El sonido de los tacones de Clara resonaba en el piso de mármol mientras caminaba por el pasillo de la oficina. Llevaba un montón de documentos en brazos y un café en la otra mano, tratando de equilibrar todo sin derramar una sola gota. Era una mañana tranquila, como cualquier otra, hasta que el aire cambió. Sintió una opresión en el pecho, como si alguien le hubiera colocado una mano invisible sobre la garganta.
—Buenos días, Clara. —La voz grave y pausada la congeló en su lugar.
Los papeles casi se le resbalaron de los brazos. Su espalda se tensó y un escalofrío le recorrió la nuca. No necesitaba girarse para saber quién era. La voz de Elliot Moreau aún estaba grabada en su memoria, como una pesadilla recurrente de la que nunca podía escapar.
Con un esfuerzo sobrehumano, se obligó a girar lentamente. Elliot estaba allí, apoyado contra el marco de la puerta con esa expresión arrogante que siempre había detestado. Vestía un traje impecable, con la corbata ligeramente aflojada, y la sombra de una sonrisa cruel en sus labios. Sus ojos oscuros la recorrieron con una lentitud calculada, disfrutando de su incomodidad.
—¿No me extrañaste? —preguntó, con fingida cordialidad.
Clara apretó los dedos contra los documentos. Su corazón latía con fuerza en su pecho, una mezcla de pánico y rabia contenida.
—Pensé que habías dejado la empresa. —Su voz salió más firme de lo que esperaba, pero eso solo pareció divertir a Elliot.
—¿Y perder la oportunidad de ver cómo te las arreglas sin mí? No me subestimes. —Dio un paso hacia ella, reduciendo la distancia entre ambos. Clara retrocedió instintivamente.
—No tengo nada que hablar contigo. —Intentó marcharse, pero Elliot le bloqueó el paso con una facilidad inquietante.
—Oh, claro que sí. —Su sonrisa se ensanchó—. Hay muchas cosas que aún no hemos terminado, ¿no crees? Sería una lástima que ciertos recuerdos... se queden en el olvido. Yo no lo hago...
Clara sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Su respiración se volvió errática. Elliot lo sabía. Sabía exactamente qué decir para hacerle revivir el infierno.
—Aléjate de mí. —Las palabras salieron entrecortadas.
—¿De verdad crees que puedes darme órdenes? Vamos, Clara, sabes que siempre me has debido una— Elliot alzó una mano, como si fuera a tocarle el rostro.
Clara se quedó paralizada por un instante.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —Una voz firme y gélida interrumpió la tensión.
Elliot se giró, encontrándose con la figura de Donovan de pie en la entrada de la oficina. Su hermano menor tenía los ojos clavados en él con una intensidad peligrosa. No había rastros de la calma habitual en su rostro. Estaba furioso.
—Donovan. —Elliot arqueó una ceja, como si la interrupción le divirtiera—. Qué sorpresa verte aquí tan temprano.
—Dije, ¿qué demonios crees que estás haciendo? —La voz de Donovan bajó una octava, volviéndose más amenazante.
Clara sintió que la sangre se le iba del rostro. Esto no podía estar pasando. Si Donovan enfrentaba a Elliot, todo podría empeorar.
—Nada que deba preocuparte, hermano. Solo una pequeña charla entre antiguos colegas. —Elliot sonrió, pero Donovan no se dejó engañar.
—¿Antiguos colegas? ¿Se conocen?
Clara contuvo la respiración. Elliot sonrió burlón y asintió.
—¿No te lo dijo? Era mi secretaria hace más de un año...
Clara sintió que la desesperación la invadía. Si Donovan se ponía en contra de su hermano sin conocer toda la historia, Elliot encontraría la manera de vengarse. Y ella no podía permitirlo.
—Donovan, no es nada. —Su voz tembló ligeramente, lo que solo avivó las sospechas de Donovan.
Él la miró por encima del hombro, con el ceño fruncido.
—¿Nada? —preguntó con incredulidad—. Clara, estabas aterrorizada. ¿Por qué lo defiendes?
—No lo estoy defendiendo, solo... solo no quiero problemas. —Intentó tocar el brazo de Donovan para alejarlo, pero él no se movió.
Elliot sonrió con suficiencia.
—Vaya, parece que la relación de ustedes es más personal e interesante de lo que pensabas, hermano. —Su tono estaba cargado de insinuaciones y celos.
La mandíbula de Donovan se tensó.
—¿De qué hablas? —preguntó, con una nota peligrosa en su voz.
Clara sintió que su pecho se apretaba. No quería que Donovan se enterara de esa manera. No quería que Elliot tuviera el control de la situación.
—Nada que debas preocuparte. —Elliot se acomodó la chaqueta y miró a Clara con una sonrisa venenosa—. Nos veremos pronto, Clara. No huyas demasiado.
Se marchó con la misma tranquilidad con la que había llegado, dejándolos en un silencio cargado de tensión.
Donovan giró lentamente hacia Clara, sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de furia y confusión.
—Clara... dime la verdad. ¿Qué te hizo mi hermano?
Clara apartó la mirada. Su mente era un caos. No estaba lista para responder esa pregunta. No estaba lista para enfrentar la verdad.
Ella cerró los ojos por un instante, sintiendo la angustia crecer en su pecho. Había evitado esta conversación por tanto tiempo, pero ahora se daba cuenta de que no podía seguir huyendo. No con Donovan.
—Él… —La voz le tembló—. Él me hizo daño, Donovan. Me lastimó de la peor manera.
El rostro de Donovan se endureció. Su mandíbula se tensó al procesar sus palabras.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, aunque en el fondo ya lo sabía.
Clara sintió las lágrimas arder en sus ojos, pero no las dejó caer. Con la voz entrecortada, confesó: —Me drogó y… abusó de mí.
El mundo de Donovan se paralizó. Un silencio pesado se extendió en el auto. Sintió una oleada de furia recorrerlo, pero en lugar de explotar, respiró hondo. No podía perder el control ahora. Primero, debía enfocarse en Clara.
—Clara… —murmuró con dolor en su voz—. Lo siento tanto.
Ella apartó la mirada, sintiendo vergüenza, pero Donovan tomó su mano con delicadeza.