La Orden de las Sombras: Mentiras

VEINTISEIS

Cuando me desperté estaba acostada en una cama, estaba claro que era una cama de hospital. Moví mi cabeza a la derecha y vi a mi abuelo, acompañado de Thomas. Los dos perdidos en sus lecturas.

―¿Qué me pasó? ― pregunté sentándome en la cama y notando los cables que tenía puestos que viajaban, al parecer, al monitor que tenía junto a la cama.

―Tuviste un síncope ― respondió mi abuelo parándose junto a mi enseguida y dejando un beso en mi cabeza. ―Nos asustamos mucho.

―Qué bueno que esté despierta Emily Rose.

―Gracias Thomas ¿Que es un síncope? ― pregunté mirando a mi abuelo.

En ese momento, un doctor entró a la habitación con una carpeta metálica en sus manos.

―Bienvenida Emily Rose Ashdown ― dijo con voz gruesa y segura. ―Vaya susto le diste a mi amigo. ― Levantó la cabeza para mirar a mi abuelo y sonrió.

―Em, el doctor Adair es un buen amigo mío y el mejor especialista en cardiología que conozco.

―¿Cardiología? ― pregunté un poco asustada. ― ¿Tengo algo malo?

―No, tranquila. ― Adair se sentó en mi cama y tomó nota de los valores que había en el monitor. ―Tuviste un síncope, básicamente un desmayo. Perdiste la conciencia y el tono muscular, si te explicó esto es porque tampoco recuerdas lo sucedido, algo que es muy normal.

―¿Por qué estoy aquí entonces?

―Bueno, por lo que nos informaron los paramédicos que te trasladaron, despertaste del síncope muy alterada y tuviste varios desmayos posteriores a ese. ― Fruncí mis cejas, no recordaba absolutamente nada. ―Te hicimos una batería de estudios y todo resultó normal. Creemos que estás bajo mucho estrés, algo que tu abuelo confirmó. ― Sonrió de forma, casi, paternal. ―Más del estrés que debería tener una jovencita de tu edad.

―¿Tenemos que darle algún tipo de medicación? ― intervino Thomas con su teléfono en mano ―¿Tratamiento? ¿Reposo?

―Claro, terapia adolescente. ― Soltó una carcajada cuando lo miré confundida. ―Nada, divertirse y relajarse un poco ― dijo poniéndose de pie. ― Enviaré a alguien para que te quiten los monitores y prepararé el papeleo para el alta. ― Asentí y el hombre salió del cuarto acompañado por Thomas.

Segundos después una enfermera entró y con delicadeza me quitó todos los aparatos que tenía conectados. Cuando salió mi abuelo me entregó mi bolso, el que había traído de la escuela y señaló una puerta.

―Puedes cambiarte en el baño. ― Me ofreció su mano y me ayudó a bajar de la cama.

Acomodé el bolso en la cama y lo abrí para sacar lo necesario.

―¿Beatriz está viva? ― pregunté cortando el silencio.

No lo vi, pero lo escuché suspirar.

―No creo que debamos hablar de eso ahora cariño...

―¿Y cuándo abuelo? ― pregunté intentando no emocionarme ― ¿Qué diferencia habría?

Efraín volvió a suspirar y acomodó su chaqueta

―Los detectives creen que la persona que te sacó del vehículo, es la mima que se llevó a Beatriz, aunque no creen que esté con vida.

―¿Por qué se la llevaría? ¿Por qué me salvaría? No tiene sentido.

―Lo sé y te prometo que hablaremos de eso, pero en casa. Cámbiate y vayamos a casa ¿De acuerdo?

La casa de mi abuelo era diferente a como la imaginaba. Era una casa en una zona muy bonita, Kensington Palace Garden y la decoración exterior era muy clásica, columnas blancas, fachada de ladrillo rojo a la vista y una bonita puerta blanca de madera. Pero el interior era una mezcla muy armoniosa entre lo clásico y lo moderno. De hecho, no podía creer que mi abuelo fuera tan moderno.

Nos adentramos en el vestíbulo y Thomas me ayudó con la chaqueta. Caminé siguiendo a mi abuelo hasta una enorme sala de estar con una chimenea encendida que me daban ganas de acurrucarme cerca.

―¿Vives solo? ― pregunté mientras él se acercaba hasta donde yo estaba.

Sobre la chimenea había fotos mías y de mi hermana cuando éramos bebés, también había fotos de un pequeño niño rubio y de ojos claros. No pregunté, pero supuse que sería Carter.

―Solo no, ― respondió abriendo los botones de la manga de su camisa ― Thomas y Candace viven conmigo.

―¿Candace? ― pregunté curiosa.

En ese momento una mujer joven se acercó. Llevaba un bonito vestido azul y su cabello estaba prolijamente recogido en un moño.

―Efraín, señorita. ― La mujer se detuvo frente a nosotros. ―Qué bueno es tenerlos en casa. Soy Candace ― dijo ofreciéndome su mano. ―Ama de llaves de la mansión y esposa de Thomas.

―Es un placer y, por favor, solo llámame Emily.

La mujer asintió con una sonrisa amable que la hizo ver más guapa y alisó su falda.

―La cena está lista si quieren pasar al comedor. ― Señaló el arco por el que habíamos entrado.

Seguí a mi abuelo mirando todo lo que podía en el camino al comedor, por momentos encontraba detalles que parecían elecciones de mi abuelo y en otras ocasiones me parecía todo muy impersonal, como si alguien hubiera tomado decisiones por él. Aunque podía estar equivocada, después de todo apenas lo conocía.

La cena fue silenciosa, aunque no incomoda. Thomas y su esposa no habían querido sentarse con nosotros, aunque mi abuelo me explicó que normalmente si lo hacían, solo que tal vez habrían pensado que por lo sucedido era mejor que estuviéramos solos.

―Por favor explícame ― insistí cuando había dado por terminada mi cena.

Mi abuelo suspiró y dio por terminada la suya también.

―Mientras estabas en la clínica le pedí a los agentes de La Orden que investiguen esa línea. Esperemos pronto tener algunas novedades.

―Entiendo ― aclaré bostezando ―ahora que soy parte de La Orden, quiero estar al tanto de la investigación.

Efraín sonrió con orgullo genuino y eso contagió una suave sonrisa.

―No puedo creer que una de mis nietas sea parte de este mundo. ― Suspiró. ― Aunque tienes que relajarte un poco Emily, lo que sucedió hoy me dejó muy preocupado.




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