La perdición de Zakarius

29 La Gran Expedición Imperial III

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El Infierno Volcánico

El portal crepitó con energía cuando Elior, a bordo del Invictus, lideró a la Legión Elinvictus hacia el nuevo plano. El paisaje que los recibió era sobrecogedor: un horizonte dominado por volcanes activos con largos y serpenteantes ríos de magma los cuales fluían lentamente a lo largo del terreno mientras las erupciones ocasionales lanzaban rocas incandescentes al aire. El calor sofocante del ambiente hubiera hecho que cualquier ejército convencional vacilara, pero esta Legión Imperial, con sus colosos blindados y aeronaves de élite, se mantenía firme y preparada.

Mientras las primeras tropas comenzaban a desplegarse, Helios, desde su coloso el Aetherion, coordina las exploraciones preliminares. Los informes llegaron rápidamente. Diversos elementales de lava, vastas criaturas formadas por puro fuego y magma, deambulaban por la región, enfrascados en combates entre ellos. Los más fuertes devoraban a los más débiles, haciéndose más grandes y poderosos con cada lucha. Eran monstruos de fuego vivientes, alimentados por la rabia y la destrucción, y cualquier intento de acercarse a ellos sin la protección adecuada significa una muerte segura.

Las aeronaves siguieron sobrevolando el área, y pronto se detectó algo inusual en algunos de los volcanes, una serie de vetas oscuras que destacaban entre la lava ardiente. Los pilotos y técnicos enviaron imágenes a las bases de operaciones en el terreno, y los informes comenzaron a sugerir lo imposible: aquel metal oscuro, inalterado por el magma, podría ser adamantino si lo fuera sin duda alguna sería un gran descubrimiento…

Elior, desde la cabina del Invictus, observaba los informes con un destello de codicia en sus ojos. Adamantino, uno de los metales más raros y valiosos del mundo celestial, conocido por su increíble dureza y resistencia al calor. El propio Invictus tenía partes de su blindaje forjadas en este material, pero sólo en cantidades limitadas debido a su escasez. Si las observaciones eran ciertas, podrían extraer tanto adamantino como desearan, lo que les permitiría construir colosos indestructibles y aeronaves mejoradas capaces de resistir cualquier condición.

Pero Elior sabía que tal empresa no sería sencilla. Minar en un mundo lleno de elementales de lava, donde cada volcán podía despertar en cualquier momento, sería extremadamente desafiante además de peligroso…Aun así, su ambición no conocía límites, y veía este reto como otra prueba para su imperio los cuales consideraba extensiones de su propia voluntad y poder. “Esto será nuestro”, murmuró Elior para sí mismo, sus ojos fijos en el horizonte volcánico. “Nada podrá detenerme”

Los primeros destacamentos de la Legión se desplegaron, asegurando los perímetros mientras los ángeles ingenieros estudiaban las mejores formas de establecer bases mineras. Algunas aeronaves de reconocimiento más pequeñas fueron enviadas para analizar más de cerca las vetas de adamantino, pero apenas sin apenas resultados.

Mientras tanto, Helios organizaba la primera oleada de ataques contra los elementales de lava más cercanos. Sabía que enfrentarse a estas criaturas sería diferente a cualquier enemigo que hubieran enfrentado antes. No tenían corazones que detener, ni armaduras que perforar, solo una masa de fuego puro que seguía creciendo y devorando todo a su paso. Helios, con su mirada aguda, trazó estrategias con precisión, decidiendo que los colosos y las aeronaves atacarán en formaciones cuidadosamente diseñadas para desgastar a los elementales uno por uno, en lugar de enfrentarlos todos de una vez.

Mientras la infantería se encargará de desplegar las primeras fortificaciones para poder tener un puesto avanzado establecido donde poder dar órdenes así como distribuir los suministros y planear las futuras operaciones mineras.

Los primeros enfrentamientos fueron brutales. Los colosos resisten el calor gracias a sus blindajes reforzados, pero cada ataque de los elementales de lava golpeaba como una avalancha de fuego crepitante. Las aeronaves atacaban desde arriba, usando cañones tecnomágicos para dispersar a los elementales, pero cada vez que uno caía, otro se alzaba más poderoso al absorber la energía de sus hermanos derrotados.

Elior, desde el Invictus, observaba el caos con frialdad. Como si fuera un nido de hormigas, había decidido venir por el adamantino, un mineral que abriría un nuevo capítulo en su poderío militar y tal parece que debería ensuciarse las manos para conseguirlo…

Mientras los combates prosiguen, Elior finalmente decidió que era hora de intervenir personalmente. El Invictus, con su armadura dorada reluciente incluso en medio del infierno volcánico, avanzó hacia el frente de batalla. -Ya basta de jugar-, pronunció en voz alta, y seguidamente cargó su cañón principal.

Los elementales más cercanos se volvieron hacia él, rugiendo con furia y lanzando torrentes de magma en su dirección. Pero el Invictus, imparable como siempre, no vaciló. Con un solo disparo, Elior desintegró a tres de los elementales más grandes, y con su espada tecnomágica, partió a otro en dos. aunque el mismo se regenero, dando cuenta de que los ataques físicos no servían. Aun así Elior, suspiró para sí mismo y seguidamente lo vaporizo con su cañón. La Legión, alentada por su presencia, redobló sus esfuerzos, y lentamente los elementales comenzaron a retroceder.




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