta de lo que había dicho, se cubrió el rostro con las manos.

Donovan no dijo nada al principio, simplemente esperó.

—Clara, ¿qué te hicieron?

Ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas contenidas, pero su expresión estaba endurecida por el enojo y la humillación.

—¿Qué importa? —respondió, su voz quebrándose ligeramente—. A nadie le importa.




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