¿Prefiere morir antes que casarse con el príncipe lisiado?
Prefiero morir mil veces…
Así que la mujer que Tuva Eke tenía delante era en realidad la quinta señorita, su prometida, el objetivo del khan Karluk para fortalecer sus influencias internas y debilitar los poderes de sus cinco hijos; la mujer que tuva Eke tenía en frente pertenecía al clan Ashina.
Tuva Eke la observó desconcertado. Era algo distinto enterarse por otros medios de que no era del agrado de la quinta señorita Batún. Sin embargo, escucharlo de sus mismos labios era doloroso. El orgullo de Tuva Eke había sido herido profundamente.
—Si le soy sincero, tampoco quiero que mi amo se case, pero yo no soy nadie para impedir la orden del khan —comentó sin expresión alguna en el rostro—. Creo que no puedo ayudarla en esta petición.
—Señor Yul, espero que el tiempo no lo obligue a matarme y así lograr librar al tegim de un martirio.
Tuva Eke centró sus ojos grises en ella mientras que, con una seña débil, la instaba a sentarse en el único banquillo que había en el lugar.
—¿Dice que no es la indicada para mi amo?
—Exactamente. No podría hacer feliz a Tuva Eke ni tampoco lo sería yo.
—¿Qué estaría dispuesta a hacer por cancelar su compromiso con Tuva Eke tegim?
—Lo que sea. No me casaré con un lisiado, no puedo depender de un ser tan débil y vergonzoso —declaró con voz potente y segura—. Soy Alimceceg Batun, la quinta hija del Khubilai Ilk, soy la hija desfavorecida de la casa a la que pertenezco, pero mis aspiraciones son mucho más elevadas a lo que un tegim incompleto y defectuoso como Tuva Eke pueda darme.
Tuva Eke tragó forzosamente. Las palabras de la quinta señorita sí que le habían afectado, no solo le habían hecho sentir como un inútil, sino que le habían enojado también.
Ahora, la postura que debía tener frente a ella era la del señor Yul y no la de Tuva Eke.
—Está hablando de mi amo, quinta señorita —advirtió amenazante—. Le he servido por años al tegim, así que no permitiré que hable de él de una manera tan irrespetuosa.
—Soy una mujer sincera, no me gusta andar por las ramas, así que nada más advierto que Tuva Eke tegim sufrirá a mi lado, no seré para él ni su esposa ni su cuidadora personal.
—¡Insolente! —exclamó débilmente mientras trataba de mantenerse en pie y no balancearse de un lado a otro—. Estás en la residencia de mi amo, no puedes mostrarte de una forma tan irrespetuosa… Agradece que no te entrego para que te castiguen.
—Muy bien podría hacerlo, pero prefiere tenerme aquí para hablar… Usted no desea que su amo se case, ¿no es así? Lo protege —aseveró con insistencia—. Si es leal a su amo, no sería capaz de permitir que él se casara con una persona como yo.
—¿Cómo es usted, señorita? —preguntó con sorna y soslayo.
Alimceceg relajó los hombros y le sonrió con malicia.
—¿No ha sacado un juicio de mí, señor Yul?
—No, lastimosamente no me he dedicado a hacerlo.
—Soy una persona libre, sin ataduras que busca una buena vida. No soy una persona generosa ni mucho menos empática. Si yo no puedo darle al Tuva Eke tegim un poco de cariño, él vivirá amargado por tener una esposa cruel como yo.
—Así que se define como una persona cruel, egoísta y prejuiciosa, ¿es de este modo?
—Yo reemplazaría la palabra egoísta por prudente, desdeñosa o conspiradora. Le aseguro que no me puede considerar una persona egoísta cuando aún corro el riesgo de casarme con Tuva Eke tegim solo porque quiero proteger a mi familia.
—¿Ahora es una mártir, señorita? —impugnó con burla—. Por como lo dice, pareciera que su vida depende de lo que pase o no con este matrimonio.
—Por supuesto que afecta en todos los sentidos… Señor Yul, soy una persona orgullosa, toda la vida he estado por debajo de otras personas, a su sombra y viviendo de las sobras de cariño de mi padre. No quiero que el largo camino de la vida se me trunque con este matrimonio, ¿Qué me puede ofrecer Tuva Eke tegim?
Tuva Eke apretó el ceño queriendo contener sus emociones, pues por primera vez en muchos años, sentía que ya no podía contener sus emociones negativas. Él no lo entendía, y eso era lo que más le preocupaba.
—¿Tanto desprecia al tegim? —interrogó de repente. Lo hizo esperando una respuesta diferente a la que ya suponía—. ¿Prefiere morir antes que casarse con el príncipe lisiado?
—Prefiero morir mil veces… —contestó con simpleza—. Señor Yul, si en sus manos está el detener este matrimonio, le estaré eternamente agradecida, de alguna manera le recompensaré.
Tuva Eke no prestó atención a las palabras de Alimceceg. Su mente se había perdido en un espacio recóndito y empolvado de su memoria. Desde aquella vez, cuando fue internado dentro de la torre con tan solo diez años, Tuva Eke despreció por completo a aquellos que le habían dado la espalda, que le habían visto como un bicho raro. La vez en la que había visto a su madre por última vez.
En ese momento quiso estar aislado en su habitación y echarse a llorar hasta el amanecer.
Cada vez que Tuva Eke recordaba los años junto a su madre, su corazón de hielo se desleía en grandes ríos de aguas cálidas. Con diez años, a Tuva Eke le tocó afrontar la muerte cuando el khan ordenó su muerte por envenenamiento, con seis años, Tuva Eke tuvo que soportar el dolor de perder la movilidad en una de sus piernas tras haber caído de un caballo. Desde que Tuva Eke nació, la vida se había empeñado en hacerle saber que no era bien recibido, que había sido un gran error del amor mal conformado… Un amor efímero que la muerte había desvanecido hasta convertirlo es ceniza fría.
—Señor Yul —llamó Alimceceg.
Tuva Eke volvió a centrar la atención en la mujer.
—Señorita, temo que es demasiado tarde para pensar en una salida a nuestros problemas, por favor retírese.