La Orden de las Sombras: Mentiras

VEINTIOCHO

 

Me permitieron incorporarme, solamente cuando la camioneta se frenó. En segundos me encontraba fuera del vehículo mientras un grupo de médicos, quitaba a mi abuelo inconsciente del interior y lo recostaban en una camilla, la sangre había cubierto por completo su impoluto traje. No podía reaccionar, en ese momento fui consciente de la gravedad de la situación, mi abuelo podía morir en ese momento. No habíamos tenido tiempo y, nuevamente, alguien cercano a mi moría.

―Emily…― una voz suave y una mano enorme sujetó con delicadeza mi brazo, pero no podía quitar los ojos de mi abuelo.

Estaba en la camilla sin reaccionar, mientras a toda velocidad lo metían a un edificio.

» Emily, tenemos que entrar ― insistió la voz, que ahora reconocía como Owen.

―¿Qué va a pasar? ― pregunté intentando contener el temblor de mis labios.

―No lo sé ― respondió y lo miré.

Podía ver el miedo en sus ojos, él pensaba lo mismo que yo y le agradecía la sinceridad. Prefería una verdad incierta a una seguridad falsa.

» Pero este no es un lugar seguro ― dijo señalando el camino por el que habían entrado a mi abuelo.

―Estás herido ― dije viendo la sangre que escurría por su brazo.

―No es grave ― respondió como si eso no le doliera cuando en realidad le debería doler como la mierda.

Miré a mi alrededor, estábamos en un estacionamiento cubierto, probablemente un subsuelo y las puertas eran las de una guardia hospitalaria. El hombre señaló las puertas, asentí y seguí el camino indicado por Owen. Nos sentamos uno junto al otro en una sala de espera silenciosa y vacía, estaba cansada y tenía frío. Miré mis manos sucias de sangre, luego observé las de Owen, también manchadas con sangre. Él notó que lo miraba y levantó apenas un poco la comisura de sus labios, en una sonrisa complaciente, mas no sentida.

―Deberéis pedir un médico Owen ― dije con la mirada fija en el suelo.

―No quiero dejarte sola.

―Este es un lugar seguro ― repetí sus palabras.

―Lo es, pero no voy a dejarte sola hasta que venga alguien más ― insistió y por su tono de voz supuse que no valía la pena discutir.

Tenía muchas preguntas que hacerle, pero no podía. Estaba tan cansada, que pese a no saber nada más que su nombre, descansé mi cabeza en su hombro. Sonreí cuando lo noté tensarse. Levanté los pies al banco y suspiré.

―Tiene que salir todo bien ― dije con los ojos cerrados.

Se movió y supuse que me miraba.

» Apenas nos encontramos ¿Sabes? ― Mi voz se nublo y contuve las ganas de largarme a llorar en ese momento. ―Necesito mucho más de mi abuelo en este momento, mi hermana lo necesita también.

Owen no respondió, suspiró pesadamente y apoyó su cabeza en la mía. Eso fue bueno, prefería ese gesto sencillo, como si dos desconocidos se entendieran así de simple.

―¡Emily! ― una voz femenina me hizo reaccionar muchos minutos después.

Me incorporé y entonces me encontré con los ojos cansados de Candace, que me ofreció sus brazos y no dude en aferrarme a ellos. Thomas colocó su mano en mi espalda y lo miré asustada.

―¿Qué saben? ― preguntó mirando a Owen que negó lentamente.

―Aun nada, nadie ha salido. ― Señaló la puerta, por donde supongo habrían metido a mi abuelo.

―¡¿Cómo pudo pasar esto Owen?! ― gritó.

Me solté de su esposa y lo miré sorprendida. Nunca había escuchado a Thomas así, era un hombre siempre amable y educado. No conocía esa faceta suya.

―Se supone que esto no debía pasar.

Instintivamente me detuve junto a Owen y tomé la muñeca de Thomas, que cambió la mirada furiosa a una amable para luego verme a mí. Era casi como una máquina, increíble, como un camaleón emocional, con la facilidad con la que podía mostrarse diferente conmigo en ese momento.

―Si no hubiera sido por él, no hubiéramos llegado ― dije con voz segura, era la realidad.

Thomas suspiró y cerró sus ojos para intentar calmarse antes de volver la mirada a Owen.

―La seguridad del exterior nos abandonó ― dijo Owen y lo miré sorprendida.

―Lo sé. ― La confesión de Thomas me hizo verlo asustada y cuando notó mi mirada negó apenado. ―Nos traicionaron. ― Volvió su mirada a Owen. ―Buen trabajo ― soltó finalmente palmeando su hombro.

―Gracias señor.

―¿Están heridos? ― intervino Candace acariciando mi espalda de forma maternal.

Los dos negamos en silencio. Entonces mi mirada se clavó furiosa en Owen.

―Él sí ― dije enseguida, motivo por el que Thomas volvió a reprenderlo y lo mandó a hacerse ver.

Fue gracioso verlo pasar como un niño castigado y todavía más gracioso fue escuchar el “Chivata” que susurró al pasar por mi lado.

Candace y yo nos mantuvimos en la sala de espera. Owen, volvió unos cuarenta y cinco minutos después informando que solo habían sido un par de puntos por un roce de bala, y se sentó junto a Thomas, frente a nosotras. Seguía teniendo cara de pocos amigos, pero sonrió levemente cuando cruzó su mirada conmigo.




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