El khan Karluk corrió hasta las caballerizas y tomó su caballo pura sangre blanco, lo montó ágilmente y galopó en compañía de sus hombres hasta la torre donde residía Tuva Eke. Al hombre le molestaba que su hijo viviera tan lejos de él, pero no podía hacer nada, pues el señor Yul le había asegurado casi de rodillas que, si el tegim llegaba a salir de la torre, lo más probable era que no sobreviviera a una mudanza repentina.
El cielo estaba oscuro, pronto sería de noche. Sin embargo, las nubes opacas de lluvia empezaban a tornar el cielo de un color rojizo. Al parecer, llovería aquella noche. No había algo peor que eso; tener tormenta con un enfermo en un lugar remoto como era aquel edificio.
En poco tiempo, el khan llegó a la torre y dando una sonora patada a la puerta, entró al interior de la primera planta.
—¡Señor Yul! —gritó cuando estuvo dentro de la torre—, ¿dónde está mi hijo?
El señor Yul bajó las escaleras con afán y saludó rápidamente al khan.
—Gran khan, Tuva Eke tegim enfermó repentinamente —avisó con preocupación y afán—. No sé que pudo haber pasado con él.
El khan miró al señor Urdus, quien se encontraba de pie tras él esperando alguna orden.
—Señor Urdus, trae a mi médico de cabecera.
El hombre asintió de inmediato antes de salir.
—Llévame hasta Tuva Eke —no fue una orden, más bien empezó a caminar en dirección de las escaleras y a subirlas saltándose varios escalones para así lograr llegar hasta la habitación de la planta superior, donde se encontraba Tuva Eke.
Al llegar, vio a su hijo tendido sobre el lecho y cubierto con una lona hasta la cintura. El pecho del muchacho estaba descubierto, por lo que el khan pudo ver por primera vez las ronchas en la piel de Tuva Eke.
—¿Desde cuándo está de esta forma? —interrogó débilmente el khan al señor Yul.
—Aproximadamente desde el mediodía… él me dijo que quería descansar porque se sentía un poco cansado, pero al notar que las horas pasaban y él no se despertaba, decidí ver qué le sucedía —avisó aceleradamente—. Por los síntomas que tiene, yo creería que es una recaída.
—¿Qué produce una recaída? ¿Qué es exactamente una recaída?
—Eso es lo extraño, gran khan. Porque estos síntomas solo se presentaron cuando consumía el veneno—avisó casi susurrando, pues temía enojar al khan con lo que iba a decir a continuación—: las veces en las que usted le dio a ingerir cinabrio.
—¿Lo envenenaron? ¿Dices que lo envenenaron?
El señor Yul miró al khan fijamente mientras se dedicaba a asentir enérgicamente.
—Es lo que se puede notar, no veo otra explicación.
El khan no dijo otra cosa, se resignó a ver a su hijo enfermo mientras luchaba contra el supuesto veneno. El khan esperó la llegada del médico.
—¡Gran khan, el médico está aquí! —avisó el señor Urdus desde la entrada de la habitación.
El médico avanzó hasta llegar al lado del tegim y lo revisó bajo la atenta mirada del khan.
—¿Qué tiene mi hijo? —interrogó desesperado—, el señor Yul dijo que era veneno, ¿es cierto?
El médico dejó de examinar a Tuva Eke antes de hablar con el khan.
—Gran khan, es muy seguro que el haya sido envenenado, todos estos síntomas los produce la ingestión del cinabrio.
—¿¡Cómo es que esto!? ¡Él es un príncipe, nadie puede atreverse a herirlo!
—Kanliq, el tegim talvez no es muy amado, pero esto del veneno es demasiado cruel e irrespetuoso —declaró con firmeza—. Usted mismo le libró de su castigo, nadie debería pasar por alto su orden.
El khan apretó los puños. Estaba enojado, pues al parecer alguien estaba tras el envenenamiento de Tuva Eke. Sin embargo, en aquel mismo instante otra duda saltó a su mente:
—¿Cómo es que Tuva Eke ha resistido al veneno?
El señor Yul suspiró con nerviosismo.
—Después de que usted le diera a tomar el veneno cada año, la salud del tegim se fue deteriorando: primero empezó a perder la vista, poco a poco me empecé a dar cuenta de que ya no veía bien… Luego, dejó de hablar y simplemente con las siguientes dosis del veneno entró en coma, pero seguía viviendo.
—¿Por qué seguía viviendo? —preguntó el khan mientras perdía la paciencia—. ¡No des tanto rodeo, señor Yul!
El señor Yul quedó en silencio por unos momentos mientras veía de reojo a su amo, quien estaba tendido en el lecho y con el rostro pálido, era como si la sangre le hubiese abandonado las venas… pero, después de todo, Tuva Eke seguía vivo.
El médico se adelantó a las palabras del señor Yul, pero la declaración que dio el hombre lo dejó aún más nervioso.
—Kanliq, el príncipe parece haber desarrollado una inmunidad demasiado extraña ante el veneno —avisó el hombre con los ojos fijos sobre el khan—. Esto solo sucede cuando se ve expuesto al paciente por un buen tiempo al veneno y a su antídoto o su posible contra respuesta.
El señor Yul quedó helado en el lugar. El secreto se había revelado; tal y como lo calculó su amo, un secreto salía de la oscuridad a ensombrecer los ojos de otros.
—¿Qué significa esto señor Yul? —reclamó el khan en un siseo mientras lo agarraba fuertemente de las hombreras de su camisa. El hombre estaba realmente molesto—. ¡Explícame esto!
—Esto… esto hay que hablarlo en privado —sentenció en un susurro mientras miraba al médico—. Esto se debe expresar con calma y desde el principio.
El khan lo soltó haciendo una mofa de desprecio y con una simple seña echó de la sala al médico.
—Habla —exigió el khan—. Ya estamos solos.
—De los trece años de exilio, mi amo consumió veneno durante ocho años, ¿verdad, khan?
—Sí.