La Orden de las Sombras: Mentiras

CUARENTA Y SEIS

 

Emily

—¿Qué quieres? —Me detuve, cruzando los brazos sobre mi estómago, pocos pasos después de salir de la sala común.

Cameron suspiró mirando de un lado a otro, parecía paranoico.

—Todo se está yendo a la mierda Em...

—Me doy cuenta.

—No me gusta Hao Sun.

—¿Qué quieres Cameron? —pregunté molesta.

—Lamento lo que pasó ¿De acuerdo? —suspiró y pasó una mano por su cabello que había crecido bastante. —Me gustaste antes de saber quién eras y fue terrible saber que éramos...

—¿Familia? Si claro, pero de todas formas me besaste.

—Me estoy disculpando.

—¿Por qué ahora?

—No lo sé, supongo que toda esta situación me preocupa y quiero protegerte...

No pude evitar soltar una carcajada exagerada, realmente sus palabras me causaban gracia.

—¿Protegerme? Cameron... ¿realmente crees que necesito protección?

—No lo sé.

—No la necesito.

—El abuelo...

—No te atrevas a hablarme del abuelo cuando nunca te importó una mierda la familia. El abuelo confió en mí para dejarme en la escuela, él sabe que puedo defenderme sola.

—¿Por qué haces todo tan difícil? Sarah es más...

—¿Será por qué intentaste besarme y dejaste muy claro que en lo que a ti respecta nosotros no somos nada?

—¡Pedí disculpas! —gritó golpeando la pared a mi lado —¿Qué más quieres?

—¿Todo bien chicos? —Una mujer de seguridad me miró y luego a Cameron.

La entendía, los ojos de Cameron parecían estar por estallar, la furia en él era visible. Quería golpearme y yo estaba deseosa por que lo hiciera, porque necesitaba descargar todas las emociones contenidas desde el baile.

—Hazlo—susurré. —Golpéame y dame una sola razón para devolverte el golpe.

Algo cambió en la mirada de Cameron, la comisura derecha de su labio se levantó y soltó el aire por su nariz. Mientras la palma de su mano golpeaba lentamente la pared tres veces.

—Si eso quieres...

—No va a faltar oportunidad, primo.

Me alejé de él. Podía sentir su mirada clavada en mi nuca, pero sabía que no iba a atacarme, Cameron no era tan estúpido como para hacerlo delante de los guardias de seguridad. De pronto la radio de toda la seguridad de la planta emitió una voz alterada.

—¡Ataque en el invernadero! — dijo la voz al otro lado.

—Raven...—susurré mirando asustada en todas las direcciones y sin dudarlo me colé entre el grupo de personas armadas que salían del edificio.

La tormenta en el exterior era violenta. El viento hacía que las gotas de agua parecieran cuchillas y el barró hacía casi intransitable el exterior. Nadie notó mi presencia a su lado o si lo hicieron no les importó. Me detuve en las puertas del jardín que daba acceso a la huerta, busqué a Raven con la mirada mientras el pecho dolía porque sabía que mi corazón no latiría hasta no verla de pie y a salvo.

Observé a la seguridad moverse con precisión por cada sector y dirigirse al invernadero tres que tenía los vidrios completamente empañados. Raven salió del interior en estado de shock, su rostro reflejaba el pánico y sus manos estaban manchadas de sangre.

Corrí hacía ella e intenté detenerla, pero ella caminaba alejándose de la huerta completamente ausente. Lloraba en silencio con el cabello y la ropa completamente mojados, pero no se detenía. Entonces hice lo único que sentí: me aferré a su cuello y la contuve entre mis brazos.

Las rodillas de Raven fallaron y ambas caímos sobre un enorme charco de barro y entonces la escuché romperse, sus gritos perforaron mis oídos y sus manos se aferraron a mi espalda. Dejé que gritara, dejé que se rompiera porque sabía que era la única forma de volver a empezar.

—Muerto...— dijo entre sollozos inentendibles.

—¿Estás herida? —Palmeé su cuerpo buscando una herida, pero ella negó con su rostro escondido en mi cuello.

Se alejó despacio, miró sus manos que comenzaron a temblar nuevamente y su respiración comenzó a agitarse. Sujeté sus muñecas y con brusquedad metí sus manos en el barro escondiendo la sangre que manchaba sus dedos.

—Jones está muerto...—dijo finalmente mirándome a los ojos.

—Shh. —Volví a abrazarla y acunarla mientras la angustia volvía a apoderarse de ella.

Quería hacerles cientos de preguntas, quería dejarla e ir corriendo a ver lo que pasaba en ese invernadero, pero Raven me necesitaba. Mi amiga se aferraba a mi como si fuera un salvavidas y yo no pensaba soltarla porque entendía perfectamente el pánico en cada bocanada de aire que, entre sollozos, intentaba meter en sus pulmones.

—¿Qué pasó? —Ronan se dejó caer de rodillas a mi lado y observó a Raven por todos lados. Tal vez buscando heridas.

—Está bien, pero Jones está muerto...

—Nena...—Silas se acercó y me obligó a levantarme, aún con Raven aferrada a mi cuerpo.

—Tenemos que irnos —dijo Ronan empujándonos a ambas hacía el otro lado del paredón.

—Hay que moverse...— Silas tiró de mi brazo y eso hizo que Raven se separara y reaccionara por primera vez. El pánico brillaba en sus ojos mientras miraba hacía todos lados.

—¿Cómo supieron...?

—Escuchamos el movimiento fuera de la sala común y salimos a buscarte pensando que había pasado algo con Cameron, entonces vimos a la seguridad correr hacía la huerta y... ¿Qué pasó? —susurró mi novio cuando entramos al edificio.

Estaba por responder cuando escuchamos voces provenir de la dirección y los cuatro corrimos a escondernos en el pasillo que conducía a las aulas. Hao Sun salió al exterior seguido por un hombre armado que iba allí donde el hombre fuera.

—¿Qué pasó? —Ronan clavó sus ojos en Raven y acarició su cabello con mimo.

Ella no respondió enseguida, se limitó a aferrarse al cuerpo del chico.

Poco después el resto de nuestros amigos se habían unido a nosotros, intentando preguntar qué había pasado, pero Raven no podía hablar y yo no tenía la más pálida idea.




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