Aunque Zakarius había logrado tomar el control del cuerpo, su mente era un caos. Sabía que había tenido un plan, pero no podía recordar los detalles. Sabía que había sido alguien importante, pero no sabía exactamente quién. Intentaba mantener las apariencias, pero a menudo se sorprendía a sí mismo actuando con el porte y la disciplina de un ángel de alto rango, lo que contrastaba con la naturaleza juguetona y despreocupada de los querubines.
Los instructores de la academia comenzaron a notar ciertos cambios en Elior. Aunque no sospechaban la verdad, empezaron a preocuparse por su salud mental. El joven querubín, antes brillante y lleno de energía, ahora parecía distante, reflexivo, casi sombrío. Algunos comenzaron a preguntarse si la presión de ser hijo de un oligarca estaba afectando su comportamiento.
Zakarius, por su parte, intentaba adaptarse a su nuevo cuerpo, pero sentía como si estuviera atrapado. Aunque había logrado su objetivo de vivir de nuevo, el precio que había pagado – la pérdida de todos sus recuerdos – era demasiado alto. Ahora, no solo debía enfrentarse a un mundo que no entendía, sino también a una identidad que no encajaba en absoluto con la del cuerpo que habitaba.
A medida que los días pasaban, Zakarius se daba cuenta de que su situación era insostenible. Sabía que algo estaba mal, pero no podía recordar qué. Aunque había ganado el cuerpo de un querubín, se sentía más como un ángel atrapado en un cuerpo que no le pertenecía. La amnesia que Elior había provocado en el último momento lo había dejado vulnerable, sin una identidad clara ni un propósito definido.
Y sin embargo, algo en su interior le decía que esto no era el final. Aunque no recordaba quién era ni qué había sido, sabía que tenía un objetivo. Podía sentirlo en lo más profundo de su ser: debía recuperar lo que había perdido. Pero por ahora, debía mantener las apariencias, aprender a comportarse como un querubín y evitar levantar sospechas.
Mientras tanto, los celestiales de la academia seguían su vida sin imaginar que el joven Elior, el brillante heredero de uno de los oligarcas más poderosos, ya no existía. En su lugar, un antiguo ángel caído intentaba navegar por un mundo que ya no comprendía, buscando desesperadamente recuperar su identidad y su poder.
Zakarius, aún atrapado en el cuerpo de Elior, seguía luchando con la sensación de extrañeza que lo rodeaba. Cada día, la incertidumbre lo invadía mientras intentaba adaptarse a su nueva vida como querubín. Pero en las noches, cuando el cuerpo de Elior se sumergía en el sueño, algo peculiar comenzaba a suceder.
La primera vez que ocurrió, fue accidental. Mientras Elior dormía profundamente, Zakarius sintió un tirón en su mente, como si una fuerza invisible lo empujara fuera del cuerpo. Y, de repente, lo entendió. Podía proyectar su conciencia nuevamente, como lo había hecho antes desde la filacteria. Pero esta vez, estaba dentro de un cuerpo físico, lo que le permitía tener un control mucho mayor.
Su primera reacción fue de sorpresa, pero luego, la familiaridad de la habilidad le trajo un eco de algo perdido. Aunque no recordaba cómo lo sabía, comprendía lo que estaba haciendo. Su esencia abandonaba temporalmente el cuerpo de Elior, y podía moverse por la academia como un espectro, invisible para todos, pero completamente consciente.
"Esto... esto ya lo he hecho antes," pensó Zakarius mientras flotaba por los pasillos oscuros de la academia. Cada proyección que realizaba lo hacía sentir más cómodo, más seguro de que esta habilidad no era nueva para él. Al contrario, parecía parte esencial de su ser, aunque no pudiera recordar por qué.
Cada vez que proyectaba su conciencia, la sensación de poder y familiaridad crecía. Al principio, solo observaba a los reclutas, asegurándose de que no lo descubrieran. Pero pronto empezó a sentir una conexión con ciertos estudiantes, especialmente aquellos que había comenzado a corromper antes de invadir el cuerpo de Elior.
Una noche, mientras exploraba la academia en su forma proyectada, sintió un fuerte tirón hacia uno de los dormitorios. Siguiendo el rastro, llegó hasta un joven ángel que dormía profundamente, pero algo en él le resultaba extrañamente familiar. Mientras lo observaba, la mente de Zakarius comenzó a desenterrar fragmentos de memoria.
"Este joven... es uno de los que corrompí," pensó. Su proyección comenzó a interactuar con la mente del ángel, y entonces lo vio: recuerdos de noches pasadas en las que había plantado semillas de duda y ambición en la mente del joven. El ángel había comenzado a cuestionar la autoridad celestial, y ahora era uno de los seguidores más leales a la causa de Zakarius, aunque aún no lo supiera.
Zakarius sintió un latido de reconocimiento. Había sido él quien había iniciado todo esto. No era simplemente Elior, un querubín inocente. Era Zakarius, el ángel caído que había corrompido las mentes de los más jóvenes para su propio beneficio. Y ahora, esos mismos seguidores podrían ayudarle a recordar completamente quién era.
Noche tras noche, Zakarius visitaba a los jóvenes que había corrompido, aquellos que dormían inquietos, cuyas mentes estaban llenas de pensamientos oscuros y deseos que no comprendían del todo. Con cada visita, recordaba más detalles de su plan original: cómo había intentado derrocar a los celestiales, cómo había sido descubierto y exterminado, y cómo había logrado resurgir gracias a la filacteria que había creado.
Uno de los reclutas más cercanos a él en su forma proyectada, un serafín llamado Kaleth, fue quien le ayudó a conectar las piezas faltantes. A través de sus sueños, Kaleth lo llamaba "maestro", y repetía frases que Zakarius le había susurrado meses atrás, cuando su poder sobre ellos aún estaba en su apogeo.
"Tú me enseñaste que los celestiales son débiles," decía Kaleth en sus sueños. "Tú me mostraste que el poder verdadero está en la oscuridad."
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Editado: 18.11.2024