La Orden de las Sombras: Mentiras

DIECISEIS

―¿Están seguras? ― pregunté viéndome al espejo.

Finalmente, después de muchísimas opciones, me había puesto un vestido de Iris, era azul con pequeños lunares blancos y mangas largas, lo combiné con mis borceguíes negros y, según todas, estaba bastante bien. Vi insistió en que recogiera mi cabello y me prestó un pequeño bolso para que pusiera un brillo labial y mi perfume.

―¿Podemos vernos más tarde en el ático? ― preguntó Alice. ― No creo que aguante hasta mañana para saber cómo resultó todo.

―Seguro. ― Asentí. ― Golpearemos su habitación de camino para avisarles.

―Vamos ― dijo Iris aferrándose a mi brazo. ―Te llevamos abajo.

Al llegar a la puerta Ron estaba esperando, con ambas manos en los bolsillos y hablando entretenidamente con esa chica de la biblioteca ¿Raven?

―¡Wow! ― dijo en cuanto nos vio llegar.

La chica me vio con cara de pocos amigos y sin hablar con nadie se alejó molesta.

―¿Qué le pasa? ― preguntó Iris viéndola irse sacudiendo su cola de cabello exageradamente.

―Le gusta Ronan ― respondí levantando mis hombros.

Todos me miraron sorprendidos, eso incluía a Ronan.

» ¿Qué? ― pregunté divertida. ― ¿No te habías dado cuenta?

―¿Raven? ― Insistió Vi que ahora estaba apoyada en la pared junto a Ronan.

―Si, estoy segura... ¿Qué te dijo? ― Le pregunté curiosa.

―Emily Rose. ― La voz de Thomas me tomó por sorpresa.

―Hola Thomas.

Aspiré una gran bocanada de aire, estaba nerviosa, pero mi respiración se interrumpió cuando vi al hombre que entraba un poco más tarde. Un hombre alto, de hombros anchos, con barba y cabello cano se acercaba con paso firme. Junto a él caminaba Wagner sujeta de su brazo. Cuando su mirada encontró la mía, la emoción anudó mi estómago, sus ojos eran idénticos a los míos.

Inconscientemente mi mano comenzó a temblar y entonces sentí el roce suave de la mano de Silas, lo miré y él se limitó a entrelazar sus dedos con los míos.

Cuando Efraín se detuvo a mi lado, agradecí seguir el consejo de las chicas y no llevar el uniforme. El hombre vestía un traje negro, camisa blanca y una corbata azul oscura. Era un hombre elegante e intimidante.

Nos observamos en silencio unos segundos que me parecieron una eternidad. Finalmente, él sonrió y pude ver la emoción en sus ojos ¿Estaría contento de verme? ¿Querría realmente conocerme?

―Hola Emily...― susurró soltando a Wagner y acercándose a mí. ― Hola a todos ― dijo corriendo la emoción de sus ojos en un gesto que reconocí mío, eso me hizo sonreír.

―Buenas noches, Señor Ashdown ― saludaron todos al unísono, algo que me causó un poco de gracia.

Luego de observar a cada uno de los chicos preguntó:

―¿Estos son tus amigos? ― Fijando su mirada penetrante en mí.

El nudo en mi estómago se estrujó un poco más y dudé, algo que no debería haber hecho. Estos chicos me habían aceptado cuando era una nadie en la escuela, me cobijaron y me hicieron sentir parte de algo ¿Por qué me costaba tanto decirlo? Eran mis amigos, pero sentía que si no lo decía tal vez el destino eligiera no ser una mierda y arrebatármelos como ya lo había hecho. Tal vez me diera una oportunidad de no cagarla y cuidarlos. Finalmente, la mano de Silas dio un apretón a la mía y sonreí antes de soltarlo.

―Si, ellos son mis amigos Ronan, Victoria, Isis, Alice y Silas ― respondí con una seguridad desconocida.

―Bien ― dijo Efraín mirando a cada uno de los chicos.

En ese momento Holden y Nolan llegaron agitados y sudados.

―Lo siento ― hablo Holden por ambos. ― Estábamos en el entrenamiento.

Asentí con vergüenza y en seguida ambos se limpiaron las palmas para estrechar la mano de Efraín.

―Me alegro que hayan ayudado a mi nieta a poder integrarse ― continuó él.

Que me llamara nieta me parecía tan cálido y me recordaba tanto a mi abuelo Ilario. Todos asintieron y el gesto que el hombre hizo a continuación me tomó por sorpresa; me ofreció su brazo, como lo haría un caballero, me sonrojé y gracias a un ligero empujoncito de Vi me acerqué a él. Tenía un aroma fuerte, intenso, como si fuera tabaco, más no rancio. Me agradaba. De pronto me encontré aferrándome con más fuerza de su brazo, como si temiera perderlo tras cruzar el umbral de las puertas de Golden Hill. Realmente temía que todo eso fuera una horrible pesadilla.

Caminamos juntos hacía afuera donde nos esperaba un hombre junto a un bonito auto negro con vidrios polarizados.

― Señor y señorita Ashdown ― dijo sosteniendo la puerta para que podamos entrar.

Se sintió extraño ser llamada por ese apellido, me era ajeno, pero al mismo tiempo me hacía sentir parte de algo que siempre había querido, era parte de una historia familiar. Una historia de la que mi padre me había privado, vaya uno a saber por qué.
 

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.