La obsesión del millonario

Me importas tú

El silencio entre ellos se había vuelto más pesado desde la confesión de Clara. Donovan la miraba con una mezcla de dolor e impotencia, pero sin atreverse a expresar nada que pudiera hacerla sentir aún más vulnerable. Clara, en cambio, mantenía la mirada baja, con las manos apretadas sobre su regazo. Sabía que él estaba procesando lo que acababa de escuchar, que probablemente sentía rabia, pero también alivio porque finalmente había compartido su verdad con alguien.

Donovan tomó aire y, con su voz más tranquila y cuidadosa, rompió el silencio.

—Clara, sé que esto no es fácil de decir ni de escuchar, pero… ¿has pensado en hablar con alguien? Un profesional, me refiero. Alguien que pueda ayudarte a sobrellevar esto.

Clara sintió cómo su cuerpo se tensaba. No porque la idea le pareciera ofensiva, sino porque la asustaba. Buscar ayuda significaba enfrentarlo de verdad, revivirlo una vez más y permitir que alguien más escarbara en sus cicatrices. Y eso era aterrador.

—No necesito terapia —respondió en voz baja, sin mirarlo.

Donovan inclinó la cabeza, observándola con atención. No insistió de inmediato, simplemente le dio su espacio. Sabía que no podía presionarla; ese tipo de decisiones debían venir de ella, no de alguien más.

—No quiero que pienses que te lo sugiero porque creo que estás rota o porque hay algo mal contigo —dijo, escogiendo con cautela cada palabra—. Pero sé que cargar con esto sola debe ser agotador. Y aunque yo esté aquí, aunque haya personas que te quieran y te apoyen, a veces hablar con alguien neutral ayuda a aliviar un poco el peso.

Clara exhaló lentamente. Le dolía que él pensara que estaba sola, pero la realidad era que sí lo estaba. Había aprendido a sobrellevar su trauma a su manera, a ocultarlo detrás de sonrisas educadas y distracciones laborales. Pero, ¿hasta cuándo podría seguir así?

—No sé si estoy lista —confesó finalmente, con la voz apenas audible.

Donovan sonrió levemente, sin una pizca de juicio en su expresión.

—No tienes que estarlo ahora mismo —aseguró—. Solo quiero que sepas que si algún día decides hacerlo, no estarás sola en el proceso. Yo estaré aquí.

Clara levantó la mirada, encontrándose con la suya. No entendía cómo él podía ser tan paciente, tan cuidadoso con ella, cuando ni siquiera tenía ninguna obligación de estarlo.

—¿Por qué te importa tanto? —preguntó en un susurro.

Donovan pareció dudar por un momento, pero luego se encogió de hombros, como si la respuesta fuera obvia.

—Porque me importas tú.

La respuesta la tomó por sorpresa, y su corazón se aceleró de inmediato. No era la primera vez que Donovan mostraba preocupación por ella, pero escucharlo decirlo tan claramente la desarmó.

—No quiero que pienses que estoy presionándote —continuó él—. Solo quiero que sepas que hay opciones. Que hay formas de sanar. Y que mereces sanar, Clara. Mereces sentirte libre de esto.

Clara tragó saliva. Durante tanto tiempo se había convencido de que lo que le pasó era simplemente una carga que debía soportar, que no había forma de escapar de ello, que siempre la definiría. Pero ahora, escuchando a Donovan, sintió algo diferente. Una pequeña, casi imperceptible chispa de esperanza.

No respondió de inmediato. En su lugar, asintió levemente y murmuró un "gracias". No estaba lista para prometer nada, pero por primera vez en mucho tiempo, comenzó a considerar la posibilidad de que quizás, solo quizás, buscar ayuda no era una señal de debilidad, sino un acto de valentía.

Donovan sonrió suavemente y, sin decir más, tomó su mano entre las suyas, transmitiéndole su apoyo sin necesidad de palabras. No la presionaría, no la apuraría, pero estaría allí para ella en cada paso del camino.

Y en ese momento, por primera vez en mucho tiempo, Clara sintió que no estaba completamente sola... Por extraño que pareciera, Donovan estaba ahí para ella.

[...]

Una semana más tarde...

Clara miraba el reflejo de su rostro en el espejo del baño, el vapor del agua caliente empañaba poco a poco el vidrio, como si intentara ocultar sus propios pensamientos. Su conversación con Donovan no dejaba de rondar en su mente. La idea de buscar ayuda profesional siempre le había parecido un reconocimiento de debilidad, un recordatorio de que algo en ella estaba roto, irreparable. Pero ahora, después de todo lo que había pasado, la idea de sanar parecía menos aterradora que la de seguir huyendo.

Respiró hondo, apagó el grifo y salió del baño, aún con el cabello húmedo. Se sentó en el borde de la cama y miró su teléfono. Donovan le había enviado un mensaje preguntándole cómo se sentía. Dudó unos segundos antes de responder, pero finalmente escribió:

—Estoy bien. He estado pensando en lo que hablamos. Tal vez tengas razón.

No tardó en llegar la respuesta.

—Tomar este paso requiere valentía. Estoy orgulloso de ti, Clara.

Una sonrisa apenas perceptible apareció en su rostro. No estaba acostumbrada a recibir palabras de apoyo, menos aún de alguien como Donovan. Siempre lo había visto como un hombre serio, reservado, pero últimamente había mostrado un lado diferente, un lado paciente y comprensivo que la desarmaba poco a poco.

...

Esa tarde, Donovan la invitó a dar un paseo. Insistió en que no era nada formal, solo una caminata para despejar la mente. Clara aceptó, aunque con cierta inseguridad. Lo encontró esperándola frente a su edificio, recargado contra su auto con una expresión relajada.

—Lista para un paseo sin compromiso ni expectativas? —bromeó Donovan.

—No me vendría mal algo de aire fresco —respondió ella, subiendo al coche.

Condujo hasta un pequeño parque a las afueras de la ciudad, un lugar tranquilo con senderos rodeados de árboles. La luz dorada del atardecer se filtraba entre las hojas, dándole al lugar una sensación de calma. Caminaron sin prisa, sin que la necesidad de llenar el silencio con palabras se interpusiera entre ellos.




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