ᶜʰᵃᵖᵗᵉʳ ᵉⁱᵍʰᵗ
ʰᵘⁿᵗᵉʳ ᵛˢ ʷᵃʳʳⁱᵒʳ
Olimpia miró hacia atrás y se aseguró de que nadie sospechoso la estuviera siguiendo. Caminó entre el cúmulo de gente chocando sin querer con algunas personas. Se acomodó el velo que cubría su rostro y comprobó que solo sus ojos estuvieran a la vista, para poder ver bien y tener una visión clara.
Aunque habían llegado ese mismo día, la noticia de una nueva Orden corrió por todos los rincones de la fortaleza. Fue cuestión de horas que el personal y la población supiera quiénes eran ellos. Cualquier chivatazo y la encontrarían enseguida.
Su misión era escapar de aquel sitio.
No iba a estar donde nadie la deseaba. El Consejo la hizo sentir juzgada y rechazada, incluso aquella rubia insinuó con todo su descaro que Olimpia podría haber asesinado a su hermano. Es decir, no fue tan específica al decirlo, pero la guerrera completo la frase por ella.
Ya estaba atardeciendo, llevaba varias horas desaparecida y probablemente los guardias junto a sus tres compañeros estaban en su búsqueda. Debía de darse prisa. En la noche era imposible salir de allí, las puertas se cerraban debido al peligro que había fuera y solo el personal autorizado podía saltarse el toque de queda.
El lugar era grande, Olimpia recorrió sitios que desconocía e incluso se dio cuenta de que no era una simple base, había una ciudad pequeña al lado, muchas familias habitaban allí. También era un hogar. Pero no para ella, ella no pertenecía ahí.
Ahora se encontraba cruzando el mercadillo. El Ancestral se había encargado muy bien de esconder la salida, convirtió la ciudad junto a la base en un laberinto y la paciencia de Olimpia comenzaba a agotarse.
Horas antes trató de buscar a sus queridas espadas, pero se las habían llevado y no las volvió a ver desde entonces. Tuvo que improvisar y no le quedó más opción que coger unas pequeñas dagas que al menos pudo esconder entre su ropa.
Sus ojos se movían en varias direcciones, la salida podía ser cualquiera, podía estar en frente de sus narices y la estaría ignorando. Empezó a sentir una presencia sospechosa a sus espaldas, si en algo era buena, era saber cuándo alguien la estaba siguiendo.
Aceleró el paso y giró la cabeza varias veces en busca de la persona que la perseguía. Pero con la gran concentración de personas era imposible divisar a alguien en concreto. Por caminar tan rápido tropezó con sus propios pies y chocó con un hombre.
—Señorita, ¿un melón? ¡A muy buen precio! —ofreció el señor con un marcado acento tendiéndole la fruta.
—No, gracias —respondió secamente esquivándole.
A medida que iba avanzando notaba al sospechoso pisándole los pies. Estaba nerviosa, armar un escándalo en medio de todos sería un grave error.
Los pasos se acercaban.
Más.
Y más.
Hasta que alguien la agarró del antebrazo y la arrastró a un callejón.
Dark.
— ¿Se puede saber qué demonios estás haciendo? —exigió apretando la mandíbula. Estaba furioso.
No había tiempo para esto. La habían descubierto, si quería escapar tenía que ser ya. Le propinó un rodillazo en sus genitales y salió corriendo sin ya importar las miradas que estaban puestas en ella. Dark maldijo y como pudo salió corriendo detrás de ella.
A su lado se unieron Hefesto y Logan.
— ¿Por dónde se ha ido? —gritó el dios.
— ¡No lo sé!
Mientras corría examinó su alrededor rápidamente, no tenía mucho tiempo. Físicamente eran más veloces que ella, excepto Logan. Pero Hefesto y Dark podían atraparla con facilidad si quisieran. Pero si algo caracterizaba a Olimpia, era su astucia y su capacidad de esconderse muy bien.
Ellos la perdieron completamente de vista y pararon de correr respirando agitadamente.
—Cómo corre esa mujer dios mío—dijo Logan con las manos apoyadas en sus rodillas.
—Tenemos que separarnos —dijo Dark.
— ¿Qué? ¡No! De ninguna manera —se negó Logan.
—Logan tiene razón. No conocemos la zona, podríamos perdernos —apoyó Hefesto preocupado.
—No creo que duremos mucho perdidos. Ya nos tiene en la mira. Nos encontrarán antes de desubicarnos.
— ¿Qué te parece si yo me voy con el pelirrojo y tú solo? —sugirió el historiador con una sonrisa socarrona.
— ¡Eh! ¿Por qué yo solo? —se quejó.
—Pues porque sí. Vamos —agarró del brazo al dios y se lo llevó a rastras.
Dark se cruzó de brazos y arrugó los labios.
—Maldita sea.
Dark no tuvo otra opción que ponerse a buscar por su cuenta. Estaba indignado, sus compañeros le habían dejado solo. ¡Solo! De esta no se iba a olvidar y se la iba a devolver doblada a ambos. ¿Acaso no habían aprendido que no hay que dejar de lado a nadie?
Estaba tan metido en sus asuntos que su cuerpo se había movido en piloto automático y terminó llegando a otro callejón similar al anterior.
— ¿Ya te han abandonado? —preguntó una voz burlona a sus espaldas.
Dark se dio la vuelta suspirando.
—Muy bien, se acabaron los jueguecitos. Regresamos a la base —amagó a agarrar el brazo de la chica pero ella se alejó.
—Yo no voy a volver a ningún sitio. Me voy.
— ¿Ah sí? ¿A dónde? Que yo sepa todo lo que hay fuera de este lugar es una jungla. No sobrevivirás ni un día.
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Editado: 15.01.2023