La perdición de Zakarius

31 El Resplandor en el Pantano Sombrío

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Mientras la Legión Elinvictus avanzaba con paso firme en dirección al portal, Elior, a bordo del renovado Invictus , comenzó a probar las mejoras en su coloso tecnomágico. Las articulaciones se movían con una fluidez impresionante, como si el adamantino hubiera dado al Invictus no sólo resistencia, sino también una mayor capacidad de articulación.

Activó el motor tecnomágico, y con una fuerza desbordante, el coloso ascendió a los cielos, como un ángel en vuelo. Elior sintió una ligereza inusitada, y la sensación de control absoluto lo llenaba de emoción.

—Es increíble —murmuró, mientras su cuerpo se adapta a las nuevas capacidades-

Siguió practicando, probando el poder del nuevo cañón de plasma tecnomágico que ahora podía cargarse más rápido gracias a las propiedades del adamantino que hicieron que todas las medidas de seguridad pasadas ya no se necesitaran. Cuando disparó, el plasma voló a través del aire con una velocidad aterradora, impactando el desierto y creando cráteres masivos en el suelo. Pronto algunas sierpes gigantes, ocultas en la arena, levantaron sus cuerpos para observar la fuente del impacto, pero al ver al Invictus dorado y resplandeciente en el cielo, desaparecieron rápidamente bajo la arena, sabiendo que estaban ante algo mucho más temible que ellas mismas.

Finalmente, la Legión llegó al portal. Un pequeño control fronterizo, defendido por una centuria de guardias, les dio la bienvenida con reverencias y alabanzas. Los soldados y colosos de guardia saludaban con admiración mientras la Legión Elinvictus atravesaba el portal hacia el siguiente plano.

Al otro lado, una neblina densa y sombría cubría el paisaje, oscureciendo el gigantesco páramo en el que se adentraban. Un hedor nauseabundo impregnaba el aire, obligando a los celestiales a activar sus filtros de aire tecnomágicos los cuales habían sido hechos especialmente para esta expedición. Elior, desde su coloso, observaba el terreno con detenimiento mientras las aeronaves comenzaban a explorar el terreno desde los cielos.

—Informe preliminar —se escuchó la voz de uno de los serafines por el nodo de transmisión—. Este lugar está infestado de una especie ponzoña venenosa. Cada criatura aquí parece estar cubierta o es en esencia tóxica, y los estanques están cargados de una especie de ácido pestilente y en constante ebullición.

Elior asintió desde el Invictus sin darle mucha importancia, observando cómo hasta el barro burbujeaba. Los propios colosos empezaron a tener dificultades debido a su gran peso, al enterrarse en este lodazal lo que obligó a llevar una marcha lenta. Los informes continuaban llegando, confirmando lo que ya era evidente: este mundo era un desafío extremo, incluso para los celestiales. Sin embargo, Elior no se inmutaba. Aunque el riesgo era inmenso, él solo veía posibilidades.

—Los venenos aquí podrían ser la clave para nuevas medicinas —comentó Elio, mientras revisaba los datos—. Pero no será fácil extraerlos sin caer en la propia ponzoña…

A medida que avanzaban, el veneno en el aire y el terreno se hacía cada vez más denso, volviéndose casi palpable. Los miembros de la Legión comenzaban a mostrar signos de incomodidad, a pesar de sus filtros tecnomágicos. Fue entonces cuando la habilidad innata de Elior, con su naturaleza de querubín, permitió que su aura celestial se expandiera. El resplandor que emanaba de su ser comenzó a purificar el entorno, disipando las tinieblas venenosas a su alrededor.

—¡Todos avancen! —ordenó Elior con voz tranquila pero firme. -Ni siquiera este infecto pantano evitará que pueda avanzar a donde quiera ir- comentó

La luz dorada se extendió desde el Invictus, cubriendo a la Legión como una bendición divina. Bajo el manto protector de Elior, los pantanos empezaron a purificarse a simple vista, Los estanques antes ácidos empezaron a convertirse en arroyos cristalinos, y las criaturas venenosas hervían y explotaban en vapores dulces. El hedor nauseabundo fue reemplazado por un aroma embriagador, como si la misma tierra agradeciera lo que estaba ocurriendo.

Mientras avanzaban, Helios y los demás soldados no podían evitar sentir que estaban presenciando algo sobrenatural. Elior, con su pequeña figura de querubín, irradiaba una fuerza celestial inigualable. Ningún ser de su especie hubiera osado poner un pie en un lugar como este, y sin embargo, él caminaba como un dios entre la podredumbre, transformando la desolación en pureza.

—Es un ser incomprensible —pensó Helios, observando cómo Elior purificaba el pantano a su paso—. Un querubín jamás podría hacer algo así… y sin embargo, aquí está, dominando incluso lo que nos supera.

El contraste entre su apariencia infantil y su poder descomunal causaba una mezcla de admiración y desconcierto entre sus seguidores. Elior, el querubín que había desafiado las expectativas de todos, ahora brillaba más que nunca, guiando a su Legión hacia lo desconocido, como si fuera una deidad caminando sobre la tierra.

—No es solo un líder —reflexiono Helios—. Es un prodigio a través de los eones… algo más allá de lo que podemos comprender.

Bajo la luz purificadora de Elior, la Legión Elinvictus avanzaba hacia lo más profundo del pantano, dispuesta a enfrentar cualquier desafío que este extraño y venenoso mundo les pudiera presentar.

-Perspectiva de Helios-

Helios no podía dejar de observar a Elior mientras la Legión avanzaba por el pantano. Aunque estaba atento a su entorno, su mente se centraba en las palabras que Elior le había dicho días atrás, palabras que resonaban en su cabeza como un eco que se negaba a desvanecerse: -Eres como un hermano mayor para mí-




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