La pequeña travesía

Capítulo II: Los bordes desnudos del bosque

Elthiar salió a toda prisa y con la misma prisa desató a su compañero más leal de caminatas, un poni gris al que llamaba Fidelio; pero este no era poni calmado y lento sino más bien uno de muy buen tamaño, con gran fuerza y acostumbrado a correr entre los bosques. Elthiar le terminó por desatar, lo monto y juntos comenzaron a cabalgar velozmente sin voltear para mirar por detrás. El sol casi se ocultaba por completo pero aún dejaba ver un poco de su luz en el bosque.

 

—¡De prisa amigo!, ¡de prisa! —le decía él mientras lo dirigía jalando sus riendas.

 

Fidelio galopó sin censar y a un paso tan veloz que los cabellos rojos y barba de Elthiar se alborotaban con el viento cuando este golpeaba su rostro.Y así continuaron, cruzando hermosos pinos y aquellos majestuosos árboles gigantes, pasaban saltando sobre las gruesas raíces de los robles y sobre las grandes rocas que estaban cubiertas de musgo. Y a pesar de que Elthiar era quien dirigía las riendas, había ocasiones en las que el mismo Fidelio daba las vueltas tomando distintos senderos para llegara su destino; seguramente por que ya estaba muy familiarizados con aquellos trayectos.

Entonces, cuando llegaron a uno de los bordes del bosque de Säradwer conocido como "el borde desnudo" y quedando refugiados entre los pinos, fue cuando el enano de barba roja palmeo el lomo de su compañero y el poni por fin se detuvo relinchando. Seguido a eso Elthiar bajo de Fidelio y de su abrigo sacó una pequeña manzana roja para dársela de alimento, de aquellas que el tanto añora cosechar.

—Bien hecho mi amigo —le dijo —. Ahora come, que la espera es corta y no quiero escuchar tu hocico masticar mezclado con la melodía que se acerca —y se sentó sobre una raíz que le quedaba perfecta como asiento y Fidelio se quedo a su lado.

Después de un rato se puso de pie y se acercó a los pinos adentrando su pequeña cabeza enana entre ellos, las ramas le incomodaban en sus puntiagudas orejas pero esto no le importaba pues se mantenía centrando mirando el horizonte; y a lo lejos, tras un muro hecho de árboles enredados por grandes y resistentes raíces se encontraba un castillo, y una gran ciudad a su alrededor. Se trataba de el reino de Ärdor; aquel reino donde reinaban los Frannir, la ciudad de las llamas y los hombres que no arden, tierras de aquel mítico hogar de los Arderianos desde la segunda época.

El enano no apartaba su vista de aquel sorprendente lugar como si esperase que algo sucediera, y así fue. A los pocos instantes un brillo iluminó los ojos marrones de nuestro querido barba roja y esbozó una sonrisa asombrado y maravillado por aquel brillo. Las luces provenían directamente del lejano castillo gris carbón y sus alrededores, una gran fiesta se estaba celebrando y no era una fiesta como la que acostumbraban a tenerlos enanos, todos sentados en orden y tocando el arpa o la flauta,esta era más bien una gran fiesta con sus habitantes bailando y gozando como si no hubiera un mañana; fuegos artificiales se alzaban por los cielos, de colores amarillos y rojos; el sonido de la música también se escuchaba aunque muy poco por la distancia de ambos lugares.

Soñaba a diario con aquellas bellas fiestas y con lo mucho que se le alegraría el alma si cantase y bailase junto a los hombres como si fuese uno de ellos, siempre imaginando cómo sería una vida activa y pintoresca fuera de Säradwer, como si perteneciera a otro sitio más allá de aquel lugar que se le había impuesto con muros y fronteras. Y asi se quedo un buen rato, fantaseando que iba más allá y que algo le esperaba del otro lado; dos horas pasaron y Fidelio comenzó a relinchar pues era momento de regresar.

Seguido a ello le monto y encendió la antorcha que llevaba en el abrigo mostrando su resplandeciente llama y esta iluminaba las barbas rojas de Elthiar, pareciendo que la misma estuviese encendida. Una vez listos partieron de vuelta, el enano regresaba la vista para seguir viendo el castillo y de este ya solo se veían los fuegos artificiales en el cielo que se perdían cada vez más entre los árboles, hasta que solo estaban estos y la oscuridad de la noche.

Fue así como después de un rato al fin llegaron a casa y vio que Elrod y Frunsog ya se habían marchado, Elthiar amarró nuevamente a Fidelio y le dejó otra manzana en el lugar donde este se echaba. Después entró a casa, colgó el abrigo y fue directo a su biblioteca para leer un libro mientras se mecía en el sillón. Ya con el libro en manos, que llevaba por título: Aventuras y canciones de dos enanos. No conseguía leer, pues un sentimiento de vacío albergaba su corazón y ni el calor ni la comodidad que un hogar le transmitía podía apaciguar ese sentimiento, así que se quedó ahí, inerte en el sillón y con el libro en sus manos, hasta quedar dormido.

 

 

Ala mañana siguiente, más o menos cuando habían dado las doce de la tarde Elthiar ya se encontraba despierto. Solo se levantaba a esa hora en el día sordes (que ahora conocemos como miércoles) y esto ya le parecía demasiado temprano a el enano. La razón de haber despertado tan temprano se debía a que cada día sordes de la primera semana del mes toda la comunidad de enanos se reunía para escuchar los anuncios que daba el rey Doltord, el lord de los enanos.

Elthiar se dio una ducha, se colocó sus prendas de vestir interiores y luego las que le seguían, se le veía bien presentable como muy pocas veces acostumbran a verse los enanos, pues disfrutaban de llevar ropa cómoda y holgada, con excepción de los enanos carpinteros y herreros. Empezaba a quedar bien vestido, con su camisa blanca y unos botones dorados en las muñecas, un pantalón de vestir de corte recto que era negro con rayas cruzadas formando cuadros de color cafe; tambien dejo limpias sus botas, se puso una corbata que le llegaba a mitad de su barriga y después el saco, de un color marrón barbecho; ya para finalizar se peinó la melena y barba usando una baba de caracol. Quedando de aquella manera listo para partir, tomo una malla de plata para ponerla sobre Fidelio y que este también se presentase de buena manera ante todos. La malla de plata no le lastimó a el pequeño poni gris pues era suave y ligera.



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En el texto hay: mundo medieval, aventura, fantasia épica

Editado: 21.07.2021

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