Khubilai Ilk vio a los hombres alejarse del campamento y de inmediato supo que todo ese peligroso malentendido tenía algo que ver con su hija, la quinta señorita. ¡Tanto que le había advertido no hacer nada por evitar su futuro matrimonio y ella terminaba cometiendo semejante locura!
Khubilai Ilk caminó por los pasillos despejados y llenos de arena y polvo mientras buscaba a su hija en el patio de la señora anciana, pero no estaba allí. El hombre estaba enojado, pues no se trataba en sí de una deshonra por haber cometido un simple error, era algo mucho más peligroso. No solo la cabeza de él mismo peligraba, sino también las de todo el campamento, sus hijas, sus esposas, sus hombres.
—¡Erzhene! —llamó cuando entró a la tienda de la madre de su sexta hija. Si el rotulo de Erzhene había sido enviado en lugar de los documentos de Alimceceg, era porque no solo la quinta señorita estaba involucrada, sino también la sexta.
Erzhene corrió a recibir a su padre con una sonrisa en el rostro, pero el hombre la tomó del brazo con fuerza y la arrastró hasta el interior de la tienda de la madre de ella, la señora Delbee, una hermosa mujer perteneciente a la tribu Sekiz Oghuz.
La señora Delbee se encontraba dentro de la tienda sentada en su asiento mientras bordaba algún modelo en telas. Pero al verlo entrar lo dejó de lado.
—Mi señor, ¿Qué está ocurriendo? —preguntó cuando vio el agarre que hacía Khubilai Ilk sobre Erzhene—, ¿pasa algo malo con mi hija?
—¡Pasa que no la enseñaste correctamente! —gritó enfurecido—. Tú hija es una niña malcriada que solo sabe dar problemas.
—¡Padre! —reprochó Erzhene al borde del llanto.
—Mi señor, ¿qué error cometió Erzhene? Lo que sea que ella haya hecho estoy dispuesta a pagarlo en su lugar.
—¡Ese es el problema, que ella nunca paga por los errores que cometió!
—¿Pero ¿qué sucedió? —volvió a preguntar
—¡Tu querida Erzhene envió su rotulo al khan Karluk, pero como era de esperar se dieron cuenta! —gritó—. Ahora mi hermano tendrá bases para empezar a desconfiar de mí.
La señora Delbee miró a Erzhene buscando saber si ella en realidad había hecho lo que el Khubilai Ilk decía y ante la respuesta afirmativa, apretó la mandíbula con enojo.
—¡Y tú ni siquiera lo sabías! —gritó con burla Khubilai Ilk
—Mi señor, dejemos que Erzhene diga lo que ha ocurrido —solucionó nerviosa.
El Khubilai miró a Erzhene con enojo.
—¡Habla!
Erzhene se quedó en silencio por unos momentos mientras pensaba en algo para sacarse del todo la culpa y el enojo de su padre.
—¡Fue Alimceceg! —dijo apresuradamente—. Ella me amenazó y dijo que, si no enviaba el rótulo en lugar de ella, iba a… iba a… —rebuscó en su cerebro alguna excusa que sonara creíble—, iba a decirle a Khojin que me golpeara.
—¿Dónde está Alimceceg? —interrogó el Khubilai Ilk a la señora Delbee.
La mujer sonrió medianamente y negó con la cabeza.
—¿Cómo podía saber el paradero de ese par de monstruos? —respondió con sorna.
El Khubilai Ilk rodó los ojos antes de mirar a Erzhene.
—¿Dónde está tu hermana? —interrogó nuevamente.
—No lo sé, debe estar en el primer patio con la abuela o en el campamento de los hombres acompañando a Khojin en sus peleas.
—Bien, enviaré a alguno de mis hombres a buscarla, pero esto no ha acabado contigo, Erzhene… Esta vez si te castigaré.
—Busca a tu hermana y tráela aquí —ordenó a Erzhene.
—Sí, padre —aceptó
Erzhene salió de la tienda de su madre para buscar a su hermana, pero no tuvo que recorrer el resto del campamento, pues vio a Alimceceg ingresar al patio de la señora anciana.
—¡Alimceceg! —llamó Erzhene.
La quinta señorita se detuvo en cuanto escuchó los gritos de su hermana.
—¿Qué ocurre? —respondió.
Erzhene corrió hasta llegar al lado de Alimceceg.
—Alimceceg, padre te llama
—¿Para qué?
—No lo sé, pero está muy enojado —mintió.
Alimceceg suspiró nerviosa y siguió a su hermana hasta la tienda de la señora Delbee. Entró a la tienda tras escuchar la afirmación del Khubilai Ilk.
—Padre, escuché que me llamaba
El Khubilai Ilk se levantó de sonde estaba sentado y avanzó lentamente. Alimceceg sabía lo que seguía a continuación, ya se sabía de memoria el protocolo de castigo que seguía su padre. Cerró los ojos esperando recibir una bofetada, pero nunca llegó. Sorprendida por la extraña actitud de su padre, decidió abrir los ojos y mirarlo directamente.
—Fuiste demasiado lejos esta vez, Alimceceg —advirtió—. Cada golpe es para ti un incentivo más para hacer lo que quieres… Por eso, no te golpearé más, dejaré que tú misma veas los resultados de obrar precipitadamente y sin pensar.
—Padre, usted debió intuir que iba a hacer algo al respecto.
La señora Delbee bufó antes de contrariar la disposición del Khubilai Ilk
—Esposo, las hijas de esta familia deben ser educadas con estricto control, pero Alimceceg ha ido más allá de lo aceptable, debería darle un castigo más que ejemplar —siseó mientras miraba a Alimceceg.
—Señora Delbee, usted más que nadie debe saber que esta familia es un ejemplo a seguir, y la segunda más importante de la tribu… pero Erzhene tienen tanta culpa como yo. Si padre es justo y sigue las reglas ancestrales de la casa Batun, entonces debe castigarnos a ambas, no solo a mí —respondió con una simple sonrisa en el rostro.
—Niña, tú… —señaló enojada—. Mi Erzhene es una víctima de este monstruo desastroso, mi niña es débil y no resistirá el castigo, Khubilai Ilk —sollozó falsamente.
—Padre, acepto haber implantado el rotulo y retrato de Erzhene en lugar del mío. Usted sabía que no quería este matrimonio y le advierto, no descansaré hasta lograr deshacerme de esa humillación a la que me quiere someter… No me casaré con ese príncipe estúpido.