La popular y el nerd

5

Llegamos al hospital y él se bajó. Por la velocidad a la que iba, podía notar que realmente estaba asustado, y yo también lo estaría en su situación. Si mi hermana estuviese a punto de dar a luz, muchas cosas se pasarían por mi cabeza. Sabía las complicaciones que un parto traían consigo, en especial luego de que mi hermanita, esa niña que esperábamos con tantas ansías y alegría en casa, no logró sobrevivir a un acto tan natural, como cruel, tanto para ella como para mi madre.

Pasaron años para que pudiéramos recuperarnos de ese traumático, pero ninguno de nosotros volvió a ser el mismo luego de aquello. En especial mi padre. Uno hubiese pensado que sería mi madre quien más tardaría en volver a ser ella misma después de una cosa así, pero ella se metió de lleno en el trabajo y se olvidó del resto. Mi padre fue quien tenía problemas para dormir y se cuestionaba si había hecho algo mal. Mientras mi madre transformaba lo que iba a ser la habitación de Ciara, mi padre tenía que tomar pastillas para poder dormir. Fue una época muy dura para todos.

—Yo iré a estacionar, luego te busco.

—Estaré en la parte de maternidad—dijo mientras cerraba la puerta y desaparecía de ahí.

Tomé mi celular y llamé a Chelsea, pero la única respuesta que tuve fue la de su contestadora.

Maldita Chelsea—grité mientras golpeaba mi volante con fuerza.

Tiré mi móvil sobre el asiento del acompañante y baje de mi auto.

Sería mejor que pusiera la mejor cara que tuviera, Logan estaba pasando por un momento complicado...y aunque a ninguno de los dos nos convenciera la idea era la única persona, de su edad, que estaba allí para contenerlo.

— ¿Sabe dónde está el área de maternidad?—dije entrometiéndome en el camino de una de las enfermeras que estaba por allí.

—Sube hasta el segundo piso, dobla a la derecha y allí está.

—Emm gracias—respondí alejándome de allí.

Yo no era la persona más carismática del mundo, pero habían personas que eran peores que yo.

Segundo piso, a la derecha, segundo piso a la derecha, me repetía a mí misma. Mi memoria no era muy buena, pero le debía eso a tantas fiestas, y alcohol y alguna que otra cosa más.

Pasé por una cafetería y el olor que ese lugar emanaba, me condujo hacia adentro. Olor a comida casera, hacia tanto que no comía comida de verdad.

—Buenas noches —dijo una señora bastante simpática desde el otro lado del mostrador — ¿En qué puedo servirte?

—Me gustaría dos cafés medianos y dos de estos—dije señalando unos muffins.

Ella envolvió los muffins en una hermosa bolsa, lo que me sorprendió bastante, porque para mí los hospitales eran lugares fríos, aburridos, monótonos, y me entregó los dos cafés.

—Muchas gracias—dije sacando mi billetera— ¿Cuánto es?

—15 dólares—recibió mi dinero con una sonrisa—Espero que sea leve esta noche.

—Créame, yo también lo creo—dije—Gracias es usted muy amable.

—Gracias—asintió  aún con una gran sonrisa su rostro.

Fuera quien fuera esa mujer, la admiraba muchísimo, por tener todo el tiempo una sonrisa. Trabajar en un hospital no debe ser nada fácil, ver como las personas corren, van, vienen, llegan vidas, vidas se van. Y ahí estaba ella, ofreciendo una sonrisa amable a cada persona que entraba a ese lugar. Seguramente tenía un buen motivo para sonreír de esa manera.

Y cuando crucé el pasillo, ahí estaba él, durmiendo en los asientos del hospital, velando por la salud de su sobrino y de su hermana. Algo raro comenzó a crecer en mi.

 




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