La perdición de Zakarius

27 La Gran Expedición Imperial

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La primera gran campaña de la Legión Imperial estaba en marcha. La maquinaria de guerra celestial se movilizaba con la precisión y el poder que caracterizaba al imperio, bajo la mirada implacable del Emperador Elior, cuyo hambre de conquista parecía no tener límites. Los cielos resplandecían con el brillo metálico de las aeronaves y colosos mientras la Legion Elinvictus, una unidad de élite abría el camino hacia lo desconocido.

Sus informes confirmaron lo que Elior ya sospechaba: habían encontrado una especie , compuesta por criaturas que semejaban pequeños dracos alados, capaces de volar con gran agilidad y vivir en vastas madrigueras en las muchas montañas desperdigadas. Aunque en un principio parecían una amenaza, pronto se determinó que carecían de la inteligencia o fuerza suficiente para representar un desafío real. Así sólo debían despejar a estos meros animales sin raciocino aparente.

Los altos mandos del Imperio, junto con Helios y la Legión Imperial, debatieron brevemente sobre el destino de estas criaturas. Un consenso emergió: podrían tener su utilidad, ya sea como monturas aladas o como producto de lujo ya sea por su piel o como mascotas. El hecho de que estas bestias pudieran volar ofrecía a los celestiales una oportunidad de crear una nueva unidad como una especie de caballería especial para explorar nuevas técnicas o posibilidades de uso militar o civil.

Elior, desde el Invictus, observaba el paisaje vasto y extraño que se extendía más allá. Sus pensamientos oscilan entre la conquista y la curiosidad por los secretos que aquellas tierras podrían ocultar. Pero su ambición era clara, subyugar este mundo y cualquier otro que se interpusiera en su camino, expandiendo el imperio más allá de esta vasta red de planos interconectados.

A lo lejos, las primeras escaramuzas entre las centurias celestiales y las criaturas comenzaron. Las aeronaves empezaron a desplegar a sus soldados mientras los colosos marchaban imponentes, asegurando el terreno con cada paso. La Legión Elinvictus, liderada por Helios, estaba lista para llevar a cabo la voluntad de su Emperador. Los dragones alados, aunque feroces, no representaban un obstáculo ante la vasta superioridad tecnológica del Imperio. Sin embargo, Elior sabía que este mundo podría ofrecer algo más que una simple victoria militar.

La expedición avanzaba con una mezcla de asombro y determinación, sabiendo que lo que estaban a punto de lograr marcaría el principio de una nueva era de dominio imperial. Elior, desde su trono en el Invictus, sonreía con la fría satisfacción de un conquistador que se sentía más cerca de la inmortalidad.

Historia paralela: El Soldado en la Gran Primera Campaña Imperial

Desde dentro de la cabina de su coloso, el soldado Cassian observaba a través de los cristales blindados cómo el paisaje alienígena pasaba bajo sus pies metálicos. El rugido de los motores del coloso resonaba en sus oídos, como el latido constante de una criatura inmensa y viva. Aquella máquina, un gigante imponente de acero y magia, era su hogar y su arma. Desde allí, formaba parte de la Legión Elinvictus, la fuerza más temida y respetada bajo el mando del mismísimo Elior el Imparable.

Cassian nunca imaginó ser parte de algo tan grandioso. Era un joven ángel cuando decidió enlistarse, buscando gloria y una causa más grande que su propia vida. Aquel día, dentro del coloso, lo sentía más que nunca. Había sido elegido para la primera gran expedición imperial, una misión que haría historia. Mientras el mundo bajo sus pies crujía con cada paso…

Recordaba las palabras de Helios antes de partir: -!Nosotros somos el puño del Emperador, el filo que abrirá nuevos horizontes!-

El enemigo al que se enfrentaban era diferente a cualquier otra cosa que Cassian hubiera imaginado. Aquellas criaturas, parecidas a pequeños dragones alados, surgían de las sombras de sus madrigueras y atacaban con la furia de bestias salvajes. Mientras exhalaban fuego, hielo o veneno continuamente. Mientras los movimientos de los colosos, sin embargo, eran precisos y metódicos, aplastando a sus enemigos bajo su poderío.

Las tropas de tierra vieron armados con sus fusiles tecnomagicos luchaban arduamente mientras larga andanadas de proyectiles mágicos eran lanzados al aire, en esta situación se podría decir que la propia infantería era la que estaba en más desventaja que los colosos y aeronaves con respecto a su propia protección ante los ataques de aliento de las criaturas.

Cassian se inclinó sobre los controles, sus manos firmes a pesar de la adrenalina. Sus órdenes eran claras: asegurarse de apoyar a la infantería. Desde su asiento, controlaba los cañones mágicos del coloso, disparando descargas de energía que redujeron a los dragones a cenizas. A su lado, otros colosos de la Legión avanzaban en formación, con sus imponentes siluetas proyectadas contra el horizonte.

A través de las comunicaciones internas, podía oír las voces de sus compañeros de escuadrón. Algunos discutían con emoción sobre la posibilidad de que estas bestias pudieran ser usadas como monturas en futuras campañas. Cassian, sin embargo, solo podía concentrarse en el presente. Sabía que el Imperio veía a estas criaturas como una mera herramienta, y para él, no eran más que obstáculos en el camino hacia la victoria.

En un momento de pausa, mientras el coloso se detenía para permitir a las tropas de infantería tomar posiciones, Cassian miró al cielo. Allí, más allá de las nubes que se movían lentamente, podía vislumbrar las aeronaves imperiales volando en formación. Elior estaba allá arriba, vigilando todo el escenario en el Invictus. Su presencia llenaba a cada soldado con una mezcla de reverencia y admiración. Cassian sabía que servía a un líder más allá de la comprensión, un ser que ya no era solo un querubín, sino una leyenda viviente.




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