La posesión de la máscara

Capítulo I. El descubrimiento

Liora caminaba por las calles del centro de la ciudad con una sensación de expectativa en el aire. Las hojas anaranjadas del otoño cubrían las aceras y el viento soplaba suavemente, arrastrando consigo el aroma de las primeras lluvias y las promesas de una noche cargada de misterio.

Halloween estaba a solo unos días y, como cada año, ella se emocionaba ante la idea de encontrar el disfraz perfecto. Quería algo especial, algo que la hiciera destacar entre la multitud. Este año no sería una simple bruja o una vampira, mucho menos una gatita, no, esta vez deseaba algo único.

Giró por una calle lateral poco transitada. La mayoría de las tiendas que antes ocupaban la avenida estaban cerradas o en ruinas, pero Liora sabía que allí se encontraba una pequeña tienda de antigüedades que muchos habían olvidado.

Había oído hablar de ella en algún momento, pero nunca había tenido motivo para visitarla, hasta ahora.

Se decía que ese lugar guardaba objetos viejos y cargados de historias, tesoros perdidos que nadie más quería. Mientras avanzaba por la calle oscura, las luces del atardecer comenzaron a desvanecerse, creando largas sombras en el suelo.

Al llegar a la tienda, observó el letrero desvencijado que colgaba en la entrada. Apenas se leía el nombre: «El baúl de los recuerdos». Una campanilla sonó cuando abrió la puerta, anunciando su llegada con un tintineo agudo. El interior de la tienda olía a polvo y madera vieja, como si hubiera permanecido cerrada durante décadas. Los estantes estaban abarrotados de todo tipo de objetos: relojes antiguos, joyería desgastada, libros encuadernados en cuero cuyo color original ya era difícil de adivinar.

Mientras caminaba entre las filas de antigüedades, no podía evitar sentir una extraña inquietud. Había algo en la atmósfera del lugar que le erizaba la piel, como si las sombras en las esquinas observaran cada uno de sus movimientos. Sin embargo, esa sensación no era lo suficientemente fuerte como para disuadirla de su misión. La emoción por encontrar algo único la mantenía adelante.

—¿Puedo ayudarte en algo? —La voz del hombre mayor, que apareció de la nada detrás del mostrador, la hizo sobresaltarse.

Era el dueño de la tienda, un anciano de aspecto delgado, con el cabello canoso y una barba que le llegaba hasta el pecho. Sus ojos, pequeños y penetrantes, la observaban con una mezcla de curiosidad y advertencia.

—Estoy buscando algo especial para un disfraz de Halloween —respondió Liora, intentando sonar tranquila mientras sus ojos recorrían rápidamente el lugar—. Algo diferente… único.

El hombre sonrió ligeramente, pero había algo en su expresión que la hizo sentir incómoda.

—Aquí hay muchas cosas únicas —dijo con una voz que parecía arrastrar el peso de los años—. Depende de lo que estés dispuesta a llevar.

Liora se acercó a un rincón oscuro al final de la tienda, donde una pequeña vitrina estaba parcialmente oculta tras una cortina de terciopelo roja. Algo brillaba débilmente en su interior. A medida que se aproximaba, sintió una especie de tirón en su pecho, como si algo la atrajera con una fuerza invisible. Al correr la cortina, sus ojos se encontraron con una máscara.

Era, sin duda, lo más extraño que había visto. Estaba hecha de un material que no podía identificar, ni cuero, ni metal, pero parecía antigua, de un tiempo perdido. El rostro que representaba era hermoso y aterrador a la vez, con delicados grabados en forma de espirales que decoraban los bordes y unos ojos alargados que se estrechaban hacia los lados. La expresión de la máscara era enigmática, una mezcla de tristeza y furia contenida. Sin saber por qué, sintió que la máscara la estaba observando a ella, como si hubiera estado esperando que alguien la encontrara.

—¿Qué es esto? —preguntó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.

El anciano la miró durante un largo momento antes de acercarse lentamente.

—Esa es una pieza antigua… muy antigua —dijo en un tono casi reverente—. Se dice que perteneció a un hechicero hace muchos siglos. Fue elaborada para canalizar grandes poderes, pero… con el tiempo, se corrompió. Ahora lleva consigo una maldición.

Liora dejó escapar una risa nerviosa. ¿Una maldición? El hombre debía estar bromeando. Después de todo, este tipo de tiendas solían exagerar las historias para vender sus objetos con más facilidad.

—Perfecta para Halloween, ¿no? —dijo, sonriendo mientras volvía su atención a la máscara.

—No es un juguete —respondió el anciano con una seriedad que la hizo detenerse—. Esa máscara no debe ser usada. Muchos han intentado llevársela, pero siempre ha regresado… con consecuencias terribles.

Liora se quedó en silencio, contemplando lo que él había dicho. La advertencia era clara, pero no podía apartar la vista de la máscara. Había algo en ella que la llamaba, algo irresistible. Sintió una oleada de determinación. Claro, la historia era fascinante, pero una parte de ella no podía creer en ese tipo de supersticiones. Además, no había duda de que la máscara sería un complemento único para su disfraz. Nadie tendría algo como eso.

—Me la llevaré —dijo, ignorando el tono sombrío del anciano—. Es perfecta.

El hombre la miró con una mezcla de compasión y resignación. No intentó detenerla, pero mientras envolvía la máscara en un papel de seda, le lanzó una última advertencia.



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En el texto hay: venganza, halloween, mascara

Editado: 01.11.2024

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