La Orden de las Sombras: Mentiras

CINCUENTA Y UNO

 

Estaban terminando de preparar las armas. Victoria fue la primera en ofrecerse a acompañar, pero fue la primera a quien se rechazó, ella no estaba a la altura de la misión y estaba claro que supondría más un problema que una ayuda. Ronan se quedaría con ella, aunque se ofreció a acompañarlos Silas no aceptó su participación, dudaba poder perdonar sus palabras hacía Emily horas antes. Wagner, Clark y los demás saldrían en las camioneras en dirección a la fábrica donde la IP los había dirigido, aunque tenían bastante claro que las chicas no estarían allí retenidas, es por eso que otro grupo comando estaba rodeando el predio de Golden Hill, listos para entrar en cuanto Hoffman de la orden desde la sede de La Orden en Alemania.

—Nada nos garantiza que Em y Raven estén en ese edificio...—habló Clark mientras terminaban de ajustar las armas y los chalecos de los demás, como tantas veces habían practicado en la academia.

—La posibilidad de que hayan podido sacar a las chicas del país tan rápido es casi nula.

—Pero tenemos que ir —soltó Nikolái.

—Usaron un Wifi público con una tarjeta inalámbrica modificada en una computadora que arranca de una cdram—dijo Ronan sin sacar la mirada de su computadora, mientras tecleaba sin parar. —Lo más probable es que ellas no estén ahí, pero puede que alguien sí. Alguien que nos lleve a las chicas,

Victoria subió las escaleras abandonando el sótano, solo en ese momento Clark volvió a hablar.

—En cuanto comprobemos el estado del lugar, la sede alemana enviará la orden de atacar Golden Hill. Tenemos que poder sacar a esos chicos con vida y es una posibilidad que las chicas esten en la escuela.

Todos asintieron, hacía unos minutos les habían contado la noticia sobre el video recibido, aunque habían preferido no mostrarlo.

Ronan se giró en su silla y suspiró nervioso, él quería acompañarlos, pero lo necesitaban desde la base, coordinando con las pocas sedes de La Orden que seguían funcionando y manteniéndolos informados.

El lugar era enorme y estaba ubicado en una zona bastante céntrica de la ciudad. No tenían tiempo para esperar a que anocheciera, por lo que solo podían contar con el factor sorpresa. Siguiendo las órdenes de Clark se dividieron en grupos de dos, habían podido acceder a los planos del edificio, tenían las entradas cubiertas y un grupo estaba listo para entrar por el techo en cuanto se diera la orden.

Nikolái esperaba a un lado de la puerta, Silas en el lado contrario sosteniendo la granada aturdidora en su mano y la M16 colgando de su hombro. Era la primera vez que actuarían como un comando en la vida real, pero estaban preparados. Eso no evitaba que la mente de los chicos repasara una y otra vez todo lo que podía salir mal.

—¿Listos? —la voz de Clark sonó por los audífonos. —A mi orden. Uno, dos... ¡Ahora!

En segundos las granadas aturdidoras fueron lanzadas por todas las entradas y en cuanto los estruendos retumbaron se adentraron derribando puertas y colándose por las ventanas. Se movieron semiflexionados con las armas listas para el disparo. El lugar era un desastre, varios vehículos abandonados en su interior servían de escudo al mismo tiempo que les dificultaban la visión.

Nikolái y Silas tenían como objetivo despejar la zona trasera. Se movieron rápidamente con los sentidos alerta a cualquier movimiento o sonido, pero el lugar estaba completamente vacío.

—Aquí H12 —habló Silas frustrado. —Despejado.

—H15 limpió.

—H10 limpió.

Y así fueron informando los demás hasta que un grupo dijo algo diferente.

— Aquí H13, los necesito conmigo.

Corrieron a toda velocidad, H13 era el grupo de Holden y Colby, los chicos siempre trabajaban en equipo, al igual que Nikolái y Silas. Los encontraron en lo que alguna vez fue una oficina. En ella, sobre una desvencijada mesa descansaba un viejo televisor y sobre él un aparato que Silas nunca había visto.

—¿Qué es? —preguntó mientras Clark se acercaba pasando el arma a su espalda.

—Un reproductor de videos —respondió empujando lo que parecía un cartucho.

Como por arte de magia el televisor se encendió.

—Será mejor que salgan... —dijo mirando a todos con el dedo apoyado sobre un botón.

—Reprodúcelo. —Lo interrumpió Silas casi sin poder hablar, tenía una sensación asfixiante en su garganta. Un mal presentimiento.

Clark asintió y volvió a detener el video cuando apareció, claramente, Emily.

—No tenemos que verlo... —Nikolái colocó la mano en el hombro de su amigo que no sacaba la mirada de la pantalla.

Segundos después lo empujó molesto, miro a Clark y sin pestañear, y con la voz casi ausente rogó:

—Por favor.

El hombre asintió y con dedos temblorosos presionó el botón reproducir.

—Nuestra intención siempre fue clara...

Maxim y Beatriz estaban a cada lado de Emily, pero no eran ellos quienes hablaban. Era Hao Sun, quien no tardó en aparecer en la escena. Emily estaba colgada de sus brazos, mantenía el mentón pegado al pecho y el cabello le cubría casi todo el rostro.

—Queremos que La Orden de Las Sombras caiga. El mundo está evolucionando y los negocios también, no podemos seguir siendo dominados por una logia que no considera rentables nuestros negocios.

—Están en la escuela. Repito... —Clark dio la orden de atacar la escuela como estaba previsto —Están en la escuela.

—¿O era una cuestión de moral? —Continuó Hao Sun.

Silas cerró sus manos en puños cuando el hombre se acercó a Emily y levantó su mentón. Ella lo miró con asco y escupió su rostro, ganándose un golpe del hombre. La mandíbula de Silas se cerró con tanta fuerza que podría haber roto sus dientes.

—Claro, era todo por su maldita moral. Lamentablemente tienen moral solo cuando les resulta conveniente... —Sonrió de forma sádica. —¿La moral les importó cuando por órdenes de Hansen murieron mi padre y mi hermano? Mi madre se casó con mi padrastro por las acciones de La Orden y ¿Les importó cuando él la asesinó a golpes?




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