La Orden de las Sombras: Mentiras

VEINTE

Después de bañarnos y cambiarnos en silencio, bajamos a desayunar sumidas en ese mismo silencio, cada una metida en sus pensamientos. Nos sentamos a la mesa y ni siquiera nos percatamos que esa mañana fuimos las únicas a excepción de Ronan que saludó y se alejó corriendo a estudiar con un grupo en la biblioteca. Alice e Iris no habían aparecido, tampoco Holden o Colby, pero, aunque era extraño, preferí no pensar en ello por el momento.

―¿En qué piensas? ― Vi fue la primera en romper el silencio.

Levanté la mirada de mi taza y dejé la galleta que tenía en mi mano que ni siquiera había tocado.

―¿Dónde está la princesa? ― pregunté mirando la mesa donde solía sentarse, estaban sus amigas, pero ella no.

―Bueno, supongo que en la enfermería ― respondió intentando disimular una sonrisa.

―¿Y los demás?

No hizo falta que aclarara nada, ella entendía a quienes me refería.

―No lo sé... ― Soltó un suspiro pesado ―¿Por qué estoy dudando de todo Em? Me crie aquí, conozco a todos, pero ahora, en este momento, dudo de todo.

―Tampoco lo sé, Vi. Ya no sé qué creer o en quién.

Estábamos super cansadas y yo sabía que más tarde tendría que hacer una llamada muy complicada, tenía que llamar a Sarah y decirle la verdad, eso me generaba demasiada ansiedad, por lo que decidimos subir a descansar un rato. Todavía nos duraba el cansancio, algo que no solíamos tener después de las clases de Clark, pero estaba claro que esa mañana los nervios nos habían dejado agotadas. Mientras subíamos las escaleras un hombre muy bien vestido y cargado de bolsas nos adelantó, ambas nos miramos sorprendidas.

―¿Y esto? ― Susurré mirando la espalda del tipo mientras lo seguíamos a una distancia conveniente.

―Ni idea...― Vi tomó mi mano y me instó a acelerar el paso.

La sorpresa fue mayúscula cuando lo vimos entrar a nuestra habitación. Justo frente a la puerta estaban Iris y Alice, mirando igual de sorprendidas la situación. Cuando el hombre salió se encontró encerrado entre nosotras cuatro.

―¿Quién eres? ― preguntó Alice enseguida.

―Vengo de parte del señor Ashdown ― respondió y siguió la mirada de mis amigas cuando todas me miraron. ― Disculpe, tengo trabajo que hacer.

Sin más, el tipo nos esquivó y salió del pasillo dejando la puerta de nuestro cuarto abierta. Iris fue la primera en asomarse.

―Em... ¡No jodas! ― exclamó.

Corrimos todas al interior y mi mandíbula cayó al piso cuando encontré media habitación inundada de bolsas y cajas en cantidades que era incapaz de procesar. Bueno, no era medía habitación, pero eran demasiadas.

―No-puede-ser ― dijo Alice levantando una bolsa negra con un famoso logo estampado en su frente.

―¿Y todo esto? ― pregunté incrédula asomando mi cabeza sobre una bolsa, casi con miedo.

―Em...― Alice llamó mi atención y señaló un sobre en mi escritorio.

Saqué la tarjeta de su interior y me sorprendió la preciosa letra cursiva que había en ella:

"Querida Emily:

No quisiera que tuvieras que volver a pedir prestado. No cuando puedes permitirte mucho más que un vestido. Anoche hablé con mi compradora personal y ella tomó todas las decisiones porque ciertamente yo no sabría qué es lo que puede querer una jovencita de dieciséis años. Espero que todo sea de tu agrado y si necesitas algo, o hace falta cambiar alguna cosa, lo que sea, solo debes pedírselo a Cleopatra.

Con amor, tu abuelo."

―¿Qué dice? ― Preguntó Vi tomando la tarjeta en sus manos.

―Supongo que todo esto es mío. ― Incrédula, miré todo el desastre en el que se había convertido mi habitación y entonces noté un detalle. ―¿Por qué no bajaron a desayunar? ¿Por qué traen el pijama?

―Alice se sentía enferma y yo creo que me estoy contagiando porque me duele demasiado la cabeza. ― Respondió Iris. ―Yo acusé que tenía los mismos síntomas y la doc, pensando que podíamos estar incubando una gripe, nos pidió que pasáramos el día en cama y nos trajeron el desayuno a la habitación.

Un golpe en la puerta entreabierta nos sorprendió. Roselen estaba al otro lado, viendo casi con desprecio todo el desorden del cuarto.

―Wagner quiere verlas ― dijo mirándonos a Vi y a mí, para luego posar su mirada en las otras chicas ―¿Ustedes no deberían estar en la cama?

Ambas asintieron, nos guiñaron un ojo y corrieron a su habitación. Nosotras nos quedamos un minuto en silencio y decidimos bajar juntas. Nada más salir vimos como Alice e Iris se asomaban desde su habitación:

―¿Podemos ayudarte a ordenar y ver que hay? ― preguntó Alice, quien era claramente la más coqueta del grupo.

Asentí con una sonrisa y seguí a Vi en nuestro camino rumbo a la oficina de Wagner. En el trayecto mi cabeza no dejaba de pensar en lo que podría suceder ¿Qué tendría para decirnos? O ¿Qué sucedería con nosotras? ¿Qué habría dicho Amelia? ¿Por qué no había estado en el desayuno? De pronto la idea de haberla lastimado realmente me estaba preocupando, aunque estaba segura que no había estado ni cerca de hacerlo.

Wagner nos esperaba de pie fuera de su despacho y nos abrió la puerta con una sonrisa que, poco a poco, comenzaba a molestarme. El mundo podía estar ardiendo a sus pies, pero ella siempre sonreía. El despacho estaba limpió y ordenado, como de costumbre, a excepción de ese escritorio que siempre tenía rebalsado de libros y cuadernos.

Nos invitó a tomar asiento en la pequeña sala frente a la chimenea qué, aunque no había sido encendida aún, ya contenía un grupo de leños perfectamente acomodados. En la mesa de centro una enorme bandeja con una tetera humeante y varios platos con bocadillos nos estaba esperando. Vi me miró sorprendida, casi asustada. Yo me sentía igual, aunque no entendía muy bien por qué.

―Hable con el señor Clark...― dijo sirviendo pacientemente las tres tazas de té dispuestas sobre la bandeja y entregándonos una a cada una.




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