Elior, el imparable, había logrado algo que ningún otro querubín en la historia celestial siquiera podría haber soñado: su nombre resonaba en todos los rincones de las Repúblicas Oligarcas y más allá, no como un prodigio infantil, sino como un héroe de guerra. Esta fama, su capacidad estratégica y su destreza en el campo de batalla le dieron acceso a recursos y aliados que habrían sido imposibles de alcanzar para alguien de su edad y condición. Pero Zakarius, oculto tras la identidad de Elior, supo cómo aprovechar estas conexiones para sus propios fines.
Kael, el oligarca encargado del aspecto militar y amigo íntimo de Auron, veía en Elior algo más que un héroe. Para Kael, el joven querubín no solo era una figura admirable, sino también una promesa para el futuro. "Si Auron no lo hubiera querido, yo lo habría adoptado y lo habría hecho mi sucesor", le comentó en más de una ocasión a su círculo de confianza. En sus ojos, Elior era más que un querubín; era una entidad excepcional, un futuro líder del desarrollo militar de las Repúblicas. Sin embargo, el pensar siquiera en hacer realidad ese deseo le generaba un conflicto interno. Después de todo, Auron era su mejor amigo, y no podía imaginar traicionarlo de esa manera.
Pero Elior, astuto y consciente de la posición que había logrado en tan poco tiempo, vio una oportunidad única. Usando su ingenio y el poder de su influencia, comenzó a fundar su propia compañía de armamento y desarrollo de colosos. Si bien un niño querubín jamás tendría permitido asumir tal responsabilidad, el peso de su título como el mayor héroe celestial le abría puertas que a otros les estarían completamente cerradas. Nadie en las Repúblicas Oligarcas, ni siquiera los burócratas más estrictos, se atrevería a cuestionar la legitimidad de sus intenciones o su capacidad.
Con el apoyo incondicional de Kael, la empresa de Elior no tardó en florecer. Kael, quien lo veía casi como un hijo propio, no solo le proporcionaba recursos sino también un constante respaldo moral y estratégico. A pesar de la juventud de Elior, su carisma y determinación eran tales que se ganó el respeto de varios ingenieros, estrategas y pilotos veteranos. Su nueva compañía se posicionaba rápidamente como uno de los actores más importantes en el desarrollo militar de las Repúblicas, especialmente en la creación de colosos aún más avanzados que el Invictus.
En numerosas conversaciones con Auron, Kael no ocultaba su admiración por Elior. "Tu hijo no es un querubín común", decía con frecuencia. "Es diestro, fuerte, y tiene una visión de lo que quiere para el futuro. Si algún día decides dar un paso atrás, él está listo para liderar, Auron". Pero cada una de estas palabras, lejos de consolar a Auron, lo llenaba de una profunda tristeza. Para él, hablar de su hijo como si fuera un ángel —una figura militar, poderosa, alguien destinado a la guerra— era desgarrador. Los querubines nunca habían sido hechos para la guerra. "Elior debería ser un ingeniero, un inventor... un ser pacífico, no un soldado", pensaba Auron.
La amistad entre Auron y Kael comenzó a tensarse, aunque ninguno de los dos lo admitiera abiertamente. Para Kael, Elior representaba todo lo que las Repúblicas Oligarcas necesitaban: alguien con la inteligencia de un querubín pero con la valentía y el poder de un ángel. Para Auron, en cambio, ver a su hijo avanzar por ese camino era doloroso. Elior ya no era el niño prodigio que imaginaba; ahora era alguien mucho más complejo, más oscuro. Su orgullo y su confianza habían crecido al mismo ritmo que su influencia, y eso preocupaba a Auron más de lo que jamás admitiría.
Mientras tanto, Zakarius, bajo la apariencia de Elior, disfrutaba de cada triunfo en silencio. Sabía que estaba construyendo un imperio personal, uno que lo llevaría cada vez más cerca de sus verdaderas metas. Aunque los elogios y la adoración pública no le interesaban tanto como a Elior, le servían como un medio para continuar escalando. No solo había logrado engañar a los celestiales, sino que ahora estaba consolidando una posición de poder que le permitiría dar los siguientes pasos en su plan.
El conflicto entre padre e hijo solo se profundizaba con el tiempo. Auron intentaba desesperadamente mantener una relación cercana, pero cada día veía cómo Elior se alejaba más de su infancia y de la vida que siempre había imaginado para él. "¿Qué he hecho mal?", se preguntaba constantemente. Pero la respuesta nunca llegaba. Elior era ya demasiado grande, demasiado fuerte para que pudiera volver a ser el niño que había sido una vez.
El futuro de las Repúblicas Oligarcas estaba en juego, y todos los ojos estaban puestos en Elior el Imparable, el querubín que había superado todas las expectativas, pero cuya Celestialidad parecía desvanecerse un poco más con cada nueva victoria.
Elior, el imparable, seguía innovando a un ritmo vertiginoso. Su compañía de armamento y desarrollo de colosos se había convertido en una auténtica fuerza industrial, capaz de diseñar y producir colosos para múltiples roles en el campo de batalla. Cada nuevo modelo que salía de sus fábricas estaba dotado de una tecnomagia avanzada que no solo superaba a los anteriores, sino que redefinía lo que los colosos eran capaces de hacer. Algunos fueron diseñados para exploración y defensa, otros para ataques rápidos, y unos pocos prototipos incluso estaban preparados para operar en ambientes hostiles, como el temido miasma nigromántico. Era un trabajo que no solo lo mantenía ocupado, sino que le daba un propósito mucho más allá de la guerra misma.
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Editado: 18.11.2024