La Orden de las Sombras: Mentiras

TREINTA Y NUEVE

 

Emily

Las niñas se aferraron con fuerza a mi cuerpo cuando los gritos y los disparos estallaron. Mi cuerpo se encorvó sobre ambas y pude sentir los dedos de una clavándose en mi espalda.

—Tranquilas — susurré y no pude evitar que mi voz temblara.

Estaba aterrada y solo podía pensar en Wagner, de rodillas frente a ese hijo de puta. En Silas viéndome con miedo en su mirada, necesitaba dejar a esas niñas y correr a buscarlo, asegurarme que estaba bien.

—¡Todo está en orden!

La voz de Clark llegó desde el centro del salón y me permití asomarme. Las puertas de la cocina se abrieron y Sarah salió a toda prisa chocando con una silla que estaba tirada en mitad del camino.

—Aquí estoy —aclaré poniéndome de pie, intentando evitar que se quebrara el cuello como una loca en la próxima caída.

Las chicas que aún seguían aferradas a mi cuerpo me dificultaban el moverme, pero eso no impidió que mi hermana, histérica, corriera hasta chocar con mi cuerpo.

—¡Dios Emily! —gritó justo antes de ponerse a llorar. —¿Por qué insistes en morir y dejarme sola?

No pude evitar soltar una carcajada y usar mi única mano libre para rodear su cintura.

—No vas a librarte de mí Sarah, no así de fácil. No obtendrás la atención del abuelo solo para ti…

Ella se alejó, con los ojos inundados en lágrimas y asintió sorbiendo sus mocos.

—¿Están bien? —Silas llegó a nosotras, escondiendo el arma en su espalda, y me observó de pies a cabeza, como si buscara algún indicio de estar lastimada.

—Estamos bien —respondí enseguida.

Él no lo dudo y sujetó mis mejillas dejando un beso en mis labios.

—¡Qué asco! —Se quejaron ambas niñas provocando nuestras risas.

Cuando me separé de mi novio vi a mi hermana aferrada al cuello de Nikolái.

—¿Me perdí de algo? —pregunté curiosa haciendo que Silas los viera también.

—No sé nada sobre eso…

—Mas te vale porque si lo sabías y no me dijiste…

—Hoffman, Ashdown. —La voz dura de Clark nos obligó a dejar de sonreír.

—¿Qué pasó? —preguntó Silas, alejándose de mí y tomando una posición firme que envidié. Estar tanto tiempo tensionada en una posición incómoda con cuatro manitas tironeando mi piel y pelo, no es gratis.

—Una emboscada. Los quiero en la academia ahora mismo. — Miró a Silas y suspiró. —¿Cómo obtuvieron las armas? —preguntó.

—Fue mi culpa —intervino Nikolái acercándose a nosotros. —Le dije que no creía buena idea el baile, solo seguí mi instinto.

—Bien hecho —Dijo dándose la vuelta para alejarse, pero tomé su mano antes que se alejara.

—¿Wagner? —pregunté.

Clark suspiró y asintió —Extrañamente…está bien. De camino a la academia.

Sin decir más el hombre salió mientras otros de seguridad evacuaban el salón y llevaban a los alumnos a sus habitaciones.

 

—¿Extrañamente? — Caminé junto a Silas mientras nos dirigíamos en grupo a la academia.

—¿Qué? —preguntó con una sonrisa mientras acomodaba el cinturón de su uniforme.

—Clark dijo que “extrañamente” Wagner está bien ¿Por qué?

Silas me miró confundido, finalmente negó con la cabeza.

—Tal vez esperaba un resultado diferente.

Llegamos a la academia y no pudimos continuar conversando. El edificio se encontraba diferente, había demasiado movimiento y demasiada gente.

—¡Reyes, Meyer, Brown! — Un hombre de cabello oscuro habló con voz dura mientras miraba una tableta. —Al aula de ciberseguridad ¡Ahora! Los demás de este grupo arriba.

 

Escaleras arriba, en entrenamientos, nos esperaba un hombre que no conocíamos y se hizo conocer como Luca Alfonsí, entrenador militar de La Orden grado 4. No era muy musculoso, de hecho, parecía un tipo débil, eso fue hasta que lo vimos en acción. En seguida se puso a darnos órdenes y parecía estar dispuesto a agotar cualquier resto de energía que quedara después de lo sucedido.

Amelia estaba siendo mucho más rápida y precisa con sus golpes. Lo había sentido claramente en el cuerpo, sobre todo después del último golpe en mi hombro.

—Vamos Ashdown… —Me insistió Alfonsí, buscando que me despabilara.

Pero mi mente seguía en las palabras de Clark dichas en el salón “extrañamente”.

—Lo siento… — dijo justo antes de que golpeara mis tobillos haciéndome caer de espaldas al piso.

—Desastroso Ashdown, me habían dicho que eras buena ¿Qué pasó?

Me puse de pie aceptando la mano que Amelia me ofrecía y lo miré furiosa.

—Tal vez que acaban de entrar tipos armados a un baile escolar… ¿Qué tal suena eso?




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