La Orden de las Sombras: Mentiras

CINCUENTA Y SEIS

 

Londres

Sarah no había tenido tiempo para una recepción, ni para nada glamoroso. Emily tampoco lo hubiera querido, ella era simple. Solo habían tenido una semana y Candace la ayudó mucho.

Despedir a su hermana le dio un motivo, un propósito por el que salir de su encierro. Ella no era como los demás, creía que su hermana merecía mucho más, no solo ser olvidada.

La ceremonia fue planeada en el cementerio Highgate, donde los Ashdown poseían una enorme cripta. Era tétrico, pero Emily estaba fascinada con su nueva familia, no habría otro lugar en el que querría estar, tal vez junto a su abuela a quien no pudo conocer en ese mundo, Sarah estaba convencida que estaban juntas al otro lado.

Era una mañana helada de fines de enero en Londres y viajaban rumbo a la Iglesia del cementerio donde realizarían una misa. Navidad y año nuevo pasaron sin pena ni gloria, Emily amaba la Navidad y Sarah prefirió pasarla encerrada en su habitación, esas fechas para ella no volverían a ser lo mismo. Nunca pensó que extrañaría tanto a su hermana. Nunca pensó que ella podía morir, de haberlo imaginado hubiera aprovechado mucho más el tiempo con ella. Pelearon tanto... por tantas estupideces ¿Qué más daba que Emily hubiera usado su chaqueta favorita? Sonrió mientras el auto se detenía frente al lugar de destino. Daría lo que fuera por tenerla con ella «Le vendería el alma al demonio por tenerte conmigo» pensó secando una lágrima solitaria.

Nikolái, que viajaba a su lado, bajó para abrirle la puerta y ofrecerle su mano al bajar. Ella lo miró embelesada, lo quería mucho, había sido un amigo fiel y paciente. Solo se habían besado un par de veces y eso fue todo, ella ya no pudo pensar en nada más que no fuera ese pedazo de corazón que se fue con su hermana. Él, sin embargo, se quedó, fue paciente, cariñoso y comprensivo.

—Eres un buen amigo Niko —Dijo abrazándolo con fuerza.

Él se aferró a su cintura y la contuvo contra su pecho. No quería ser su amigo, la quería más de lo que podía decir con palabras, pero Sarah no estaba lista para eso. El esperaría lo que fuera necesario, ella valía cada segundo de su tiempo. No tenía dudas.

—Vamos...tu abuelo espera.

Sarah levantó la vista, habían viajado juntos, pero Efraín caminó hasta la puerta de la iglesia, dándoles un poco de intimidad a los chicos. Los años le habían dado un poco de sabiduría y podía ver el amor con el que Nikolas veía a su nieta, eso le escocía un poco, era su pequeña nieta convirtiéndose en una mujer, sentía que no habían tenido tiempo de nada y ya estaba escapándose de sus manos, pero en el fondo sabía que Nikolái Ivanov era una persona íntegra y con valores, no podría pensar en nadie mejor para acompañarla en este proceso tan doloroso. Todo pasaría finalmente y esperaba que ella pudiera seguir adelante. Todos lo harían, tarde o temprano.

Cuando su nieta llegó a su lado, lo tomó del brazo y juntos entraron a esa hermosa iglesia a la que tantas ceremonias había asistido, enterró a amigos, sus padres, a su compañera de vida, pero nunca creyó que asistiría a la ceremonia de su nieta, en un cajón vacío.

Sarah no pudo ocultar un sollozo cuando vio el ataúd negro cerrado en el centro. Las flores blancas lo rodeaban y las bancas estaban repletas de personas que no conocía. Entonces vio a Wagner quien la saludo con afecto y su abrazo duró varios segundos. La señora Flores no dejaba de llorar y pronunciar cosas inentendibles, hasta que se aferró a Sarah durante varios segundos. Los que habían sido profesores en Golden Hill estaban, casi, todos presentes. Menos Clark, eso le dolió, Emily lo apreciaba, aunque nunca se lo dijera.

Sarah movió su mirada por las bancas mientras Nikolái la conducía a sus asientos. Vio a Raven de pie, al fondo de la iglesia, llevaba un vestido negro y su largo cabello rojo cubría el lado derecho de su rostro donde aún estaba la cicatriz que le habían hecho mientras estuvo capturada por Los Reyes de la Muerte. La chica mantenía la vista fija en el piso e intentaba pasar desapercibida.

—¿Dónde están los demás? —le preguntó directamente a Nikolái.

Él bajó la mirada intentando buscar la mejor manera de decirle las cosas.

—¿No enviaron la invitación? Ellos son... eran...

—No vendrán, Sarah —la interrumpió en voz baja. —Ellos no vendrán.

—Eran sus amigos... —susurró intentando contener su indignación.

—Lo siento.

Sarah volvió la vista al frente cuando el sacerdote dio por iniciada la misa en memoria de su hermana. Un discurso emotivo que la hizo derramar varias lágrimas, seguía sin poder comprenderlo o simplemente creerlo. Además de la muerte de su hermana, lo que más le dolía era la ausencia de quienes ella consideraba sus amigos, no habían pasado mucho tiempo juntos, pero si habían vivido muchas cosas, conocía a su hermana y el tipo de fidelidad que les prodigaba a los suyos, eran tan injusto que hubieran preferido no estar allí. Emily había dado la vida por ellos, se había entregado para poder sacarlos de ese lugar y ¿Ellos no eran capaces de ir a despedirla? ¿Qué clases de amigos habían sido?

Cuando la misa terminó, ella salió aferrada al brazo de Nikolái mientras recibían cientos de condolencias de muchos desconocidos, que seguramente eran cercanos a su abuelo.

—¿Qué carajos hace aquí? — Las frías palabras de Nikolái hicieron que Sarah desviara su concentración de la mujer que le hablaba a donde Niko tenía clavada su mirada.

Frente a la iglesia y apoyado en un lujoso descapotable negro su padre lucía un elegante traje negro. Tenía los pies cruzados por los talones y las manos en los bolsillos. Cuando vió que su abuelo salía se puso de pie acomodando su chaqueta.

Sarah se soltó de su amigo y se adelantó antes que alguien pudiera detenerla, sin que nadie lo esperara la chica abofeteó fuertemente a su padre. El sonido resonó en el boscoso paisaje y un par de murmullos curiosos lo secundaron. Samuel sostuvo su mejilla y la miró con gracia, como si le divirtiera su reacción.




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