La perdición de Zakarius

21 La Incursión Inesperada

Mientras Elior continuaba con sus exploraciones preliminares de los portales en sus dominios, descubrió uno que daba al fondo de un vasto océano. Los colosos, aunque resistentes, no estaban preparados para las altas presiones y sufrieron averías, lo que los obligó a perder varios días evaluando los daños. Durante este tiempo, Elior y su equipo hicieron otro descubrimiento: un portal que conducía a un mundo de islas flotantes suspendidas en el cielo, un espectáculo que llenaba de emoción y curiosidad a Elior, quien siempre deseaba desentrañar los misterios de cada nuevo mundo.

Mientras Elior se perdía en sus exploraciones, al otro lado del portal, en el vasto desierto que marcaba la frontera del territorio celestial, la tranquilidad se rompió. Engel, un ángel experimentado y líder de la fortaleza fronteriza, detectó algo alarmante. Uno de los portales, previamente categorizado como una vasta jungla repleta de criaturas salvajes y exóticas, se activó. De él emergían figuras en formación, marchando de manera organizada y con un propósito claro.

Las siluetas se distinguían poco a poco entre la vegetación y el polvo levantado por sus pasos, lo que despertó una inquietud en Engel y en su guarnición. Las criaturas que normalmente salían de esa jungla eran salvajes, sin orden ni cohesión, pero esto era diferente. Engel, sin perder tiempo, decidió dar la alarma. Su equipo activó los sistemas de defensa de la fortaleza mientras él se apresuraba a contactar a la fortaleza fronteriza del mundo celestial a través del nodo de transmisión.

El mensaje fue transmitido con urgencia, directo a las Repúblicas Oligarcas, y llegó a manos de Kael, el encargado del aspecto militar y defensor de los territorios celestiales. Engel fue claro y preciso en su informe: una amenaza potencialmente hostil estaba emergiendo de uno de los portales, con un número creciente de figuras desconocidas marchando hacia su posición.

Kael, al recibir el mensaje, no dudó en movilizar una fuerza de apoyo para reforzar las defensas de la fortaleza. Sabía que una incursión desde otro mundo era algo que no podían tomar a la ligera. Sin embargo, sus pensamientos también volaron hacia Elior, quien estaba sumido en su búsqueda por explorar y dominar nuevos mundos. Si esta amenaza era seria, Elior necesitaría saberlo. Kael decidió enviar un mensaje urgente a Elior, esperando que llegara antes de que fuera demasiado tarde.

Mientras tanto, en la fortaleza fronteriza, los soldados celestiales tomaron posiciones, preparándose para lo que podría ser la primera gran confrontación desde la expansión de Elior. Engel observaba con atención a las figuras que se acercaban, con la esperanza de que fueran pacíficas, pero preparado para lo peor.

La incursión había comenzado, y los celestiales debían estar listos para enfrentar lo que sea que emergiera del portal.

Las figuras seguían emergiendo del portal, decenas de seres escuálidos con piel pálida y orejas puntiagudas. Sus ojos almendrados, llenos de desconfianza y determinación, se movían con precisión militar mientras se posicionaban en las afueras de la fortaleza celestial. Tras ellos, imponentes criaturas similares a mamuts gigantes comenzaron a salir del portal, llevando sobre sus lomos enormes monolitos que proyectaban una cúpula de energía, asemejándose a fortalezas móviles. Custodiando estas bestias, más de aquellos seres, armados con largos arcos curvados, vigilaban los alrededores, protegiendo su avance.

Engel, observando la escena desde lo alto de la fortaleza, sintió una creciente presión. No sabía si estas figuras eran hostiles, pero la formación organizada y las armas sugirieron lo peor. Las criaturas avanzaban lentamente, cada paso resonando como un eco en el desierto, mientras las cúpulas de energía chisporroteaban, emitiendo un tenue zumbido que resonaba por el aire.

Mientras la crisis en la frontera celestial se intensificaba, las Repúblicas Oligarcas comenzaron a movilizar todo su poder militar tecno-mágico. Diversas aeronaves se desplegaron, cargadas de colosos, en una misión de apoyo inmediato a la fortaleza fronteriza. Los medios de comunicación del mundo celestial captaron la noticia, y pronto, el evento comenzó a ser cubierto en todas las plataformas. Los celestiales estaban en alerta, expectantes ante lo que parecía ser el segundo contacto con otra civilización, tras las terribles guerras contra los nigromantes.

Angelus, gobernador de la colonia de Elinvictus y antiguo subordinado de Kael, recibió el mensaje de la incursión. Aunque sus recursos eran limitados, envió los refuerzos que podía, sabiendo que la situación no podía ser ignorada. Su mente se llenó de incertidumbre. Si esta nueva amenaza era tan seria como parecía, Elior, el Imparable, debía ser informado de inmediato.

A través del nodo de transmisión, Angelus intentó ponerse en contacto con Elior, pero las interferencias de los portales y las distancias extremas hacían difícil la comunicación. Aun así, sabía que debía insistir. Elior era más que un héroe; para muchos, era la única esperanza de una respuesta contundente y decisiva.

Mientras tanto, las criaturas avanzaban con calma, su formación se mantenía impenetrable. No atacaron, pero tampoco parecían interesados en comunicarse. Engel observaba con atención, mientras el corazón de sus hombres se llenaba de una mezcla de miedo y determinación. ¿Sería este un preludio a una invasión o un simple intento de coexistencia?

De pronto, una de las figuras más grandes, montada en una de las criaturas similares a mamuts, levantó su mano y pronunció unas palabras en un idioma incomprensible. El aire se volvió denso, y una vibración recorrió la tierra. Algo más grande estaba por suceder.

El destino de la frontera, y quizás de todo el mundo celestial, estaba a punto de decidirse.

Las palabras del líder enemigo resonaban en el aire, cargadas de una energía desconocida, y de inmediato, el brillo en los arcos y flechas de su ejército comenzó a intensificarse. Los celestiales, desde las murallas de la fortaleza, sintieron cómo la tensión alcanzaba su punto máximo. Engel, anticipando lo peor, gritó la orden.




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