La perdición de Zakarius

30 El Nuevo Invictus

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Bajo la sombra de los imponentes volcanes siendo perforados por cientos de colosos adaptados para tal ardua tarea, el adamantino empezó a inundar la industria bélica de Elinvictus, la legión adamantina había culminado su misión inicial: extraer y transportar el preciado mineral hacia el plano de la forja eterna. Con Helios en marcha junto a Elior para explorar el siguiente plano decidieron hacer una parada en la forja eterna, la responsabilidad de supervisar el proceso de transporte y forjado recayó sobre Morfel, uno de los ángeles más confiables de la legión y asistente cercano de Helios.

Morfel, con su imponente figura de ángel y sus alas de un blanco impoluto, contrastaba con el paisaje oscuro del volcán. Era un estratega meticuloso, reconocido por su habilidad para gestionar operaciones complejas bajo presión. Mientras el adamantino era cuidadosamente cargado en las aeronaves de transporte, Morfel observaba con calma, asegurándose de que nada saliera mal.

-!Cada gramo de este mineral es vital para el futuro del Imperio!- recordó a sus subordinados mientras los colosos levantaban contenedores blindados listos para ser cargados por las aeronaves, llenos del material más resistente jamás encontrado. -!Nos estamos jugando más que armas o armaduras, estamos forjando el destino de Elinvictus!-

La travesía hacia la Forja Eterna comenzó sin contratiempos. Las aeronaves volaron por los cielos en grandes formaciones, surcando los cielos con precisión, mientras Morfel mantuvo la disciplina en la legión. Era su responsabilidad asegurar que este cargamento crucial llegara intacto.

Al pasar por el portal hacia el plano antaño el hogar de los elfos, los miembros de la legión sintieron la vibración única que venía tras cruzar. Pronto, las aeronaves descendieron sobre las diversas pistas de aterrizaje mientras se preparaban para empezar con la entrega mientras el brillo de los hornos mágicos iluminaba el horizonte.

Morfel, siempre atento a los detalles, fue el primero en aterrizar y organizar el despliegue del adamantino. Una vez que los contenedores tocaron el suelo de la forja, los tecnomagos y herreros celestiales comenzaron a preparar el metal para su transformación. La Forja Eterna era un lugar de reverencia, donde la antigua magia celestial se fusionaba con las tecnologías más avanzadas del Imperio.

Los herreros celestiales, cubiertos de túnicas reforzadas con símbolos arcanos, comenzaron a preparar el mineral. El proceso de fusión del adamantino no era solo físico, sino también espiritual. Los tecnomagos recitaban antiguos hechizos mientras manipulaban la energía pura, asegurándose de que el metal absorbiera la magia celestial haciéndolo mucho más maleable junto con el calor de los altos hornos

A lo largo de los siglos la civilización celestial uso diversas formas para poder utilizar este material supremo pero fallaron al final fue considerado una mera roca decorativa hasta que un nuevo proceso pudo a través de una fusión de magia y el calor sofocante de un alto horno pudo darle una forma más maleable convirtiéndose en el material más preciado.

Morfel se movía con autoridad entre los equipos de tecnomagos y herreros. Era un supervisor implacable, observando cada paso del proceso. Conocía la importancia de este encargo la creación de un Invictus mejor, una versión aún más avanzada y letal de la máquina de guerra personal del Emperador Elior.

El adamantino, conocido por su resistencia extrema y su capacidad para soportar cualquier ataque, era el material ideal para el Invictus II. Morfel inspeccionaba de cerca cada pieza del metal a medida que era moldeada en nuevas placas de armadura, más gruesas y resistentes que nunca. Los cañones, espadas y otros componentes eran fabricados con precisión, imbuidos con energías arcanas.

“Cada golpe de martillo es una promesa de poder”, pensaba Morfel mientras observaba cómo los herreros daban forma a las nuevas piezas -El emperador nos ha confiado esta tarea, y no fallaremos-

El trabajo en la Forja Eterna se prolongó durante semanas. Morfel no permitió que la fatiga afectara a sus subordinados mientras los rotaba para trabajar dia y noche, manteniendo la disciplina y el enfoque en la misión. Los hornos rugían mientras el adamantino se fundía y se transformaba en las nuevas partes que reemplazarían a las viejas. Placas de armadura irrompibles, Un cañón de plasma mejorado capaz de disparar frenéticamente y resistir temperaturas extremas y una espada afilada tecnomagica capaz de cortar cualquier enemigo.

Kalir, un tecnomago serafín que dirigía el equipo de herreros, se acercó a Morfel. -El metal está respondiendo a las energías divinas de manera excepcional-, informó con entusiasmo.

-El nuevo Invictus será una proeza tecnomagica-

Morfel asintió, satisfecho con el progreso. Sabía que Elior estaba actualmente junto a su séquito y a la expectativa de que no solo su coloso el Invictus estuviese listo sino que la producción en masa de cañones y espadas de adamantino se mantuviera para la legion Elinvictus una elite que le acompañaba a través de los portales y enfrentando desafíos desconocidos.

Finalmente, debido a la gran cantidad de mano de obra donde hasta Elior prestó a su legión para ayudar en diversas labores del proceso para agilizar el trabajo, las nuevas piezas de adamantino relucían en el nuevo Invictus el cual emergió de la Forja Eterna. Morfel se acercó, observando al titán con respeto y devoción. Sabía que esta creación marcaría un antes y un después en la historia del Imperio.




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