La partida sin adiós

Capitulo II

Yo era un joven chapado a la antigua, de aquellos que se enamoran locamente por las personas.
Mi amada, aquella bella joven por la que estaba locamente enamorado, la conocí en línea; era la típica relación en la que dudas de que sea una mujer detrás de la pantalla, y pensabas que lo más probable era que aquella fuera un viejo, un pervertido, un secuestrador, etc.

Ella era el amor de mi vida y por la cual rompí mi única regla, la cual consistía en salir solo con mujeres dos años menores o dos años mayores que yo. Esa era mi regla de oro, mi única regla a cumplir, y la cual fracasó gracias a que fui un fugaz enamoradizo.
Era un hombre serio en cuanto al amor, súper transparente, aquel que cumple o rompe tus ilusiones dependiendo de si yo en realidad te amaba, o era un mero capricho...
Las chicas menores eran mi especialidad; en realidad no recuerdo haber salido más de una o dos veces con alguna mayor. Las menores eran puras y amaban locamente, tanto que podían llegar a clavarte una navaja en el corazón solo por saludar a tu hermana; y pensarán que era una de tus tantas mujeres, aún que no fuera así.

Yo conocí a Daniela en Telegram, sí, esa página en la que te aparece más pornografía que en las mismas páginas porno.

Recuerdo muy bien estar en un grupo de Telegram con varias personas que sabrá Dios quienes eran, pero eran personas con las que congeniaba a hablar de temas que me parecían interesantes, o tal vez al azar que nos hacían reír a todos...

Jamás pensé que de la noche a la mañana esa sería mi aplicación más recurrente, y por la cual gastaría dinero para aplicarle datos móviles a mi teléfono, solo para responder sus mensajes mientras estaba en el colegio.

Típico de un adolescente locamente enamorado de una menor, lo más ilegal que pudo llegar a existir, pero en esta generación nada sorprendía, ya que todos buscaban una manera de relacionarse a temprana edad, y cuando digo temprana edad me refiero a muy temprana edad, tanto así que las reglas impuestas por mí mismo llegaron a ser rotas, y eran el más grande ejemplo, ya que yo y Daniela teníamos 4 años de diferencia de edad.

Ya saben, debería estar en alguna cárcel, o, como dicen los chavos, comenzó a sonar ¨The sound of the police¨




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