Mientras tanto, Zakarius, en el cuerpo de Elior, observaba las tentativas de su supuesto padre con una mezcla de desdén y pragmatismo. Auron, aunque poderoso y afectuoso, era una pieza más en su tablero, un medio para lograr sus fines. Sin embargo, debía admitir que el cariño que Auron le mostraba le generaba una leve incomodidad. No estaba acostumbrado a tales emociones.
Cada vez que Auron intentaba acercarse, Zakarius se esforzaba por mantener la distancia, por no dejar que esa calidez lo envolviera. Recordaba sus días como ángel, lleno de poder y gloria, y el cariño paternal de Auron era algo que jamás había experimentado en su vida anterior.
Pero no podía permitirse distracciones. Tenía un plan que cumplir. De hecho, ya estaba buscando formas de influir en las Repúblicas desde dentro, moviendo las piezas necesarias para asegurar su control sobre este país neutral y, eventualmente, sobre el conflicto global.
Aunque se esforzaba por adaptarse a la vida que Elior había dejado atrás, Zakarius sabía que su tiempo era limitado. Si no lograba consolidar su posición pronto, las sospechas comenzarían a crecer. Por eso, debía jugar el papel del hijo prodigio con más precisión. Y mientras tanto, Auron continuaba esforzándose por comprender a este extraño ser que una vez había llamado su hijo.
Zakarius, por su parte, sabía que su misión estaba lejos de terminar. La rebelión que había comenzado en la academia no había sido sofocada del todo, y los hilos del caos aún seguían su curso.
Zakarius, en el cuerpo de Elior, había comenzado a destacar en la academia, pero no de la manera que Auron o los profesores esperaban. Lo que antes había sido una brillantez natural se había transformado en rebeldía descarada.De ser el prodigio que todos admiraban, Elior—o más bien, Zakarius—se convirtió en un alumno problemático, que desafiaba las normas, cuestionaba la autoridad y despreciaba los protocolos celestiales que antes seguía sin vacilar.
Los profesores, quienes alguna vez lo veían con asombro y admiración, se encontraban desconcertados. Su actitud había cambiado radicalmente desde su regreso de la academia celestial. A menudo llegaba tarde a las clases, hacía comentarios sarcásticos y mostraba una indiferencia alarmante hacia las materias que antes dominaba con facilidad. Parecía carecer de interés en las lecciones y, en su lugar, pasaba más tiempo explorando las zonas restringidas de las instalaciones, fascinado por los secretos y las tecnologías ocultas de las Repúblicas Oligarcas.
Sus compañeros también notaban el cambio. Elior, quien alguna vez fue amable y curioso, ahora parecía distante y arrogante. No faltaban los rumores sobre lo que le había sucedido en su viaje a la academia militar celestial, pues aunque no se había divulgado mucho, había llegado la noticia de que algo terrible había ocurrido. Todos lo atribuían al traumade haber vivido una experiencia que ningún querubín debía soportar tan joven.
—Es comprensible, ha pasado por mucho —comentaban los profesores entre ellos—. Solo está lidiando con las secuelas de lo que vio allá. Pero este no es el Elior que conocíamos.
Auron, por su parte, estaba cada vez más angustiado. Veía cómo su hijo se distanciaba cada vez más, cómo las barreras entre ellos crecían día a día. Intentaba hablar con él, pero Zakarius siempre lo esquivaba con respuestas vagas y frías. Aunque Auron había intentado no presionarlo, la situación había llegado a un punto crítico. Elior, o quien creía que era su hijo, se estaba hundiendo más en una espiral de rebeldía, y Auron no sabía qué hacer.
—Debemos buscar ayuda —le dijo a uno de los tutores personales de Elior—. No puedo perderlo así. Hay que hablar con los mejores psicólogos de las Repúblicas, los más expertos en traumas y conflictos familiares. Quizás, con su ayuda, podamos llegar a él.
La decisión estaba tomada. Auron organizó una serie de sesiones de terapia familiar con los expertos más renombrados. Quería entender qué estaba ocurriendo en la mente de su hijo, quería recuperar al Elior que había amado y cuidado durante tantos años.
Sin embargo, Zakarius tenía otros planes. A diferencia del Zakarius que había despertado con una mente llena de venganza y rencor, el nuevo Zakarius, atrapado en el cuerpo de un querubín y disfrutando del poder y la influencia de Elior, comenzaba a cambiar de perspectiva. Había descubierto que su posición en las Repúblicas Oligarcas le otorgaba un acceso privilegiado a tecnologías y secretos que nunca había soñado. Los laboratorios ocultos y las aeronaves mágicas, los complejos mecanismos impulsados por magia... todo aquello era un tesoro que superaba cualquier ambición que pudiera haber tenido como ángel.
Su hambre por el poder y el conocimiento crecía. Ya no deseaba solo vengarse de los celestiales. Ahora tenía algo más interesante a su alcance: el dominio de las Repúblicas y su vasto poder tecnológico. Cada día exploraba más profundamente los secretos de esa sociedad, fascinado por los artilugios que combinaban magia y ciencia de formas que los celestiales jamás habrían imaginado.
Las terapias familiares, sin embargo, le resultaban inútiles. Sabía que Auron solo quería entenderlo, pero lo único que Zakarius podía hacer era fingir. Jugaba el papel del querubín afectado, diciendo lo que los psicólogos querían escuchar, mientras en su mente urdía su próximo movimiento. Disfrutaba de las comodidades de su nueva vida y, poco a poco, se iba convenciendo de que no necesitaba apresurarse en su plan de venganza. ¿Por qué destruir un mundo que podía dominar?
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Editado: 29.10.2024