La Orden de las Sombras: Mentiras

TREINTA Y DOS

 

El día fue lento. Pesado. Las pocas horas de mal sueño no habían ayudado y solo de pensar que tendría que batallar con la intensidad energética de Clarissa en el anuario me daba miedo. Esperaba no terminar insultándola, intentaría controlarme. Ella no tenía la culpa de mi cansancio.

Veinte minutos más tarde, entre monólogos de Clarissa, nos dirigíamos a entrevistar a Nikolái. Él, a diferencia de mí, se veía fresco y radiante. Lo miré con un desprecio que le causó gracia y en cuanto Clarissa se alejó para buscar su grabadora se acercó a mi para susurrar:

―Ya te acostumbraras.

―¿Tanto se me nota?

―Te ves como la mierda.

No pude evitar verlo con indignación. Pero no me molestaba, si dejaba de lado el acento de Nikolái, resultaba que él me caía bastante bien.

La entrevista fue del estilo a las demás que habíamos hecho. Supe que la madre de Nikolái había estudiado en el internado y que su familia estaba en el negocio del petróleo, que conoció a su padre en un viaje de negocios y se casaron a los pocos meses de haberse conocido pese a que sus padres no lo aprobaban y es que claro, el padre de Nikolái no era más que un empleado de la petrolera. Pero para sorpresa de toda la familia el hombre resultó ser muy hábil en los negocios, solo le faltaba una inyección de dinero y en pocos años la fortuna de la familia de Nikolái aumentó exponencialmente, ramificando sus inversiones en diferentes tipos de empresas relacionadas al rubro del petróleo. Por otro lado, me enteré que Nikolái esperaba estudiar Ingeniería Química y luego de recibirse, su intención era tomarse un año sabático. «Cosas de ricos» pensé porque, ¿Quién puede estar un año sin trabajar?

Nikolái resultó ser muy divertido y sencillo. Ante la pregunta indiscreta de Clarissa, que nada tenía que ver con anuario sobre si el chico estaba en alguna relación, saqué dos cosas en claro; la primera que Clarissa estaba interesada en él y la segunda es que no salía con nadie de momento.

―Em. ― Se acercó a mí, mientras Clarissa guardaba las cosas en su bolso. ―Quería preguntarte algo.

Lo miré divertida, se notaba nervioso.

―¿Es sobre Sarah? ― Mi pregunta lo tomó por sorpresa y solté una carcajada.  ―Es que eres tan obvio. A ver, mi hermana no sale con nadie, es obvio porque acaba de llegar. Acaba de terminar una relación de mierda con un idiota en Connecticut, pero no creo que este super triste por eso. No le gusta la música oscura y le dan pánico las películas de terror, suele no poder dormir si ve alguna. Intentó ser vegetariana y no pudo, es fan de Taylor Swift y creo que le gustas.

Terminé de hablar rápido al darme cuenta que mi compañera de entrevistas se acercaba. Él me miró fijamente conteniendo una sonrisa, finalmente asintió agradecido y salimos del gimnasio para buscar a la chica que sería la última entrevistada por esa edición. Cuando entramos al edificio principal de la escuela, la señora Flores salió a nuestro encuentro rápidamente. En su rostro se dejaba ver la preocupación y por un momento me paralice pensando en mi abuelo. Si bien Wagner me mantenía al tanto de su estado y estaba mejorando, me asustó pensar que algo pudiera haber pasado en las últimas horas. Debo admitir que sentí alivio cuando esa preocupación no era por mi sino por la madre de Clarissa, al parecer la mujer se había accidentado en un viaje a Sudamérica y su padre necesitaba que Clarissa viajará urgentemente a hacerles compañía. La chica se paralizó, entonces coloqué mi mano en su hombro haciendo que me mirara. Tomé el bolso que colgaba en su hombro y sonreí.

―Yo me encargo, tengo aquí la grabadora y tus preguntas. No te preocupes.

Clarissa asintió sin decir una palabra y se alejó de nosotras escaleras arriba. Estaba en shock.

Me despedí de la señora Flores y caminé al aula de anuarios para revisar el bolso de la chica, buscando el nombre de la última entrevistada. La libreta solo contenía un nombre: Mathilda. ¿Quién diablos era Mathilda? Estaba claro que Clarissa conocía de todos y sobre todos en la escuela, pero ese no era mi caso.

―Tiene que ser una broma. ― Clavé mis pies en el suelo deteniendo a Aksel, mi compañero en el equipo de anuario, a quien le había pedido que me llevara con Mathilda,

Estábamos frente al enorme campo de equitación, precisamente frente a la entrada de los establos. Desde mi posición, podía escuchar el relinchar de las bestias que probablemente desde la distancia olfateaban el miedo que emanaba por mis poros.

―Em, tengo que irme. ― Se disculpó Aksel. ― Necesito terminar mi trabajo de biología, pero Mathilda suele estar en el establo cuidado de Storm, su yegua, o en el campo practicando. De cualquier forma, la encontrarás. Sigue por ese pasillo. ― Señaló el lugar. ― Saldrás al campo de equitación.

Asentí y sin decir más él se alejó.

Me quedé en silencio y estática pensando que hacer ¿Podíamos no entrevistarla en ese momento? ¿Tal vez nunca? Di un paso hacía el lugar y el relinchar de un caballo me erizó la piel. Me detuve frente a la entrada del establo. Nunca había entrado, por supuesto, debido a mi aversión a esos nobles animales de cuatro patas. No siempre les temí, pero en una excursión con la escuela, una de esas bestias se asustó, se levantó en dos patas y con sus cascos me golpeó. Salí de la granja con una contusión que me tuvo en observación varías horas. Pero desde ese momento no pude estar cerca de ellos, ver a un caballo asustado, enojado o nervioso, era aterrador para mí.




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