La Orden de las Sombras: Mentiras

TREINTA Y SIETE

TREINTA Y SIETE

Las personas cambian. Las personas crecen y en algún momento tienen que elegir como quieren ser recordados. Beatriz eligió ser recordada como la asesina de sus mejores amigos, de esas personas que no dudaron en ayudarla, que no dudaron en quererla pese a sus defectos y que no dudaron en creer que algo bueno se escondía debajo de tanta mierda. Ellos creyeron ver algo. Yo también lo creí, pero me di cuenta que no era más que más mierda, solo que de otro color.

Ya no siento culpa por la muerte de Kim y Mike, siento que es mi obligación vengarlos. Quiero ser quien encuentre a Beatriz, quiero ser quien la terminé, porque lo que ella no sabe es que yo también crecí. Yo también elegí y quiero ser recordada como la persona que es capaz de matar por las personas que ama.

―¡Puta madre! ― gritó Ronan entrando a mi habitación.

Las chicas estaban terminando de arreglarse, pero yo estaba lista hacía rato.  

» Me preocupa que te siente tan bien el papel.

Puse los ojos en blanco y solté una carcajada levantando el bate sobre mi hombro. Harley Quinn siempre me había gustado, pero nunca me había permitido disfrazarme de ella. Bea siempre hacía hincapié en no opacarnos y eso era básicamente porque ella odiaba que alguien la opacara. Esa noche era diferente. Bea estaba muerta para mí, mas no Beatriz, ella y yo nos volveríamos a ver las caras tarde o temprano.

Miré mi alrededor. Raven había elegido vestirse como Hiedra Venenosa, Alice por supuesto era Alicia en el País de Las maravillas, algo obvio pero que le sentaba perfecto. Iris era Cat Woman y eso era jodidamente sexy porque ese catsuit dudaba que alguien más pudiera lucirlo así. Vi era un hada, según yo le quedaba perfecto con su personalidad. Mi hermana era una especie de pirata sexy con sangre escurriendo por su boca, hasta ahora nadie había entendido que era.

― ¿Qué se supone que eres? ― preguntó Ron mirando a mi hermana, como todas la habíamos visto antes.

Soltamos una carcajada conjunta y ella nos miró indignada.

―Soy un pirata vampiro ¡Es obvio! Que tontos son…

Negué divertida mientras todas la molestaban y en grupo bajábamos las escaleras. Me detuve sorprendida y solté una carcajada escandalosa cuando vi a Silas al pie de la escalera disfrazado del Joker. Corrí escaleras abajo y me abracé a su cuello, lo besé mucho, fue intenso y con demasiadas ganas. Así eran las cosas entre nosotros desde aquella noche, nos era super difícil mantener nuestras manos quietas cada vez que estábamos juntos. Sentía que nunca me podría cansar de Silas, jamás nunca. Abandoné sus labios para acariciar su cabello completamente pintado de verde. El hizo lo mismo con mis coletas azul y rosa.

―¿Me gusta cómo te queda el rosa? ― susurró sobre mis labios.

―Y a mí como te queda el verde, pero creo que tu padre moriría de un infarto si lo haces permanente.

Los dos nos reímos imaginando a Derek viendo a Silas así.

» ¿Cómo supiste que me iba a ir de Harley Quinn?

Miró sobre mi hombro y sonrió ―¿En serio me lo preguntas?

Mire a mi grupo de amigas, chismosas, gritonas y perfectas. Las amaba. Amaba mi nueva familia.

―¡¿Listos para el baile?! ― Grito Holden, haciendo que todos los que pasaban cerca de nosotros respondieran a los gritos.

Caminábamos en manada hacia el salón. Mi novio mantenía su mano en la mía y todo parecía perfecto. Deseaba poder detener el tiempo y quedarme en esa noche. Esa noche fui muy feliz, esa noche entendí que la amistad no es más que eso, ser estúpidos y que no nos importe nada más. Es fingir que somos perfectos porque en realidad no lo somos, pero ¿Qué sentido tiene vernos a través de los defectos? Ninguno, siempre y cuando seamos conscientes de la verdad, es más sano ver lo bueno en los demás.

El salón lucía diferente a la vez anterior, esa noche había decoraciones tétricas y música de un DJ, las luces eran estrambóticas y nadie bailaba bailes de salón.

―¿Estás bien? ― preguntó Silas mientras me ofrecía un vaso con ponche de cereza.  

―Dicen que esta noche los espíritus se levantan y caminan entre nosotros. ― Él asintió bebiendo su ponche. ―Ojalá Mike y Kim estén por aquí, los volvería loco este lugar.

Silas acarició mi mejilla viéndome con preocupación.

―Estoy bien. Muy bien.

―Te amo ― susurró en mis labios.

― Te amo Silas. ― Lo besé y tiré de su mano cuando nos separamos. ―¡Quiero bailar! ― grité.

―Hagámoslo entonces.

 Lo lleve conmigo a la pista para bailar entre los espíritus de la noche, quería bailar para celebrar y prepararme para lo que vendría.

―¿Estás bien? ― preguntó Silas.

―Mejor que nunca nene…

Nos besamos mientras bailábamos y apagué mi cerebro, me permití, por un rato, no pensar en nada que no sea, divertirnos como lo que éramos; simples y tontos adolescentes.

 

 

 

 




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