Elior se erigía imponente, aún montado en el Invictus, observando el campo de batalla ahora silencioso. Para él, aquella contienda había sido poco más que un simple ejercicio, una prueba sin mayor desafío. Sin embargo, los habitantes de la fortaleza de caliza, que apenas habían resistido el embate de las fuerzas nigrománticas, lo miraban con devoción, como si fuera un dios hecho carne y acero.
Al bajar del coloso, los murmullos entre los moradores se intensificaron. Algunos cayeron de rodillas, inclinándose ante el querubín, incapaces de comprender la verdadera naturaleza de quien acababa de salvarlos. Elior, acostumbrado a estos gestos tras años de gloria, no les dio importancia y los ignoró, concentrándose en lo que realmente importaba: el siguiente paso en su travesía.
Poco después, su guardia personal llegó a la fortaleza, jadeantes y agotados tras intentar seguirle el ritmo. Al ver el panorama y el fervor con el que los habitantes veneraban a su líder, se dieron cuenta de la influencia que Elior ejercía incluso en los lugares más remotos. Sin perder tiempo, los diplomáticos del equipo comenzaron a establecer contacto con los líderes de la fortaleza.
Pronto, Elior y su guardia conocieron a los Shemet, un pueblo del desierto que había vivido en ese mar de dunas desde tiempos inmemoriales. Sin alas ni halos, los Shemet eran criaturas más cercanas a lo que los celestiales considerarían simples mortales, pero su inteligencia y organización revelaban algo más. Aunque físicamente más toscos y endurecidos por la vida en el desierto, eran indudablemente una raza avanzada a su manera, adaptados perfectamente a su hostil entorno.
Los celestiales, acostumbrados a su propio esplendor, quedaron sorprendidos al ver a seres que, aunque carecían de los atributos divinos que ellos consideraban esenciales, sobrevivían y prosperaban en un mundo tan duro. Los Shemet ofrecieron un banquete en honor de sus salvadores, una ceremonia que para ellos representaba el máximo respeto y gratitud.
Pero Elior, fiel a su carácter, no se presentó. No era por desprecio, sino porque la tarea de banquetes y celebraciones lo había cansado desde hace mucho tiempo. Se mantuvo en el Invictus, donde se sentía más cómodo, y esperó pacientemente los informes de sus diplomáticos. Sabía que la información era lo más valioso en ese mundo desconocido, y quería obtener una visión clara de la situación actual antes de avanzar más.
Mientras la celebración continuaba en la fortaleza, los diplomáticos celestiales se sentaban con los líderes Shemet. Hablaron sobre las dunas interminables, las extrañas criaturas que habitaban las arenas y los vestigios de antiguas batallas. Descubrieron que los Shemet tenían un vasto conocimiento del desierto y que, aunque no poseían la tecnología de los colosos, habían desarrollado sistemas ingeniosos de supervivencia.
Los informes comenzaron a llegar a Elior, detallando las costumbres, la geografía y, lo más importante, los peligros que les aguardaban. Aún quedaba mucho por descubrir sobre ese misterioso mundo, pero Elior sabía que estaba más cerca de desentrañar sus secretos. Y mientras se preparaba para dar el siguiente paso, sentía que una nueva etapa de su viaje estaba a punto de comenzar.
En las profundidades del desierto, donde el calor abrasador y las dunas interminables imponían un desafío a cada paso, Elior y sus celestiales se encontraban con una revelación inquietante. Los Shemet, agradecidos por el auxilio y deseosos de obtener la protección del invencible querubín, entregaron un antiguo mapa, tallado en piel curtida, que detallaba los vastos territorios de aquel mundo desolado.
En el centro de la fortaleza, alrededor de una mesa de piedra, Elior y su guardia observaban el mapa con atención. Mostraba la disposición de las diversas naciones que sobrevivían en ese infierno de arena, cada una agrupada en torno a los escasos oasis que proporcionaban la única fuente de vida en ese árido planeta. Aunque antes estas naciones eran pequeñas y fragmentadas, el mapa también revelaba algo más preocupante: una presencia maligna que había comenzado a invadir su mundo no hacía mucho tiempo.
Los Shemet contaban historias sobre esta invasión. Al principio, había sido solo una serie de rumores y desapariciones en las zonas más remotas. Pero luego, una fuerza oscura y corrupta, claramente ligada a las artes nigrománticas, había empezado a atacar sin descanso. Sus armas y ejércitos no eran tan diferentes de lo que Elior había enfrentado en su mundo, pero el factor más preocupante era que las naciones del desierto carecían de los recursos y el armamento para hacerles frente. El enemigo había barrido con facilidad a muchas de las civilizaciones más débiles, dejando solo las fortificaciones más resistentes o las tierras más inhóspitas como último refugio.
El mapa señalaba que la fortaleza en la que se encontraban no era más que uno de esos refugios. Varias naciones habían sucumbido a la oscuridad, y los Shemet solo habían logrado sobrevivir gracias a la inaccesibilidad de su territorio. Pero incluso eso no duraría mucho. Los enemigos avanzaban implacablemente, y el desierto estaba cada vez más asediado por la oscuridad.
Elior, analizando esta situación, sabía que no podían quedarse quietos. Decidido a no solo defender a los Shemet, sino a lanzar una ofensiva contra esta fuerza invasora, comenzó a planear su siguiente movimiento. Su mente estratégica trabajaba rápidamente, evaluando las posibilidades de avanzar sobre las posiciones enemigas antes de que el desierto fuera completamente reclamado por la oscuridad.
Mientras tanto, sus guardianes celestiales, encabezados por el capitán Serafín, trabajaban arduamente en la construcción de una torre de comunicaciones. Esta estructura improvisada, montada sobre las ruinas de una antigua torre de vigilancia de los Shemet, tenía un único propósito: establecer contacto con Kael y Auron, quienes aguardaban en la fortaleza del portal. La urgencia de la situación exigía que se enviara un mensaje lo antes posible, detallando todo lo que habían descubierto y los deseos de Elior de seguir adelante con la expedición.
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Editado: 18.11.2024