La popular y el nerd

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Llegamos a su casa, después de 20 minutos. Era una pequeña casa, a mi parecer un poco rústica, pero cuando abrió la puerta de esa casa un sentimiento me inundó. Llevaba en ese lugar solo unos minutos y ya me sentía como en casa. No tenía nada que envidarle a la mía. Realmente era mucho más hermosa y podía ver que Karen había puesto mucho esfuerzo al decorar cada rincón, dejando su propia impronta en cada lugar que pisábamos.

En casa, mi madre decía que no tenía tiempo para esas cosas, y a pesar de que en su despacho había en el cesto de revistas, miles de decoración, jamás había ido a un centro comercial para visitar las tiendas que se dedicaban a vender cosas para el hogar. Yo por mi parte consideraba esos lugares, mi propio paraíso personal. Mi placer culpable.

En especial, tenía una obsesión, algo incurable debo admitir, por las tazas. Había personas a las que apodaban las locas de los gatos, otra de los perros, había acumuladores compulsivos. Sabía que yo no me iría de esta tierra sin haber dejado mi huella como la "loca de las tazas”. En casa tenía una para cada ocasión y para cada día de la semana. Y sin embargo, nunca tenía suficiente, siempre quería más.

Al comparar su casa con la mía, llegué a la conclusión de que al parecer no hacía falta vivir en una gran casa, con muchas habitaciones y muchos lujos, para sentirse en casa.

— ¿Te gusta? No es tan glamorosa como la tuya, pero es cómoda y aquí tengo lo que necesito.

Tenía la sensación de que no estaba hablando de la casa.

Me tomó por la cintura y me acercó a él.

—Es...hermosa—dije casi sin aliento.

¿Qué me pasaba? No es la primera vez que estaba cerca de un chico, no es la primera vez que un chico me agarraba de esa manera .Entonces porque actuaba como una chiquilla ingenua,

—Gracias—me soltó.

¿Qué? No, estaba cómoda así. Quería estar así con el todo el tiempo que fuera posible, si es necesario. El me hacía sentir bien, segura, tranquila. En casa.

—Prepararé algo para comer, ¿qué te parece macarrones con queso?

Su pregunta me sacó de mis pensamientos.

— ¿Qué eso no es comida de niños?—pregunté con una sonrisa burlona en mi rostro.

—Tal vez, pero es lo único que se hacer.

—Macarrones con queso suena estupendo—Déjame ayudarte.

—No, tú te sentarás allá—dijo señalando una silla—Yo seré el chef. Después de todo tu eres la invitada y debo ser un buen anfitrión.

—Wow, serás un chef y a la vez anfitrión .Eres una caja llena de sorpresas Scott.

—Y todavía quedan por descubrir muchas más—sonrió—Ahora ve y siéntate .Cenaremos en unos minutos.

....

Luego de la cena nos sentamos en la sala de estar y vimos un poco de televisión.” Vimos"", porque lo único que hicimos fue  besarnos y...besarnos.

—Eres hermosa—dijo colocando un mechón de pelo detrás de mi oreja—Y no me importa lo que los demás digan de ti eres una persona completamente distinta a la que ellos creen que eres.

Otra vez con eso. Porque cada vez que decía eso la culpa afloraba en mí. Me removí en el sillón y me senté, alejándome un poco de él.

—Scott, me trajiste aquí para alimentarme y para darme un techo donde dormir.

—Tienes razón. Creo que es hora de dormir—dijo tomándome de la mano y llevándome escaleras arriba.

—Esta es tu habitación —dijo abriendo una puerta— ¿Qué sucede? —dijo  al ver mi expresión.

—Es que yo. Yo quiero dormir contigo.




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