La Orden de las Sombras: Mentiras

SESENTA Y TRES

 

México

Emily clavó su mirada en el hombre al otro lado del salón. Escuchó que Iván anunciaba que estaban por retirarse y ella solo intentaba gritarle a Alejandro con la mirada que la ayudara. En ese momento, el hombre lo hizo...

Levantó su mano con la palma al frente en señal de "alto". Ella se detuvo e Iván la miró confundido. En segundos alejando bajó su palma al suelo en señal de "abajo". Ella metió la mano en su escote.

«Uno, dos, tres...» pensó mientras se los colocaba.

En una fracción de segundos vio a Iván meter la mano en su espalda y sacar el arma que ella había usado antes, pero entonces todo se precipitó.

El cuerpo de alguien la tacleó golpeando su pecho. Sintió en su piel un escalofrío y vió el humo levantarse desde el piso, habían llegado. Como pudo intentó soltarse de la persona que la retenía, pero no tenía fuerza, le era imposible. Cuando consiguió golpear con el codo su cara, la persona sujetó sus manos y se quitó la gorra negra.

Emily hiperventiló y tembló al reconocer el rostro de su amiga Iris, que gritaba algo que ella no escuchaba, se quitó los protectores y a sus oídos llegaron los gritos de las personas en el sitio. Los disparos iban y venían, era un peligro quedarse allí.

—¡Hay que salir! —ordenó Iris ayudando a ponerla de pie.

Las chicas caminaron agachadas tomadas de las manos. Era un sueño, tenía que ser un sueño. Emily sentía que caminaba entre nubes, estaba sucediendo. Se detuvieron para esconderse detrás de la barra de bebidas, donde se escondía un camarero aterrado.

Emily aprovechó el momento para quitarse los zapatos, miró a Iris apostada detrás de la barra con su arma larga lista para disparar, entonces tomó la Glock que la chica cargaba en su cintura. Iris la miró y sonrió:

—Bienvenida preciosa —dijo guiñando un ojo.

En ese momento varios disparos llegaron hacía ellas y comenzaron un intercambio.

—Tenemos que salir Emily. —Dijo Iris.

—Les cubro la espalda, a mi orden... —La voz de Silas, llegó al pinganillo de Iris. —¡Ahora!

Iris tiró del brazo de la chica como si las corriera el mismísimo demonio.

Emily notó, casi en cámara lenta como poco a poco dejaba atrás el lugar que pensó sería su tumba. No fue consciente de los gritos, el fuego que se había desatado por una granada ni tampoco del disparo que le había rozado el brazo. Cuando Iris la empujó al piso, aun aturdida, solo pudo apoyar las manos en el piso húmedo de la selva que tantas veces había visto a la distancia. Dejó que la energía de ese suelo la colmara, era libre... al fin.

Aún de rodillas y sosteniéndose con sus manos apoyó la frente en el piso haciéndose una pequeña bola y dejó que toda la angustia que contuvo durante meses saliera. La habían golpeado, drogado, marcado como ganado y muchas cosas más que su mente le rogaba mantuviera enterradas, había visto cómo asesinaban mujeres, como las torturaban y violaban hasta matarlas, pero ella nunca se permitió llorar hasta ese momento.

Sintió la mano de Iris posarse en su espalda, pero ella no podía dejar de liberar todo lo que había guardado en ese tiempo. El ruido de disparos y gritos fue mermando, mas no la angustia de Emily. Entonces sintió unos pasos detenerse donde estaban y abrió los ojos cuando escuchó lo que parecía alguien cayendo a su lado.

—Estás viva...

La voz de Silas llegó a sus oídos, haciendo que ella se incorporara. Se miraron fijamente a los ojos, su Silas estaba ahí. Sucio y lastimado, pero era él.

La mano del chico se levantó y acunó su mejilla.

—Siempre supe que estabas viva.

Incapaz de contenerse, ella se aferró a su cuello y pegándose a su cuerpo volvió a dejarse arrastrar por la angustia, esta vez sintiéndose a salvo. Por primera vez en meses.

—Te amo... Ya pasó, nena.

Sonrió, aun llorando, contra la piel del chico.

Silas la llevó a la habitación en la que se estaban quedando. Clark intentó convencerla de que fuera con Iris y Alice, pero ella se limitó a aferrarse a la mano de Silas y negar con la cabeza, él era su lugar seguro. El hotel no era un lugar lujoso, de hecho, era de mala muerte, pero los invitados de Iván podían reconocerlos si se los cruzaban en hoteles importantes. A ella no le importó, solo quería un baño caliente y dormir abrazada a él.

Con mucho cuidado Silas bajo la cremallera del vestido que alguna vez había sido blanco. Emily no había dicho una sola palabra desde que salió de la mansión y él la respetó. No tenía idea de que le habían hecho, pero preguntar también le daba miedo.

—¿Puedes entrar conmigo? —dijo ella tomándolo por sorpresa.

Asintió en silencio y comenzó a quitarse la ropa. La ducha era pequeña y en otras circunstancias hubiera sido gracioso, pero esa noche había una tensión nerviosa entre ellos. Él no sabía el infierno por el que había pasado su novia y no quería hacer nada que la lastimara, pero tampoco sabía bien qué hacer, si dejarse llevar por las emociones o ser fuerte para ella.

Emily levantó su cara haciendo que el agua hirviendo la mojara por completo y que bajara por su cuerpo desnudo y delgado. Él la observó desde su rincón, había cambiado, pero no podía dejar de verla como la mujer más hermosa.

Ella abrió los ojos y se encontró a Silas observándola, por un momento sintió vergüenza, ya no era la chica que él había conocido y se cubrió con timidez. Su delgadez era extrema y eso la avergonzó.

—No lo hagas...—dijo tomando sus brazos y obligando a que dejara de cubrirse.

Con delicadeza la beso, la deseaba, pero temía asustarla y entonces ella arremetió con fuerza en su boca. Las manos de Emily sujetaron su cuello como si quisiera acercarse más a él. Cuando se separaron ella estaba agitada y en sus ojos pudo ver el deseo.

—Él me besó...—dijo con asco. —Solo quítame ese recuerdo.

Silas la miró preocupado, algo en Emily había cambiado, una parte inocente suya había muerto. Pero la amaba, él haría lo que fuera por ella.




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