La Orden de las Sombras: Mentiras

NUEVE

 

 

El vehículo los alcanzó por la izquierda, poniéndose junto a ellos. En ese momento Emily reconoció a Ethan como el conductor, a su lado iba un tipo de cabello largo que cargaba un arma y los veía con una sonrisa que hizo que la chica mojara sus pantalones. En segundos el auto los había adelantado y clavó sus frenos, pero Mike fue más rápido y volanteo metiéndose por lo que parecía un camino rural.

El camino se volvió difícil, había pozos o, tal vez, era el pánico dominando los movimientos de Mike. Todos sabían que no tenían muchas oportunidades, no contra Ethan.

Emily volvió a acercarse a Beatriz e intentó acomodar su cabeza, pero pesaba. En ese momento, un estruendo ensordecedor inundó la cabina y fue seguido por un alarido de dolor emitido por Kimberly, mientras observaba con pánico su hombro.

Le habían disparado. Los gritos de dolor de la chica solo eran silenciados por más estruendos, uno tras otro. Luego llegaron los golpes, uno, otro y otro más, hasta que, finalmente, sucedió lo inevitable; el automóvil de Mike comenzó a dar tumbos.

Emily no llevaba el cinturón de seguridad, por lo que podía sentir cada golpe de su cuerpo contra el techo y luego bajar hasta golpear entre los asientos. En ese momento el ruido del metal colapsando, y convirtiéndose en una enorme jaula metálica que los mantenía cautivos, fue el protagonista.

***

Cuando terminamos la cena, nos dirigimos en malón hacia la sala común, quedaba una hora para el toque de queda y Nolan había propuesto un juego de mesa para pasar el rato antes de irse cada quien a su habitación. Vi se había negado y mientras caminábamos en dirección a la sala, tiró de mi muñeca hacia la dirección.

―¿Dónde vamos? ― pregunté.

―A hablar con mis padres. ― Sonrió y el corazón me latió apresurado.

La señora Flores nos llevó a una diminuta oficina que tenía un teléfono de escritorio (me sorprendió que esas cosas siguieran existiendo) y nos entregó una ficha con los números de teléfonos que Victoria necesitaba. Ella marcó un número bastante largo y tiró de mi falda para que me sentara a su lado, entonces acerqué mi cabeza a la suya para escuchar.

La voz de la madre de Victoria sonaba casi como la de una adolescente y me pregunté si se parecería un poco a ella. De pronto noté que ambas mantenían una conversación de lo más normal entre madre e hija y me alejé para darles privacidad mientras pensaba que eso era algo que yo nunca había hecho con la mía. Escuché como la madre de Vi, le preguntaba cómo había ido su día, le hablaba sobre los planes para el receso de Navidad y, entonces, pensé en que la mía ni siquiera había llamado para saber cómo estaba. No se me había ocurrido pensar en las fiestas ¿Qué iban a hacer conmigo? Sinceramente solo me gustaría pasarlas con Sarah, pero dudaba que eso pudiera ser posible.

―Mamá... ― Vi la interrumpió un poco incómoda y la mujer se silenció. ―Quería preguntarte algo... ¿Recuerdas a un compañero de tu generación de apellido Martin...? ― Vi me miró esperando que la ayudara con el nombre, se lo gesticulé. ―Samuel Martin ― aclaró y me pidió que me acercara para escuchar.

―¿Samuel Martin? ― soltó pensativa.

―Si, era amigo de la directora Wagner...

―¿El Samuel de Cleo? ― preguntó con una voz sugerente. ―Él no se apellidaba Martin, ese apellido ni siquiera me suena.

―¿A qué te refieres con eso de "el Samuel de Cleo"?

La madre soltó una risita divertida.

―Cleo estaba sumamente enamorada de Samuel...― esa confesión me hizo suponer que, si se refería a mi padre, después de todo Wagner lo había confesado ¿No? ―Pero él le rompió el corazón, pero su apellido no era Martin cariño.

Las dos nos miramos fijamente a los ojos, solo teníamos que hacer una pregunta y realmente no sabía si quería que la hiciera.

―¿Cuál era mamá?

No escuché porque en ese momento un portazo proveniente de algún lugar me distrajo. Cuando volví la mirada a Victoria, su piel trigueña estaba particularmente pálida y su mirada aturdida.

―Adiós mamá...― susurró bajando el tubo del teléfono.

―¡Mierda no escuche! ¿Qué dijo?

Ella me miró con esos enormes ojos de ciervo asustado y una sensación horrible recorrió mi columna vertebral.

» Vi ―insistí preocupada.

―Necesitamos meternos esta noche en los anuarios ¿Dijiste que estaban cerrados con llave? ― dijo un poco acelerada.

―Si. Nina dijo que estaba en refacción ¿Qué pasó?

―Según mi madre, el apellido de Samuel, ese chico que era amigo de Wagner, no era Martin sino Ashdown.

Fruncí el gesto confundido, no comprendía.

―Tal vez haya otro Samuel... Probablemente se confundió.

―No entiendes Em. ― La pequeña mano de Victoria se posó sobre la mía. ― Si tu apellido real es Ashdown...

―¿Qué?

―Tu abuelo está vivo.

Victoria soltó cuatro palabras. Solo fueron cuatro. Cuatro palabras que me paralizaron. La posibilidad me estremecía en la misma medida que encendía en mí una pequeña llama de esperanza. ¿Por qué? Nos obligó a crecer creyendo que toda su familia estaba muerta, nos obligó a llevar un apellido que no era nuestro y...

―Em...― Las manos de Vi sujetaron mis hombros. ―No lo pienses demasiado ahora, mejor esperemos a confirmarlo.

―¿Cómo? ― pregunté sin salir aún del shock por la noticia.

―Esta noche entraremos al archivo de anuarios.

―Está cerrado con llave.

Victoria sonrió y tiró de mi mano para salir de la pequeña oficina. Saludamos a la Sra. Flores y fuimos a la sala común directo a donde los chicos.

―Ron, te necesitamos...― indicó Vi con un movimiento de cabeza.

Varios minutos después, el chico corrió a su habitación y volvió con una pequeña llave que metió con disimulo en el bolsillo de la chaqueta de Vi.

―¿Qué están tramando? ― preguntó.




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