La perdición de Zakarius

6 Tiempos de Innovación

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Los días en las Repúblicas Oligarcas se transformaron en una vorágine de actividad. Zakarius, ahora bajo la identidad de Elior, se vio envuelto en el desarrollo de los primeros prototipos de los Colosos Teconomágicos. Los laboratorios rebosaban de ingenieros, científicos y magos, todos trabajando con dedicación bajo su liderazgo. Sin embargo, mientras más tiempo pasaba rodeado de esquemas y matrices tecnomágicas, una extraña emoción comenzó a crecer en su interior.

Al principio, Zakarius lo interpretó como simple excitación por el poder que estos mechs le darían. Pero con el tiempo, la sensación fue más profunda, más visceral. Cada línea de código mágico que estudiaba, cada runa inscrita en los planos, lo atraía con una intensidad que le resultaba inesperada. Era como si algo en su interior le impulsara a no solo supervisar el proyecto, sino a comprenderlo en su totalidad.

Durante una de sus largas noches de estudio, Zakarius se encontró reflexionando sobre su nueva vida. Sabía que había borrado los recuerdos de Elior cuando tomó control de su cuerpo, pero aún quedaba algo de él, un residuo, un eco lejano. A medida que devoraba libros sobre magia avanzada y tecnología celestial, se dio cuenta de que algunos de esos deseos no eran completamente suyos. Elior, aunque ausente, había dejado su huella en el cuerpo que Zakarius habitaba. Y uno de esos anhelos era la búsqueda incesante del conocimiento.

—Así que aún sigues aquí, ¿eh? —murmuró Zakarius para sí, sintiendo la dualidad de su existencia.

Elior había sido un genio en potencia, un joven prodigio que, antes de su viaje a la academia, ya estaba destinado a hacer grandes cosas. Ese deseo de entender, de descubrir, de innovar, aún estaba presente. Y aunque Zakarius seguía siendo un ser dominado por la ambición y la oscuridad, no pudo evitar aprovecharse de esa chispa intelectual que había heredado.

Se entregó al estudio con una voracidad que sorprendió incluso a los más experimentados eruditos de las Repúblicas. Nadie esperaba que Elior regresara tan cambiado, tan enfocado. Pero para Zakarius, cada fórmula y cada diseño que comprendía lo acercaba más a la culminación de su plan. Convertirse en erudito no era solo una estrategia; era una necesidad.

A medida que el proyecto avanzaba, Zakarius se convirtió en una figura clave. Ya no era solo un intermediario o un líder carismático; ahora dominaba los aspectos técnicos y mágicos de los Colosos. Incluso los magos e ingenieros veteranos comenzaron a consultarlo, sorprendidos por la rapidez con la que "Elior" absorbía conocimientos. Las dudas iniciales que algunos tenían sobre su repentina brillantez se disiparon, y pronto, la opinión general era que Elior estaba destinado a hacer historia.

Pero para Auron, la transformación era tanto un alivio como una fuente de inquietud. Ver a su hijo sumergido en los estudios, mostrando de nuevo el brillo de su antigua genialidad, le llenaba de orgullo. Sin embargo, algo seguía incomodándolo. Elior, aunque más brillante que nunca, también era más frío, más calculador. Había una distancia emocional en su mirada que Auron no podía ignorar.

—Es increíble lo que has logrado en tan poco tiempo, Elior —dijo Auron una noche, mientras compartían una cena privada—. Los ingenieros me han dicho que los primeros prototipos estarán listos en unas semanas. Eres más grande de lo que nunca imaginé.

Zakarius, que rara vez compartía estas cenas familiares, asintió ligeramente mientras cortaba un trozo de carne.

—Gracias, padre —respondió, con una calma que le resultaba incómoda incluso a él mismo—. Solo hago lo que es necesario.

Esa frase resonó en la mente de Auron. Hacía lo que era necesario. ¿Pero por qué? ¿Qué motivaba a su hijo ahora? Aunque era evidente que Elior había recuperado su impulso por el conocimiento, algo en sus palabras carecía de la pasión pura e inocente que solía caracterizarlo. Este Elior era un erudito brillante, sí, pero también un extraño en muchos aspectos.

El trabajo en los Colosos Teconomágicos avanzó con rapidez. Los primeros prototipos comenzaron a ensamblarse en secreto en las vastas fábricas de las Repúblicas. Eran gigantes de metal y energía, infundidos con magia celestial capaz de canalizar poderosas habilidades ofensivas y defensivas. Los magos encargados del proyecto se maravillaban con las posibilidades: estos mechs no solo serían máquinas de guerra, sino también conductos para la energía mágica que podría cambiar el curso de la guerra contra los nigromantes.

Zakarius supervisaba cada detalle. Se aseguraba de que las runas estuvieran perfectamente alineadas, que los cristales de poder fueran purificados correctamente, y que las armas estuvieran optimizadas para el combate en el campo de batalla. Su hambre por el conocimiento se había vuelto insaciable. Y mientras más aprendía, más control sentía sobre el futuro.

Auron, aunque profundamente involucrado en sus propios asuntos gubernamentales, seguía de cerca el progreso de su hijo. Aunque su preocupación por los cambios en Elior persistía, no podía negar los resultados que veía ante sus ojos. Los Colosos Teconomágicos eran una realidad, y su hijo estaba en el centro de todo.




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