Todo lo que necesitamos es amor

A veces basta un rayito de sol para recordar que la oscuridad no es eterna.
Que incluso cuando creemos haber perdido todo…
todavía quedan pedacitos de luz escondidos entre los escombros.

Ese pequeño destello es suficiente para comenzar.
Para levantar lo que permitimos que se rompiera,
para sanar lo que callamos durante años.

Porque la noche puede ser larga, pero no infinita.
Y si el corazón fue capaz de sobrevivir a la tormenta,
es porque merece ver el amanecer.

Ámate.
No como un deber,
sino como un regalo.
Ámate como quien protege una flor única en el mundo.
Como quien cuida un tesoro irremplazable.

Eres esa criatura bella, poderosa y auténtica
que tanto buscabas afuera.

Y no vuelvas a permitir que nadie cuestione tu valor,
ni tus sueños,
ni tu voz,
ni tu existencia.

Quien intente apagar tu luz
solo revela que la suya nunca brilló suficiente.

Nunca serás demasiado pequeña.
Nunca tus sueños serán demasiado grandes.
No hay objetivo que tu corazón no pueda alcanzar
si lo impulsa el amor propio.

Porque cuando te eliges a ti,
cuando te miras con ternura,
cuando te aplaudes aunque nadie más lo haga…
creas una fuerza imparable.

Una fuerza que mueve montañas,
que derriba miedos,
que te recuerda que mereces todo lo bueno
que alguna vez soñaste.

Todo lo que necesitamos es amor…
pero no uno que venga de otros.
Ese llega cuando tiene que llegar.
El amor más importante
es el que nace en ti.
El que te sostiene cuando nadie lo hace.
El que te abraza cuando el mundo te suelta.

Ese amor…
el amor propio…
es el que salva vidas.
El que te ayuda a renacer de tu dolor.
El que transforma tus lágrimas en alas.

Por eso, sonríe aunque duela un poco.
Porque tu sonrisa no es una máscara:
es una declaración de guerra a tus miedos.

Late fuerte.
Sueña alto.
Confía en ti.

Eres capaz de conquistar el mundo entero…
comenzando por el universo que llevas dentro.