Elior, tras la aniquilación completa de los elfos, se paraba orgulloso sobre las cenizas de lo que alguna vez fue un vasto y grandioso bosque. Sus ojos brillaban con la satisfacción de haber erradicado a una civilización entera y con ello demostrando una vez más su supremacía. El sitio donde los majestuosos árboles alguna vez habían florecido ahora estaba desnudo, calcinado, y reducido a una extensión interminable de escombros y cenizas. Para Elior, esto no representaba destrucción, sino un nuevo comienzo.
Como símbolo de su triunfo, ordenó la construcción de imponentes estatuas de sí mismo y de su coloso El Invictus. Las estatuas debían ser monumentales, más grandes que cualquier otro monumento construido antes en sus dominios. Desde cada rincón de su recién consolidado imperio, arquitectos y artesanos fueron llamados para trabajar en esta obra, con órdenes de que las estatuas fueran lo suficientemente visibles como para que cualquiera que entrara en este mundo desde los portales, pudiera ver su grandeza desde kilómetros de distancia. El Invictus sería inmortalizado en piedra y metal, su figura majestuosa extendiéndose sobre las ruinas de los antiguos bosques elfos.
Pero Elior no estaba satisfecho solo con estatuas. Declaró que este lugar, sería ahora conocido como La Forja Eterna, la nueva piedra angular de sus dominios. Lo que una vez fue el hogar de una orgullosa civilización natural, sería transformado en una enorme mina, donde un centro industrial y militar producirían colosos y todo tipo de maquinaria belica, ademas se entrenarían soldados que conformaria la fuerza militar del mañana.
Con esta visión en mente, Elior extendió su mano a dos figuras clave de las Repúblicas Oligarcas: Kael, el maestro militar de las Repúblicas, y Myrta, la astuta serafín comerciante.
Los invitó a unirse a él en esta nueva empresa, presentando el vasto potencial de riqueza y poder que la Forja Eterna podría ofrecer. Para Kael, era una oportunidad de crear un ejército sin precedentes, equipado con la tecnología y la fuerza necesaria para defender los intereses celestiales en cualquier parte del multiplano. Ver sus legiones de colosos marchando en formación sobre los restos de los elfos le emocionaba profundamente.
Myrta, siempre pragmática, vio el potencial económico. El acceso a los recursos naturales de este nuevo mundo podría impulsar la industria de las Repúblicas y multiplicar su riqueza. Aunque era cautelosa acerca de la brutalidad con la que Elior había sometido a los elfos, no podía negar que la oportunidad era única. Este centro de producción masiva no solo les permitiría incrementar su fuerza militar, sino también consolidar un mercado global donde las armas y los colosos fabricados en la Forja Eterna serían el bien más codiciado.
“Este lugar será una fuente de prosperidad para todos nosotros", dijo Elior con su habitual arrogancia. “Aquí no solo forjaremos máquinas de guerra, sino que también forjaremos el futuro de los celestiales. Kael, tus ejércitos crecerán exponencialmente. Myrta, tu influencia comercial abarcara planos enteros. Y yo… yo seré recordado como el más grande de todos.”
Kael y Myrta intercambiaron una mirada. Sabían que las palabras de Elior estaban cargadas de megalomanía, pero no podían negar los beneficios de su propuesta. Aunque Elior estaba decidido a demostrar su supremacía a través de la fuerza bruta, ellos también sabían que el poder verdadero residía en la economía y la capacidad de organización.
La construcción de la nueva zona militar e industrial comenzó rápidamente. Bajo las órdenes de Elior, miles de trabajadores fueron enviados a excavar las entrañas de este nuevo mundo, extrayendo minerales y recursos que antes habían permanecido escondidos bajo los grandes árboles élficos. Los colosos empezaron a surgir de las fábricas, cada uno más poderoso que el anterior, y los soldados se entrenaban en duras condiciones, preparándose para las batallas que Elior había prometido que estaban por venir.
La relación entre Elior, Kael y Myrta comenzó a estrecharse en esta nueva etapa. Aunque sabían que el joven querubín tenía sus propios objetivos, comprendieron que necesitaban colaborar para sacar adelante este ambicioso proyecto. Sin embargo, en el fondo, tanto Kael como Myrta sabían que Elior no era fácil de controlar. Su creciente megalomanía y sed de poder los hacía preguntarse hasta dónde estaría dispuesto a llegar para consolidar su visión.
Mientras tanto, en las Repúblicas Oligarcas y en Elinvictus, los rumores sobre la brutalidad de la campaña contra los elfos y la transformación del bosque en una zona industrial comenzaron a circular. No todos veían a Elior como un héroe, y algunos empezaban a cuestionar las consecuencias de su incesante expansión. ¿Cuánto más podría destruir Elior antes de que su propia megalomanía lo consumiera?
El destino de los celestiales estaba más atado que nunca a las decisiones de su joven líder.
-Historia paralela: La Fragilidad de un Titán-
Desde la cúspide de su coloso El Invictus, Elior observaba cómo el polvo de las ruinas élficas se asentaba, mientras los cimientos de su imperio crecían entre el caos. Los martillos resonaban en la distancia, y el crepitar de los hornos tecnomágicos alimentaba el aire con su sofocante calor. Las gigantescas estatuas en su honor empezaban a tomar forma, sus rostros tallados con una precisión inhumana para captar cada rasgo de su semblante implacable.
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Editado: 18.11.2024