La otra cara del príncipe

Capítulo 11

Alimceceg hizo como si las palabras de Khozul no le hicieran daño y avanzó tras de ellas, dirección a la tienda del khan Sekiz Ohguz. Cuando llegaron a las afueras de la yurta, el hombre ya se encontraba afuera, esperándolas.

 

 

—Khozul, Ockchi, déjenme un momento a solas con Alimceceg.

 

 

Las dos muchachas obedecieron de inmediato las palabras del khan, pero antes le dirigieron una mirada de soslayo llena de maldad y burla a Alimceceg.

 

 

Alimceceg no se enfadó con sus primas, pero sí sintió lástima por ellas. Pues, eran pobres ilusas que creían que en un futuro no les iba a tocar vender sus cuerpos como mercancía para otros reinos combatientes.

Era una triste realidad que se callaba, y que incluso entre mujeres se aceptaba. Aunque, Alimceceg la aborrecía. La idea era simplemente burda; era como si las mujeres fueran vacas que se podían comercializar en cualquier lado.

 

 

El khan Sekiz Oghuz la miró fijamente, la estudió con su escrupulosa mirada.

 

 

—¿Sabes lo que se espera de ti? —Interrogó tras un largo silencio

—Sé que debo aceptar gustosa este compromiso —respondió con sus ojos fijos sobre el rostro de khan. Nunca antes, ni siquiera Khozul y Ockchi se habían atrevido a mirarlo a los ojos. ¡Era el khan! Sin embargo, Alimceceg era demasiado obstinada y así el hombre que tuviera en frente fuera el mismísimo Tengri, ella no estaría dispuesta a rendirle pleitesía, no cuando su futuro estaba siendo sellado sin ningún miramiento.

—Bien, ya que sabes cuál es tu obligación para con el kanato Sekiz Oghuz, entonces se hará tal y como se acordó.

 

 

Alimceceg inclinó levemente su cabeza en aceptación mientras veía alejar al khan. Decidida y tomando mucho aire en los pulmones, Alimceceg avanzó tras el khan y el Khubilai Ilk, ambos hombres iban encabezando la caminata a la tienda del khan Karluk. La gente que pertenecía a la tribu Sekiz Oghuz iba dirigida hacia la tienda del khan por la misma gente Karluk, y a medida que se acercaban, se iba viendo la enorme tienda ubicada en el corazón del campamento Karluk.  

 

 

Finalmente, se detuvieron en la entrada de la tienda a esperar la autorización para entrar. Aquella yurta era diferente al resto, se notaba por los materiales con que estaba construida, la tela era de buenísima calidad y, además, la entrada estaba sellada por dos puertas de madera con símbolos de lobos inscritos en relieve sobre la superficie. Alimceceg esperó encontrarse con cosas más resplandecientes dentro de la tienda, pero lo que vio adentro la dejó trastocada, casi en el limbo.

 

 

El interior de la tienda era simplemente magnífico: las alfombras rojas con grabados de animales salvajes adornaban todo el lugar, en el medio de la cubierta de la yurta, había una gigantesca esfera colgando y sobre ella, una gran cantidad de candelabros.

 

 

El lugar era demasiado amplio, tanto que incluso diez hombres de guerra estaban dentro y listos para proteger al khan Karluk,

 

 

Al final de la tienda, el khan Karluk estaba sentado sobre el trono de bronce, era el asiento del lobo, la sala del trono.

 

 

La imagen del hombre sentado en su trono era muy intimidante, pues dos cabezas gigantes de lobo en posición de ataque sobresalían de los dos brazos del trono.

 

 

Más atrás, estaba el grabado ancestral puesto contra la parte trasera de la tienda, justo detrás del trono, era la imagen de un hombre venciendo a un lobo feroz; aquella era la historia de toda una tribu, el inicio de un pueblo numeroso.

 

 

Mientras ella todavía admiraba con asombro todo el sitio, el khan Karluk se levantó de su trono y rápidamente ordenó armar el comedor para dar comienzo a la reunión.

 

 

—Bienvenido, khan Sekiz Oghuz —saludó el hombre a su homónimo antes de estrecharle las manos.

—Khan Karluk, estamos aquí por la invitación de sus hijos a un festín y por supuesto, también por el compromiso con la quinta señorita de la casa Batun —comunicó el khan Sekuz Oghuz.

 

 

El khan Karluk asintió complacido y terminó de descender los escalones que conducían hacia su trono. Sus ojos se dirigieron hacia donde las tres muchachas se mantenían de pie. Aunque solo una de ellas había se había negado a bajar la cabeza delante de los khanes.

 

 

—El banquete en honor a Tuva Eke se fusionará con el anuncio de compromiso, por lo que la fiesta se hará mañana hasta el amanecer —anunció y tras quedar en silencio por varios minutos, hizo una pregunta: —¿Cuál es la quinta señorita? —interrogó con una sonrisa en el rostro. El hombre ya sospechaba que la niña orgullosa y de mirada afilada era la quinta señorita, pero aun así quería estar seguro de su juicio.

 

 

El Khubilai Ilk fue quien procedió a hablar:

 

 

—La quinta señorita es mi hija, su nombre es Alimceceg —con una seña, el Khubilai le ordenó a Alimceceg presentarse.

 

 

Alimceceg tragó en seco y sintiendo como su estómago se encogía, se inclinó en el suelo hasta tocar el suelo con uno de sus puños.

—Presento mis saludos al khan Karluk, soy la quinta señorita de la casa Batún, perteneciente a los Sekiz Oghuz —Avisó con los ojos fijos sobre el hombre—. Estoy aquí para comprometerme con Tuva Eke tegim.

El hombre asintió todavía mientras la miraba.

—¿Eres la hija de los Ashina?      

Alimceceg sintió las miradas de todos sobre ella.

—Soy la hija de Khorgonzul, una mujer del clan Ashina, en quién reside el derecho legítimo a gobernar —declaró con firmeza.

 

 

Desde allí, Alimceceg pudo percibir el nerviosismo del khan Sekiz Oghuz y el Khubilai Ilk en cuanto ella habló, pero no le importó. Al menos frente a una nación extranjera iba a honrar la memoria de su madre.




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