La obsesión del millonario

Entrando en su corazón

La tarde en el parque se tornaba más tranquila, con el sol pintando el cielo de tonos cálidos y el sonido de los niños jugando reduciéndose a un murmullo lejano. Donovan y Clara seguían sentados en el banco, cada uno sumido en sus pensamientos. Fue Donovan quien rompió el silencio primero.

—¿Sabías que estudié psicología unos semestres?

Clara parpadeó, sorprendida por la confesión inesperada. Giró ligeramente hacia él, intrigada.

—¿En serio? —preguntó, arqueando una ceja.

Donovan asintió, recostándose contra el respaldo del banco con las manos en los bolsillos.

—Sí. Siempre me interesó entender cómo funcionan las personas, sus pensamientos, emociones... esas cosas. Me parecía fascinante.

—¿Y por qué no terminaste?

Él soltó una risa suave, sin alegría, mirando hacia el horizonte.

—Porque mi familia tenía otros planes para mí. Psicología no encajaba con la idea de lo que un Kincaid debía hacer. Así que me "convencieron" de que mi tiempo estaría mejor invertido en algo que pudiera aplicarse directamente a los negocios familiares.

Clara frunció el ceño, sus ojos buscando los de él.

—Entonces, ¿te obligaron?

Donovan ladeó la cabeza, su sonrisa teñida de resignación.

—Lo llamaron una sugerencia "firme". Pero en realidad, no tuve mucha opción. Dejé psicología y me cambié a administración de empresas. Me gradué, y aquí estoy.

Había algo en su tono que hizo que Clara sintiera una punzada de empatía. Aunque sabía que la vida de Donovan debía estar lejos de ser comparable a la suya, no podía evitar entender lo que era sentirse atrapada por expectativas ajenas.

—Es curioso, porque no pareces el típico administrador de empresas —comentó, intentando aligerar el ambiente.

Él rió suavemente.

—¿Ah, no?

—No. A veces... no sé, parece que realmente te importa lo que sienten los demás.

Donovan la miró con una mezcla de sorpresa y algo más, pero no dijo nada. Clara, animada por su silencio, decidió aprovechar la oportunidad para indagar más.

—¿Y cómo es trabajar con tu hermano?

La mención del nombre de su hermano hizo que Donovan cambiara su postura. Su espalda se tensó ligeramente, y sus ojos se endurecieron de una manera sutil pero perceptible.

—Es... complicado —respondió, un tono mucho más neutral que antes.

Clara notó el cambio inmediato en su actitud y sintió que su propia ansiedad comenzaba a burbujear bajo la superficie. Había algo en cómo Donovan evitaba profundizar en el tema que la descolocaba.

—¿Complicado cómo? —insistió, con cautela.

Donovan desvió la mirada hacia el parque, evitando sus ojos.

—Simplemente lo es. Trabajar con la familia nunca es fácil, y Elliot y yo somos muy diferentes.

Clara sintió un escalofrío recorrerle la columna. La vaguedad de su respuesta no le daba ninguna tranquilidad. ¿Qué significaba "muy diferentes"? ¿Podía confiar en que Donovan no era como Elliot, o había algo más detrás de esa relación que él no quería admitir?

—Entiendo... —murmuró, aunque no era cierto.

Donovan se giró hacia ella, como si percibiera su incomodidad.

La evasiva la tomó por sorpresa. Clara había pensado que Donovan era alguien bastante directo, pero ahora lo veía retraído, casi incómodo.

—Debe ser difícil... compartir tantas cosas con alguien con quien no te llevas bien —comentó ella, probando su reacción.

Donovan alzó la mirada, y por un instante, Clara pudo ver algo que no esperaba: dolor. No el tipo de dolor que viene de una discusión reciente, sino uno profundo, arraigado.

—No siempre fue así —dijo finalmente, con un tono casi inaudible.

Clara sintió una punzada de curiosidad, pero también de incertidumbre. No quería presionarlo, pero la conversación había abierto una puerta que no podía ignorar.

—¿Por qué lo es ahora?

Él tomó un sorbo de su café, prolongando el silencio antes de responder.

—La gente cambia. A veces para mejor, a veces... no tanto.

Esa respuesta no satisfizo del todo a Clara. Había algo más, algo que Donovan no estaba diciendo. Pero también sabía que no tenía derecho a exigirle respuestas, no después de lo poco que ella misma había compartido con él.

Sin embargo, no podía ignorar el temor que crecía en su interior. ¿Y si Donovan no era tan diferente de Elliot como quería aparentar? ¿Y si solo estaba esperando el momento adecuado para mostrar su verdadera naturaleza?

Clara se cruzó de brazos, intentando reprimir esos pensamientos. Donovan no era Elliot, eso era evidente. Pero la sombra de su hermano mayor parecía proyectarse sobre él, afectando incluso las partes más pequeñas de su vida.

Donovan rompió el silencio con un intento torpe de cambiar de tema.

—Supongo que todavía tengo algo de psicólogo en mí. Por eso me gusta analizar a las personas, entender qué las hace felices o qué las preocupa.

Clara dejó escapar una risa suave, aunque no estaba completamente convencida.

—¿Eso te convierte en mi terapeuta no oficial?

—¿Quieres que lo sea?

—Ni en tus mejores sueños —respondió ella, rodando los ojos.

Ambos rieron, y por un momento, la tensión se disipó. Pero en el fondo, Clara no podía dejar de pensar en lo que Donovan no había dicho. Y Donovan, por su parte, sabía que Clara había notado su reticencia.

—Creo que... debería irme —dijo finalmente, rompiendo el silencio.

Donovan la miró, como si hubiera esperado esas palabras, y asintió lentamente.

—Claro.

Se levantó primero y le tendió una mano. Clara dudó un instante, pero luego la aceptó, sintiendo la calidez de su palma envolver la suya. Se sonrojó al notar lo firme de su agarre y cómo, con un leve tirón, la ayudó a ponerse de pie.

Pero el momento apenas comenzaba cuando algo inesperado irrumpió en su burbuja. Un perro enorme, un husky de pelaje gris y blanco, irrumpió corriendo con un entusiasmo desenfrenado, ladrando alegremente mientras su dueña gritaba desde la distancia:




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